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OPINION
La Jornada
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Besos con veneno
El romance entre Sarkozy y Brown puede terminar perjudicando al laborismo y el abrazo de oso de Brown a Livingstone puede acabar estrangulando al alcalde londinense evitando que sea re-electo este primero de Mayo.
POR ISAAC BIGIO
ACTUALIZADO: 1 DE ABRIL DE 2008

Los franceses son célebres en el arte del romance. Sin embargo, un beso de Sarkozy en estas circunstancias puede ser hoy uno que traiga virus. La ‘luna de miel’ entre Sarkozy y Brown ocurrida cuando el presidente galo estuvo en Londres el 26 y 27 de marzo ha querido ser presentada por parte del gobierno como un paso adelante hacia una ‘entente formidable’ que mejore las relaciones entras las dos únicas potencias nucleares de la Unión Europea.

Sin embargo, las cercanías del laborismo británico hacia el conservadurismo del otro lado del canal de la Mancha pueden terminar manchando seriamente sus posibilidades en las elecciones municipales del 1’ de Mayo en Londres y las elecciones generales que se darán antes de Mayo 2010.

Sarkozy no es el mismo que hace unos meses ganó ampliamente las rondas presidenciales y las legislativas, sino el presidente francés que posiblemente más haya descendido en popularidad apenas debuta en el cargo.

El 9 y 16 de marzo los socialistas ganaron ampliamente las municipales de Francia y retuvieron París. Estos han sido los primeros comicios nacionales que han ganado la izquierda francesa, la cual ha venido de perder tres elecciones presidenciales y dos parlamentarias consecutivas. Sin embargo, ni la media británica le dio mucha importancia a estas votaciones ni los laboristas o el alcalde londinense Ken Livingstone salieron a festejar la victoria de sus camaradas galos.

El laborismo británico es parte de la internacional socialista junto a los partidos socialistas de Francia y España. No obstante, no ha mostrado como suyas las victorias que estos han tenido en las elecciones generales hispanas o en las locales galas. Teniendo en cuenta que los conservadores ingleses quieren propinarles una derrota en las municipales de Londres, donde algunas encuestas les dan una leve ventaja, el laborismo bien pudo tratar de acrecentar la idea de que hay una marea izquierdista que viene desde el continente y que debe rematar en Londres.

La evolución de la socialdemocracia y del laborismo

Sin embargo, Blair y Brown no se identifican con todas las políticas que tienen sus camaradas socialistas en el resto del continente. Mientras estos dos gobernantes británicos han ligado sus políticas externas a EEUU y a sus guerras preventivas, los socialistas del continente se opusieron a invadir Iraq y piden la inmediata retirada de dicho país. Mientras los socialistas continentales aún mantienen una prédica ‘socializante’, hablan de mantener beneficios sociales o de dar amnistía a los ‘ilegales’, el laborismo británico ha enterrado su fraseología izquierdista o socialista, plantea más duras restricciones la inmigración y quieren convertirse en el principal partido que promueva a la empresa privada.

Blair y Brown creen que su éxito consiste en haber ido distanciando al laborismo de sus pares continentales quienes aún no logran liberarse de todo su pasado izquierdista, razón por la cual, ellos creen, en la mayoría de la Unión Europea éstos han ido perdiendo el poder.

La socialdemocracia fue una de las arquitectas del estado de bienestar social al culminar la II Guerra Mundial. Sin embargo, esas políticas tuvieron fuerza cuando el mundo aceptaba muchas medidas keynesianas y el temor al ‘comunismo’ hizo que Europa occidental crease un colchón de reformas sociales. Empero, a medida que la globalización liberal fue avanzando y se desplomó el bloque soviético, esa red de proteccionismo social empezó a ser vista en círculos dirigentes como algo caro e innecesario (pues el peligro rojo se había desvanecido) y como una traba que impedía poder atraer más capitales o competir en el mercado mundial.

De allí que los partidos comunistas y socialistas en los noventas fuesen abandonando muchas de sus anteriores postulaciones izquierdistas y buscasen congraciarse con el modelo monetarista en auge. De todas las secciones importantes de la socialdemocracia la que más lejos llegó en esa ruptura y cuyo ejemplo ha querido ser imitado e otras partes del globo es la el laborismo británico. 

