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ACTUALIZADo 27 de ABRIL de 2009
El deshumanizado trabajo humano
Ciertamente la Organización Internacional del Trabajo se desgañita en llamarnos la atención, porque los obreros viven inmersos en inconcebibles tragedias
por Víctor Corcoba Herrero
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Si vivir, por si mismo, ya es conocimiento, trabajar debiera ser una manera de realizarse humanamente. No lo es, en la medida que a las personas se les trata como muñecos productivos. Es cierto que el trabajo forma parte de la literatura de la vida. Uno va injertando sudores en el cuerpo hasta descubrirse como obrero e intimar con el más recóndito lenguaje del hacer. Por la existencia perennemente hay que hacer algo, es ley de vida. Ganársela para merecérsela, que se dice. Al fin y al cabo, siempre es lo mismo, el amor que pongamos es lo que importa. “Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo”- dijo Benito Pérez Galdos-, y cuánta razón tiene. Aunque empieza a despuntar lo saludable que es la conciliación familiar, aún no suele pasar de ser un mero pregón político, puesto que está muy enraizado el servilismo en la sociedad, y la oferta del indecente trabajo en el mercado laboral. Consecuencia de todo ello: que una parte de la engañada clase obrera no puede coger el sueño porque su trabajo pende de un hilo y la otra, sumida en la desesperación, acrecienta las estadísticas de los brazos hundidos. Otros y unos, unos y otros, se ahogan en la insatisfacción y el desespero. Esta es la triste realidad, la única verdad, por más que quieran taparnos los ojos con metáforas siderales.

Ciertamente la Organización Internacional del Trabajo se desgañita en llamarnos la atención, porque los obreros viven inmersos en inconcebibles tragedias, del esto es lo que hay laboralmente: o lo tomas o lo dejas. Tenemos la letra de los elementos fundamentales de la construcción del Programa de Trabajo Decente, que la OIT nos pone en bandeja, pero nadie atina a ponerle la música para que todo el mundo, empleadores y empleados, bailen al mismo son, a favor de la creación de empleo – incluidos los empleos verdes - por empresas sostenibles; de la solidaridad bajo la forma de la protección social; de la defensa de las normas y los principios fundamentales en el trabajo; y del aprovechamiento del poder creativo del diálogo y la negociación colectiva para encontrar las mejores soluciones. Para servidor que hemos vuelto a la época más arcaica de la esclavitud, a la situación descarada por el cual una persona está bajo el dominio de otro, perdiendo la capacidad de disponer libremente de sí mismo. El látigo de las deudas adquiridas en las entidades crediticias nos impide sacar pecho. El hacha de los impuestos, los intereses, las amenazas empresariales, nos sacan de quicio. Todo este entramado de despropósitos, nos hace perder el sentido común, el pentagrama de la constancia, del método y de la organización. Ahora solo hay leones y ratas en el tajo, víboras que trepan y abejorros que nos entretienen para robarnos nuestro futuro a su antojo.

Hay que poner en el planeta la justicia social, plantarla e implantarla como fe de vida, y hacer valer el trabajo como deber y derecho ciudadano, más allá de las leyes, porque todo el mundo ha de tener la oportunidad de acceder a un trabajo productivo bajo condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. Noventa años lleva la Organización Internacional del Trabajo impartiendo y repartiendo voces en beneficio de una globalización equitativa que no llega. El trabajo todavía no endulza la vida a los que quieren endulzarse de trabajo. Es una lástima, puesto que realizado con una pizca de amor y otra pizca de ilusión, siempre es una creación original y única, que nos aleja de la ociosidad y del limosneo. Ante la crisis económica, hay que priorizar, evidentemente, y la prioridad son los trabajadores y sus familias. Erradicar la pobreza e incorporar la paridad de oportunidades, es justo lo que es justicia. Asimismo, urge reventar, la inmoralidad del libre mercado. Necesitamos valorar, cuidar y promover nuestras fuentes generadoras de empleo; engrandecer, expandir y dignificar el trabajo como uso habitual, hacerlo cada día más humano, comprender que un trabajo reconocido, reconforta, y que debe ser dignamente remunerado, para que pueda sustentar a una familia, el pilar de nuestra sociedad.

También advierto que la ciudadanía empieza a estar cansada de sermones, quiere que se pase de los hechos a las obras, desea de sus dirigentes mayor coherencia entre lo que se predica y lo que se vive. La cantinela de que frente a la crisis: empleo, inversión pública y protección social; ya la conocemos. Pero, ¿cómo, a qué precio, y quién está dispuesto a pactar y a dejarse la vida por los excluidos de este injusto sistema productivo, cuajado de corruptos que despilfarran lo que no es suyo? Además, ¿cuál es la motivación para permitir el quebranto a las reglas de la conducta decente y el engaño permanente a los pobres? En cualquier caso, lo único incuestionable al día de hoy, es que el desempleo y la exclusión, es un gigante en el mundo; y, en España, un coloso al que hay que frenarle con un pacto social de todas las fuerzas políticas, económicas y agentes sociales. Para más penuria y dolor, ¿por qué se vienen recortando derechos a los trabajadores como nunca, lo que contribuye a reanimar y reavivar el conflicto entre el mundo del capital y el mundo del trabajo? Unida a la inseguridad en el trabajo, a las restricciones salariales, el deshumanizado trabajo campea a sus anchas como toro desbocado.

Sorprende, pues, que ante tantos calvarios y dramas, los movimientos de solidaridad en el campo del trabajo, o los mismos sindicatos, no trabajen a destajo y propicien diálogos permanentes en un momento de tantas dificultades para muchas familias. Más que nunca es preciso colocar el tema del empleo en el centro de las políticas económicas y sociales. De igual modo, más que nunca es necesario crear oportunidades para todos en pro de una justa globalización, avalado por el dialogo y la protección social. No se trata de sobrevivir, sino de vivir todos con todos, no todos contra todos. La solución es la solidaridad como título preliminar, seguida de una mayor transparencia de las situaciones y de un respeto a la inversión en capital humano. Un poco de humanidad.

*corcoba@telefonica.net

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