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ACTUALIZADo 16 dE FEBREro de 2009
El hábito
Prof. Christian Cazabonne
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Gracias al hábito podemos enlazar entre sí los diversos momentos del tiempo y constituirlos. (FOTO JAIRO CAJINA)

El hábito es la repetición de un mismo acto o la continuidad en el obrar. Merced a él se disminuye cada vez más el esfuerzo que se emplea en la obra, la voluntad va cediendo su intervención en ella, y, por último, el agente adquiere mayor aptitud y habilidad para la ejecución. Buen ejemplo es cuando aprendemos a leer, comenzando por pronunciar sílabas, juntando dos o tres letras, y dominamos esta dificultad repitiéndola hasta articular palabras, y después llegamos a unirlas y leer de corrido, y a veces con cierta especie de automatismo que aparentemente carece de iniciativa voluntaria.

El hábito aumenta nuestra virtualidad activa, y representa ahorro y economía de fuerzas, pues nos proporciona facilidad, prontitud y seguridad en la ejecución de los actos, es decir, lo más parecido con la naturaleza, por lo cual se llama el hábito segunda naturaleza.

Gracias al hábito podemos enlazar entre sí los diversos momentos del tiempo y constituirlos, mediante la unidad que les presta, en síntesis y composición. El pasado no existe, lo porvenir aún no es, sólo es real lo presente; pero ¿qué es lo presente?. Como dicen a la vez Platón, Aristóteles y Leibniz, es un punto sin dimensión, es el límite siempre móvil que separa lo que ha sido de lo que será, de suerte que el presente mismo es incomprensible para los seres que duran. Fijar este perpetuo venir a ser, constituir un presente positivo con estos elementos negativos, hacer que dure este presente, convertir este punto matemático en una línea o en un sólido, resolver la dificultad de detener el tiempo que nada detiene, tal es la obra del hábito.

Somos, pues, seres de hábito o perfectibles, porque al presente acompañamos nuestras enseñanzas de lo pasado, conservando mediante el hábito, que lo ha repetido y lo puede repetir, y en el presente también prevemos la posibilidad de lo porvenir, anticipado por el enlace y serie racional que a nuestra actividad presta el hábito..

El hábito perfecciona la inteligencia y la sensibilidad que, entregadas a la inercia, perderían su sensibilidad. Así se dice que quien más sabe más desea saber, y quien más ejercita su sensibilidad tiene un gusto más delicado y exquisito.

Nace el hábito de la voluntad, y aunque algunos proceden de necesidades e inclinaciones superiores, interviene en su creación y conservación, y sobre todo a ella se debe la iniciativa de la creación de los más importantes (los morales). El esfuerzo que emplea la voluntad para la creación de un hábito necesita ser repetido una y otra vez continuamente, y de este modo, por grados, vamos adquiriendo nuestros hábitos y conservando sus efectos para acrecer la virtualidad activa, pues el hábito es, en último término, fuerza acumuladora y conservadora; es, más que la abolición de la voluntad, la perpetuidad de la buena voluntad.

La formación gradual del hábito es comparada exactamente por algunos a un ángulo muy agudo que se va abriendo insensiblemente e incrustando poco a poco en la práctica en lugar de ser impuesto de golpe. Para conocer los límites del hábito se debe tener en cuenta que es una segunda naturaleza, que perfecciona la primera, pero que no crea otra distinta, y que el hábito lucha contra el hábito. Así, por ejemplo, es indudable que no ha de contrariar directamente la naturaleza del ser vivo, porque entonces produciría su muerte. Aunque una vez formado el hábito parece que se borra la acción de la voluntad y que los actos habituales revisten un carácter automático, sin embargo la voluntad persiste y aun se presenta ante cualquier dificultad que interrumpa la facilidad adquirida por el hábito.

Como en todo acto habitual reside la voluntad, el hábito es reformable, pero lo es gradualmente, siguiendo la misma marcha lenta que se emplea para crearlo.

Una idea o un automatismo no deben nunca convertirse en obsesión, porque ello rompería el equilibrio y el sentido de realidad que debe existir entre todos los automatismos, con grave daño de la síntesis que forma la personalidad. El hábito es útil, siempre que no destruya el equilibrio de la personalidad humana, que obedezca a ella y la sirva, sin absorber sus decisiones.

El establecimiento de un hábito requiere la existencia de una disposición especial del ser vivo, de aquí la obligación para el educador de estudiar la individualidad de los alumnos, para descubrir en ello las posibilidades para adquirir ciertos hábitos, graduando los estímulos y desenvolviendo las capacidades, pues siendo el niño un ser en evolución, la educación debe tener un sentido dinámico, para poder seguir el ritmo que en su evolución marca el organismo del educando.

El ejercicio de las capacidades juega un gran papel en educación. Desde hace mucho tiempo se sostiene que el ejercicio es la forma de adiestramiento que confiere a una determinada aptitud el máximo de rendimiento y esto ha de tenerlo muy en cuenta el educador, para la creación de buenos hábitos en los alumnos. Una actividad que se ejercita se desenvuelve y en cambio, la falta de entrenamiento, el desuso inhiben la acción, principio aprovechable para que en el niño se hagan progresar sus buenas disposiciones por el uso activo de ellas y se evite el ejercicio de las aptitudes malas, aunque mejor que la evitación de la acción consideramos la utilización, por una racional canalización, desviación o sublimación de estas actividades consideradas perjudiciales.

Objetivo destacado de una buena educación es la creación de hábitos útiles, aprovechando para ello la época de la infancia, que es la de mayor plasticidad para adquirir automatismos. La creación de hábitos higiénicos, de estudio, de observación, de raciocinio, de trabajo, de cooperación, van fijando la personalidad del niño socialmente útil y capaz de desenvolverse en la vida.

Reglas para la adquisición de los hábitos

1.- Cuando se trate de adquirir un hábito nuevo o de destruir otro antiguo, hay que lanzarse a ello con la determinación más fuerte y decidida que sea posible, con el objetivo de lograr el fin propuesto.

2.- No permitirse nunca una sola excepción antes de que el hábito que se desea adquirir esté seguramente arraigado.

3.- Hay que aprovecharse de la primera ocasión que se ofrezca para obrar conforme a la resolución tomada; hay que seguir inmediatamente todo impulso que oriente hacia el arraigamiento del hábito.

*e-mail: prof.cazabonne@hotmail.fr

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