Blair y Brown se jactan de haber ido ‘des-socializando’ al laborismo hasta convertirlo en un ‘partido del centro radical’ que en muchos sentidos no es sino una versión más ‘moderada’, ‘liberal’ y pro-europea del conservadurismo. Gracias a ese giro hacia la derecha ellos conciben que lograron capturar la ‘Inglaterra del medio’ en las tres elecciones generales que ellos vencieron consecutivamente (1997, 2001 y 2005).

Los ‘nuevos laboristas’ por lo general se han sentido más a gusto con Berlusconi y Aznar, con quienes fueron a la guerra de Iraq, que con sus camaradas socialdemócratas que depusieron a esos gobiernos para desasociarse de estas intervenciones.

También creen que su acercamiento a EEUU y a políticas monetaristas ha beneficiado al Reino Unido quien se ha convertido en el principal socio de la principal potencia. Ello, a su vez, ha permitido que el laborismo por primera vez en su historia haya ganado ter selecciones generales consecutivas mientras que la socialdemocracia europea ha ido perdiendo el poder en la mayoría de las partes (salvo excepciones como España). 

Con este giro ellos empujaron a  los ‘tories’ a buscar preservar su identidad como partido moviéndose hacia la derecha dura y anti-europea convirtiéndose en el vocero de quienes piden menos inmigrantes y defender la libra y el orden.

La distancia de Brown ante los socialistas continentales puede convertirse en un búmeran contra él

Sin embargo, el panorama ha cambiado pues el ‘boom laborista’ llegó a su fin, la recesión se inicia y los conservadores han girado al centro obligando a que ahora sea Brown quien les copie sus propuestas y con ello aparezca menos consistente que ellos.

Muchas propuestas económicas, tributarias y migratorias del actual gabinete son basadas en ideas generadas en el conservadurismo. Por su parte el giro a la derecha ya le ha dejado de ser beneficioso al laborismo pues vienen perdiendo peso en la ‘Inglaterra del medio’ y también dentro de sus bastiones históricos. En las naciones celtas (Gales y Escocia) los nacionalistas ganan y han llegado recientemente al gobierno de Edimburgo. En las minorías étnicas los laboristas pierden terreno ante los liberales o ante los izquierdistas de ‘Respect’. Varios sindicatos (como los de bomberos o transporte) se le han separado (una de las características del laborismo es que fue fundado por los sindicatos quienes siguen siendo su principal fuente de financiamiento). En algunas zonas industriales la ultraderecha xenofóbica y filo-nazi (NBP) le ha ido minando entre sectores obreros y desocupados blancos. Por último, el laborismo ha pedido a la mitad de sus afiliados.

El giro al centro y el ‘nuevo laborismo’ ya son cosas el pasado y el grupo en torno a Blair y Brown no se renueva.  La iniciativa ha pasado a David Cameron, el primer líder conservador en colocarse por delante en las encuestas en década y media y el primero en haber conseguido 16 puntos de ventaja sobre el laborismo en un cuarto de siglo.

Más joven, mejor orador y menos ensuciado con maniobras él aparece ante muchos con un aire de renovación ante Brown, a quien se le presenta como el hombre que dese hace un oncenio administra la economía británica y que hoy está por llevarla hacia la recesión.

La manera en la cual Brown busca evitar que los ‘tories’ le superen es acercándose a sus posiciones. Esta jugada, que a veces da resultado, puede acabar llevando a un mayor descrédito suyo y  a que él se vaya desgastando imponiendo medidas impopulares de sus rivales quienes le utilizarán para que haga parte de su trabajo hasta que ellos se muestren más consistentes con esas propuestas y les releven en el poder.

Durante una década a Tony Blai no le importaba que algunos de sus críticos dentro del laborismo le tildaran de ‘tory’ Blair. En el fondo, él creía que el gran error del laborismo es haberse distanciado del liberalismo y que la mejor manera de mantener a los conservadores fuera del poder es empujando a éstos más hacia la derecha mientras que el laborismo se torna una versión ‘light’ y ‘moderna’ del conservadurismo.

Esta estrategia ya está llegando a su fin. Con Cameron los conservadores ya no quieren jugar ese juego. En su última conferencia de marzo los ‘tories’ han dejado de hablar tanto de inmigración, crimen y euro-escepticismo para querer plantearse como e partido más amigo de las familias; aquel que ofrece descanso médico para lo padres cuyas parejas acaban de tener un bebé y más visitas sociales para ayudar a las madres que recién han dado a luz. El busca convertirse en un campeón del ecologismo y del humanismo, siguiendo la ruta del partido ‘moderado’ sueco que logró que la derecha destrone a una de las principales socialdemocracias del mundo.

