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La Jornada
 
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actualizado 28 de julio 2010

 
La Risa
 
Por Alfredo Hernández Sacristán  

La risoterapia que así se la denominó y tomó impulso en los años setenta y la "culpa" la tuvo Norman Cousing, editor de Nueva York, que tenía un intenso dolor vertebral y cuya afección le dejo "varado". Fue cuando sus médicos pensaron que podría salir de su depresión provocándole la risa

Ojeando una revista leí "el auge de una nueva terapéutica, la risoterapia ". Naturalmente no encontramos fundamentos científicos refieren ( en tantos tratamientos no aparecen...) Lo que sí es cierto es que a veces hay que aprender a reír. Y que en enfermedades como el Alzehimer, es beneficiosa la risa y el buen humor. Alguno comentará, buen humor...sí, aceptando lo que se viene encima, que es una prueba a la que se puede ahuyentar como sea, porque no tiene vuelta de hoja.
Pues ahí, ahí, está el quid. La familia del enfermo ha de aprender, si nunca ha sido partidaria de la risa, a recomenzar el buen humor que alguna vez habrá tenido.
Me apena la risa del que ridiculiza, si así encuentra su terapéutica; allá el. O del que se ríe del ridiculizado. Prefiero la risa del que se ríe de si mismo.

Pero continuaré con lo que iba. La sonrisa o, como se llama, risoterapia que así se la denominó y tomó impulso en los años setenta y la " culpa " la tuvo Norman Cousing, editor de Nueva York, que tenía un intenso dolor vertebral y cuya afección le dejo " varado ". Fue cuando sus médicos pensaron que podría salir de su depresión provocándole la risa.

El Gordo y el Flaco (ruego a los mayores expliquen a sus hijos y a sus nietos quienes eran esta hilarante pareja) junto a los hermanos Marx obraron el milagro. El enfermo consiguió que con diez minutos de risa, le permitían, al menos, olvidarse del dolor durante dos horas.

Esta experiencia fue publicada en la revista New England of Medicine, y después en un libro, Anatomía de la risa. Sin querer pecar de presuntuoso ( habrá quien piense lo contrario ), cuando por los años sesenta " aterricé " aquí y en consulta los mayores me contaban sus múltiples dolencias...después de escucharlos en lo que podía - dado el número de ellos -les decía...pues ¡ hale! , Adiós y diga..Dios mío, lo bien que me encuentro. Dios mío, lo bien que me encuentro. ¡Ay, que hombre este!, decían cuando traspasaban la puerta de salida. Y, por supuesto, sonriendo.
¿Y si se añade esta materia como asignatura en los estudios de Medicina?. Mejor, infinitamente mejor que otras que quieren proponer.

¡Qué mundo! ¡Que España! Esta pobre España mía.

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