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OPINION
La Jornada
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La Ranita y el Escorpión
Definitivamente sus amigas ranas tenían que ser unas envidiosas
POR RODRIGO SOLÍS
ACTUALIZADO 1 DE AGOSTO DE 2008

Había una vez una Ranita muy mona que, sentada a la orilla del río, miraba embelesada lo bonito que se veía su verde reflejo. Eso hacía cuando se le acercó un Escorpión, famoso en el reino animal por usar cremas rejuvenecedoras y pomadas para quemar grasa para estar siempre muy guapo. La Ranita sintió un sobresalto al reparar en la presencia del Escorpión, un poco por el miedo de ver que se le acercaba aquel arácnido venenoso del cual se contaba gran cantidad de historias feas, y otro tanto porque el Escorpión metrosexual era tan guapo que hizo que su corazón de rana latiera fuertísimo contra su pecho.

El apuesto Escorpión era famoso en los alrededores del río por ser el animal más hermoso de todos pero también el más malvado. Igual se decía que era tan elegante y que combinaba tan exquisitamente sus ropas de diseñador europeo que ninguna rana del río se resistía a sus encantos. "Nena, soy muy sensible / sólo quiero tener una bonita amistad contigo / no tengas miedo, que no muerdo / te prometo que no te va a doler / eres la más guapa de todas…". Esas eran algunas de las artimañas con las que el Escorpión enamoraba a sus victimas, y si alguna no se tragaba sus encantadoras palabras, se decía que llegaba al extremo de decirles: "Te amo niña, eres única y por eso nunca voy a dejarte".

Todo esto y otras muchas cosas peores había escuchado de boca de sus mejores amigas ranas la guapa Ranita cuando vio aparecer al Escorpión. Pero la Ranita, después de echarle una furtiva mirada al Escorpión, decidió que un tipo que usaba mocasines blancos no podía ser tan malo.

-Hola niña –dijo el Escorpión con una pícara sonrisa que mostraba el excelente trabajo que realizó con su dentadura el dentista.

-Hola –respondió tímida la Ranita, intentando no derretirse.

Definitivamente sus amigas ranas tenían que ser unas envidiosas. Imposible que un sujeto con dientes tan blancos pudiera ser tan malo, así que la Ranita echó un último vistazo a su reflejo en el río para comprobar que estaba presentable y se puso a platicar con el Escorpión. Charlaron durante quince minutos que a la Ranita se le pasaron como agua, pues el Escorpión había resultado ser un tipo de lo más culto. Hablaron de la operación de nariz de Ashlee Simpson, del nombre que le pondría a su nuevo hijo Britney Spears, de las tendencias de la moda para la temporada otoño-invierno, y de los últimos escándalos de la realeza británica. Gran tipo el Escorpión, sin duda.

Cuando la tarde empezaba a caer, el Escorpión miró su Rolex y con un gesto de desgano en el rostro le dijo a la Ranita:

-Oye niña, me encantaría quedarme un ratito más pero mi Lamborghini está en el taller y si no me apuro van a cerrar.

-Uy, que mal, no me digas –dijo la ranita poniendo el rostro aun más compungido que el del guapo Escorpión.

 -Sí, o sea, lástima que el taller esté del otro lado del río –dijo el Escorpión meditabundo mientras se acariciaba su depilado pecho-. ¡Tengo una idea! ¿Por qué no me das un aventón en tu espalda y así podemos seguir platicando?

La Ranita, una chica tan buena como su memoria, enseguida recordó que sus mejores amigas ranas le habían dicho que el Escorpión se dedicaba a engañar  todas las ranas pidiéndoles aventones al otro lado del río, para luego, al final del trayecto, clavarles su letal aguijón en el culo.

-¿Qué dices, niña? –preguntó el Escorpión mirando de nuevo su Rolex-. ¿Me das el aventón?

Naturalmente, tenían que ser chismes lo que sus amigas ranas decían, solo una imbécil podía creer que un Escorpión con tan buenas maneras hiciese algo tan terrible. Además, esas historias tan feas no tenían lógica alguna, ya que si el Escorpión llegaba a clavarle el aguijón, él sería el primero en morir ahogado, pues así como era bien sabido que los escorpiones eran dueños de un poderoso aguijón también era del dominio público que no sabían nadar. "Vaya mala prensa que se le llega a hacer a los buenos tipos", pensó la Ranita, para luego acceder a la petición del cuerísimo Escorpión que ni tardo ni perezoso brincó sobre su verde lomo.

Durante el trayecto por las peligrosas aguas del río, la Ranita sintió estar como en un cuento de hadas: el Escorpión le acariciaba con sus delicadas tenazas la espalda de tal forma que le hicieron sentir el batracio más feliz de todo el río. "Nena, soy muy sensible / sólo quiero tener una bonita amistad contigo / no tengas miedo, que no muerdo / te prometo que no te va a doler / eres la más guapa de todas…", estas y más cosas iba diciéndole el Escorpión, y la Ranita fue tan pero tan feliz que de un momento a otro creyó que explotaría de placer. Sin embargo, lejos de explotar de placer, lo único que explotó fue su culo.

"Oh, no", pensó la Ranita, no podía ser cierto. Pero sí. La Ranita había sido picada por el galán Escorpión, y mientras el mortal veneno se extendía por todo su flacucho cuerpecito, dijo:

-O sea, wey, no manches… ¿Por qué has hecho eso? 

Y el Escorpión, mostrando sus blanquísimos dientes en una ancha sonrisa (resplandecían como perlas aún cuando estaba a punto de ahogarse), respondió:

-Sorry Ranita, no he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme gracias a MTV, VH1, E! y Fashion Tv. Pero no te preocupes, que aquí la única que se ahoga eres tú.

Al escuchar esto, la Ranita con su último aliento de vida dijo:

-¡O sea, hellooooo! Los Escorpiones no saben nadar.

-Ay, Ranita, me encantaría quedarme un rato más a explicarte la naturaleza de las ranitas bonitas como tú, pero tengo prisa, sabes, chao, nos vemos luego, en otra vida, tal vez. 

Una Ranita bien mona que observaba su verde reflejo del otro lado de la orilla del río, al ver a lo lejos como se ahogaba un Escorpión vestido con finas ropas de diseñador europeo, no pudo más que ir a su rescate.

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