Si Blair y Brown cambiaron el nombre y el logo de su partido hacia el de ‘nuevo laborismo’, Cameron ha remplazado el anterior símbolo de la antorcha por el del árbol y ha hecho que su color azul ya no sea tan fuerte y aparezca junto al verde medio ambientalista.

Ante el reposicionamiento el conservadurismo Brown ha sido incapaz de mostrar nuevos cambios en su partido. Llegó al premierato impidiendo una elección interna en su partido y luego negándose a convocar a elecciones generales. Sus discursos no calan y él se ha venido derrumbando en las encuestas.

Rehuyendo la polarización izquierda-derecha

 Hasta antes de Blair el laborismo solía usar la táctica de los socialistas europeos de polarizar al electorado entre derecha e izquierda. Esto le daba en la mayoría de los casos mejores chances para ganar al municipio de Londres pero, para Blair, eso había llevado a que su partido se marginase y luego se dividiese a inicios de los ochentas.

El ‘nuevo laborismo’ surgió buscando capitalizar el voto tradicional de la izquierda más el de sectores medios y empresariales históricamente ligados al conservadurismo. El nuevo laborismo rehuía frases rojas o izquierdizantes y buscaban aparecer copando el centro.

Cuando Livingstone ganó la alcaldía de Londres en el 2000 él también no quiso usar el color rojo (sino el lila) y su propaganda no insistía tanto en planteos sociales sino en su experiencia en el anterior Gran Consejo de Londres y en su imagen de víctima de una maniobra y expulsión burocrática hecha contra él por parte de Blair. En el 2004 él volvió a ganar tras haberse reincorporado al laborismo aunque sin despertar tanto entusiasmo y viendo como los conservadores les ganaron dentro de los 25 miembros de la asamblea de Londres.

Hoy Livingstone sabe que puede perder la alcaldía. Si él se hubiese mantenido como un independiente tal vez tendría mejor posibilidades de ganarlas. Sin embargo, él no quiso generar su propio movimiento.

Muchos en la izquierda laborista creen que salirse del partido equivale a un beso de la muerte. Arthur Scargill, el líder de los sindicatos y la huelga minera de 1984-85, cuando fundó el Partido Laborista Socialista (SLP) terminó creando una secta que ya ha quedado relegada. Cuando el parlamentario escocés George Galloway fundó ‘Respect’ él logró ciertas votaciones importantes en el este de Londres y otras zonas con población musulmana, pero su movimiento se ha dividido y caído y difícilmente él logre ganar una de las 25 sillas de la Asamblea de Londres (a la cual él ahora postula).

Dado que el sistema británico no se basa en la representación proporcional (como en Europa) esto impide el que partidos a la izquierda de la socialdemocracia puedan tener un porcentaje significativo o una presencia orgánica en el parlamento, tal y cual pasa en otros países del continente.

Livingstone, al retornar al partido laborista, buscó evitar tener que competir contra otra fuerza y beneficiarse de su aparato, el mismo que estaba en auge cuando Blair derrotaba a los ‘tories’. Sin embargo, tras que Brown se negó a llamar a elecciones generales y una serie de escándalos se han ido juntando y sumando a la quiebra del banco Northern Rock y el inicio de la caída de la economía, el laborismo se ha ido tornando en un factor que mina a Livingstone.

El propio alcalde de Londres no ha querido jugar a la carta que tuvo cuando lideró a Londres en 1981-86 y atacó duramente a Thatcher. Esta vez, pese a que Brown invitó a la ‘dama de hierro’ a posar con él y él se ufana de mantener muchas de sus recetas monetaristas, Livingstone no se ha atrevido a confrontarle.

Es cierto que Livingstone no sigue toda la línea oficial del laborismo, especialmente en política externa, donde él rechaza a la guerra de Iraq, apoya a Chávez y a Castro y acusa a Bush (aliado de Brown y Blair) de ser una amenaza para el planeta. Sin embargo, él no ha cuestionado las principales políticas domésticas del gobierno y tampoco se sumó al desafío que el izquierdista John McDonnell hizo a Brown al postularse como candidato a disputarle el liderazgo del partido.  

Livingstone ha decidido pelear estas elecciones municipales buscando centrarlas en temas puramente locales y en cuestión de personalidades. Ataca a su contrincante tory Boris Johnson de ser un racista, un homofóbico y un excéntrico. A los sectores medios y empresariales él quiere demostrarles que él ha reducido la contaminación y la congestión en el centro de Londres y hasta dentro del tradicionalista diario The Times se le reconoce por haber hecho que los londinenses se movilicen más en transporte público o bicicletas. También sostiene que su gestión ha promovido la cultura y la multi-culturalidad de esta urbe y que con él el crimen se ha reducido. El se vanagloria de haber sido uno de los gestores de haber logrado que Londres derrote a París y a otras urbes para conseguir ser la sede de las Olimpiadas del 2012.

El quiere mostrar que ha dejado de ser el ‘radical’ de los ochentas. Se ha opuesto a una huelga del transporte llamando a que se rompa los piquetes de huelga. Ha condenado una protesta de los padres que no les dejan ver a sus hijos acusando de desquiciado a uno de sus activistas que estuvo varios días colgado en un puente vestido como Spiderman cuestionando porque no puede ver a sus chicos. Ha demostrado ser una persona muy bien relacionado con la policía a punto que el actual jefe de la policía metropolitana, Sir Ian Blair, logró mantenerse en el cargo gracias a que él lo defendió a capa y espada cuando un tribunal halló a su cuerpo responsable de haber cometido muchas negligencias en el asesinato del joven brasilero Jean Charles de Menezes en julio 2005.

Por su parte, Livingstone sigue manteniendo cierta autoridad dentro del electorado tradicionalmente izquierdista. Pese a que él apoyó los bombardeos contra Serbia, él ha sido un gran opositor a la invasión a Bagdad. Pese a que él se enfrenta al sindicato de transporte él ha logrado subsidiar los pasajes a los sectores más pobres gracias a un acuerdo con Chávez quien le surte de gasolina abaratada.     

Livingstone se cuida de no aparecer con Brown ni que su propaganda tenga un sello laborista. También se cuida de distanciarse de la izquierda. El ha hecho un pacto con los verdes para apoyarse mutuamente en la segunda vuelta, pero no ha hecho ningún trato con las dos listas de Respect, el cual obtuvo en el 2004 mejor votación para la alcaldía que los verdes.

Por su parte la izquierda se ha quedado entrampada. A diferencia de las parlamentarias donde es muy difícil disputar un escaño, en Londres hay una asamblea de 25 miembros y toda fuerza que supere el 5% de los votos consigue un puesto. En el 2004 Lindsey Geman de ‘Respect’ por pocas décimas no logró ello.

Esta vez la izquierda bien pudo haber canalizado el descrédito del laborismo y presentar una lista unida. Sin embargo, en vez de ello ‘Respect’ se ha dividido. Galloway quiere mantenerse como un caudillo ligado a capas medias y acomodadas musulmanas, las cuales son hostiles al aborto y a los gays, mientras que los del Partido Socialista Obrero (SWP) de Lindsey German son feministas y partidarios de una revolución socialista.

Ambos sectores al dividirse se estarían auto-anulando. Sin embargo, esa acción, además, evitó que la izquierda pudiese tratar de organizar a los sindicatos y organismos vecinales que resisten al laborismo en un frente común, por lo que sus chances en estos comicios no son fuertes.

Hay un giro hacia el conservadurismo que puede beneficiar a Johnson

El desgaste del laborismo viene siendo capitalizado de distintas maneras. En Escocia y Gales son los nacionalistas quienes más crecen planteando políticas sociales que están a la izquierda de éste. El nuevo gobierno del Partido Nacionalista de Escocia (SNP) propugna las recetas médicas y la educación universitaria gratuitas, mientras que en Inglaterra el laborismo instauró el pago de matrículas y plantea restringir los servicios de salud gratuitos a los no ciudadanos.

Si en el ‘arco celta’ son los nacionalistas quienes por la izquierda crecen a expensas del laborismo y en esos lugares el conservadurismo sigue relativamente marginado, en Inglaterra (donde vive más del 80% de la población del Reino Unido) son los ‘tories; quienes capitalizan el descrédito del gobierno.

Los conservadores son una forma de nacionalismo inglés. Mientras el nacionalismo en Gales y Escocia se resiente de los poderes de Inglaterra y adopta un lenguaje social y pro-europeo, el nacionalismo tory es ‘unionista’ (quiere limitar las autonomías), opuesto al euro, cuestionador de la Unión Europea y partidario de ‘menos impuestos y más promoción a la libre empresa’.

Cuando Brown llegó al gobierno él tuvo la oportunidad de darle un golpe a los ‘tories’. Las encuestas le daban diez o más puntos de ventaja sobre el líder conservador David Cameron. Sin embargo, él empezó a mostrar manipulación cuando coqueteó con adelantar las elecciones y al final no lo hizo por riesgo a no sacar una alta votación. Luego vinieron una serie de ‘destapes’, la quiebra del banco Northern Rock y el inicio de la recesión.

El desplome de Brown ha sido ampliamente canalizado por David Cameron quien, a su vez, produjo un cambio en el partido del liberalismo democrático haciendo que su nuevo líder Nick Clegg haga girar a su partido hacia el centro tras haber querido quitarle puntos al laborismo ubicándose ligeramente a la izquierda de éste.

Durante una década el laborismo arrinconaba a los conservadores enrostrándoles haber sido el partido que generó la inflación, el desempleo y las reposiciones de viviendas en los noventas. Sin embargo, a medida que esos tiempos se van alejando y el conservadurismo subsana sus divisiones y se revitaliza con un mensaje hacia el centro, los tories pasan a la contraofensiva.

Cameron no es otro de los antiguos líderes laboristas centrados en un discurso muy de derecha, anti-inmigrante, pro-policías y de corte radical de impuestos. El ahora apela a mantener ciertos subsidios (o extender algunos hacia los padres de familia), a proteger al medio ambiente e incluso se da el lujo de aparecer más radical que Brown cuando plantea que se le cobren impuestos a los ‘non-dom’ (los súper-ricos que adquieren el status de no domiciliados con lo cual se les exonera de tributos) y que se anule el intento de crear carnés de identidad.

Ahora que la crisis económica empieza los laboristas dicen que ésta no depende de lo que pasa en su país sino en el mundo y, fundamentalmente, de EEUU. También arguyen que Reino Unido está mejor preparada que antes debido a que la tasa de desempleo, inflación e intereses no es tan alta como la que hubo cuando la crisis golpeó al anterior gobierno conservador.

No obstante, el conservadurismo aparece cuestionando a un gobierno que está administrando una recesión y a quien acusa de haberla acentuado gastando tanto dinero. Los ‘tories’ afirman que mientras EEUU y otras potencias tratan de enfrentar al declive económico reduciendo impuestos y dando incentivos a la libre empresa, Brown aumenta los impuestos (los mismos que no son a las grandes fortunas sino a los consumidores).

El binomio Cameron-Johnson

Cuando se inicia el mes final en la contienda para elegir al municipio de Londres, los conservadores llegan con unos diez puntos de ventajas en las encuestas. El principal diario para la ciudad de Londres, el Evening Standard, desde hace mucho está en una abierta campaña para tumbarse a Livingstone a quien acusan de corrupto, camarillero y manipulador. Mientras los sondeos que éste publica muestran que Johnson ganará ampliamente la primera y segunda vuelta, AM, el diario gratuito financiero de Londres, sostiene que el mundo de los negocios se une tras Johnson y que en las apuestas él tiene una fuerte ventaja.

Johnson tiene a su favor el estar cabalgando con la marea azul que viene creciendo tras el declive laborista. Por otra parte, tanto él como David Cameron, han sido electos en comicios internos compitiendo con otros rivales. Gordon Brown, en cambio, impidió una elección interna en su partido. Luego no quiso convocar a una elección general y hace poco acaba de vetar ir a un referendo sobre el nuevo tratado europeo de Lisboa, pese a que anteriormente prometió que iría a un plebiscito para aprobar o no una constitución de la UE.

Livingstone tampoco fue proclamado candidato en una interna y es acusado de autoritarismo. Los conservadores se muestran más democráticos, más jóvenes (recién están iniciando los cuarentaitantos años de edad mientras que Livingstone y Brown ya tienen un cuarto de siglo en puestos públicos) y más unidos (hacen campaña juntos bajo el membrete conservador, mientras que Livingstone no quiere usar la simbología laborista ni aparecer mucho con el desgastado Brown).

Livingstone ha escogido hacer una campaña donde él se auto-proclama como “EL candidato de Londres” quien compite contra el “cañón flojo” de Johnson, el mismo a quien él presenta como un ‘bufón’ quien no ha nacido en esta ciudad (sino en EEUU) ni es parlamentario por un distrito de ésta.

A pesar de sus credenciales y de su discurso londonista, Livingstone debe recibir toda la pesada carga del desgaste del laborismo y de Brown.

Si en Francia y España los socialistas han avanzado es presentándose como partidos más hostiles hacia ir a nuevas guerras y a reformas monetaristas que puedan perjudicar a los más necesitados. En Reino Unido, en cambio, el laborismo detenta el gobierno que más  intervenciones militares externas ha liderado en décadas (son cuatro: Sierra Leona, Yugoeslavia, Afganistán e Iraq) y viene propiciando nuevos recortes a los beneficios y a los inmigrantes.

El propio laborismo ha venido enajenando a sus propias bases sociales, quienes hoy no se encuentran muy entusiastas de defenderlo,  mientras que ahora los sectores medios que temporalmente atrajo desde los conservadores van poniendo sus expectativas nuevamente en los azules a quienes ven que se re-fortalecen.

Livingstone trata de ganar votos dentro de las minorías étnicas diciendo que él ha estado por la amnistía a los irregulares y por un Londres más pluri-cultural. Sin embargo, su partido ataca mercados étnicos, hace redadas para cazar a los ilegales y cerrar tiendas que les emplean y se enfrentó al movimiento que pedía que se haga justicia al brasilero jean Charles de Menezes con la renuncia de la autoridad policial responsable.

El tampoco ha hecho nada por darle el voto a los residentes extranjeros en Londres. Curiosamente los foráneos de la UE o la Commomwealth  sí pueden sufragar, aunque recién hayan llegado a esta urbe, pero no los más de medio millón de latinos que aún no son ciudadanos, pese a que muchos de ellos viven allí desde el milenio pasado.

El giro hacia la centro-derecha que se ve en Inglaterra puede terminar haciendo que la izquierda dura no entre a la Asamblea pero que sí permita que, por primera vez, los neonazis del BNP (Partido Nacionalista Británico) leguen a ésta.

Sin que haya esta vez una elección al parlamento europeo (como la hubo en mayo 2004, al mismo tiempo que las municipales de Londres), la cual benefició al Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) -una fuerza que solo saca votos en este tipo de comicios planteando rechazar a la UE- y teniendo en cuenta que el UKIP se ha dividido, es probable que el BNP, fortalecido en ciertas elecciones locales, en su organización y en capitalizar a la clase obrera blanca descontenta con el laborismo, sea una sorpresa.

Si Brown y Livingstone hubiesen tratado de montarse en la ola pro-socialista que venía de España y Francia sus chances hubiesen mejorado. En vez de ello Brown le dio a Sarkozy el mejor recibimiento que Londres le haya dado a un presidente francés en décadas, con lo cual no puede canalizar esa ola anti-conservadora.

A estas alturas resulta muy difícil evitar que los conservadores logren ser la primera fuerza dentro de la Asamblea de Londres o que vuelvan a ganar en la mayoría de las 15 zonas londinenses donde se elige directamente un representante ante ésta. Sin embargo, aún Livingstone puede dar una pelea y dar la sorpresa de volver a ganar la alcaldía.

El ha dicho que esta es la batalla más difícil de su vida, es un maestro en las tácticas y es, posiblemente, el laborista más popular que hay.

Una eventual victoria tory en Londres haría que por primera vez la alcaldía de esta urbe, creada en el 2000, pase a manos de la derecha. Livingstone dirá que eso es un desastre pues afectaría sus programas de transporte y vivienda abaratadas y al carácter multi-étnico y moderno que ha querido imponerle a Londres. Los conservadores, por su parte, verán ese triunfo como una escalada para minar y deponer al laborismo y hacer un gobierno que quiera dinamizar la economía fomentando menos impuestos pero más privatizaciones y concesiones a los inversionistas  y que también trate de controlar más a la inmigración y al crimen.   

Mientras para Brown es una cosa positivo estar tan cercano al presidente francés y para Livingstone el estar dentro del partido oficialista, lo cierto es que la alianza del nuevo laborismo con los conservadores europeos al final termine trabajando a favor de los ‘tories’ y que el gobiernismo de Ken termine siendo su talón de Aquiles.   

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