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ACTUALIZADo 25 de mayo de 2009
Apuntes para una ética global
Todas las acciones humanas deben estar regidas por la ética
por Gustavo-Adolfo Vargas*
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La ética es un conjunto de valores comunitarios, aceptados como buenos por un grupo dado en un tiempo determinado. La moral es un valor personal. Se ocupa de la administración que cada cual hace de su propia vida. A diferencia de la ética, que es un principio general que pretende regir la comunidad, la moral es algo íntimo: es la concepción individual del bien y el mal.

Todas las acciones humanas deben estar regidas por la ética, y con mayor razón la de conducir los destinos de los pueblos. Por ello, resulta indispensable reivindicar el carácter misional de la política y reconciliarla con la ética. De manera general, cada persona desea tener su propia forma de vida, pero la vida en comunidad le es ineludible, puesto que el individuo aislado es una abstracción que no se da casi nunca en la realidad. La política tiene que conciliar estas dos tendencias, es decir, tiene que dar forma a una organización social que las armonice.

Asimismo, cada hombre debe encontrar en su propia conciencia los consejos para vivir dignamente consigo mismo y solidariamente con los demás. La ética y la moral deben ser pues objeto de un proceso permanente e ininterrumpido de la búsqueda de perfeccionamiento, como todas las ideas que se generan en el cerebro humano.

Si así pudiéramos afirmarlo, la relación entre la ética y la moral es evidente. No obstante, la ética, lo mismo que la moral, son valores históricamente relativos, supeditados a los estados de conciencia que tienen los grupos sociales en un lugar determinado y en un momento dado.

De hecho, la historia nos enseña cómo ellos se modificaron en el curso del tiempo y a lo largo del espacio. La noción de lo bueno, de lo justo, de lo debido y de lo que ya no lo es, ha cambiado en el transcurso del tiempo. Incluso, en una misma sociedad, caben diversas concepciones éticas que corresponden al modo de ver la vida de los diferentes estratos sociales.

La política, y así lo consideramos, es un acervo de conocimientos tocantes a la realidad colectiva y a la aplicación de ellos a situaciones concretas. En síntesis, la política es fundamentalmente: poder. Ni la síntesis, ni la conciliación social, pueden lograrse sin el poder. La política, se ha dicho hasta la saciedad, debe ser el arte de lo posible, pero sobre ella se dice menos que es también el arte de hacer posible lo deseable.

La política, o su uso, no es un poder que actúa en el vacío, sino en el seno de una sociedad dada y, por lo tanto, en el marco de un territorio determinado. Es un poder que se ejerce sobre los hombres y dentro de un espacio físico que nace dentro de la sociedad y que actúa al servicio de sus tendencias.

Las ideologías políticas, las teorías económicas y, por supuesto, las acciones que en nombre de ellas se realizan, poseen siempre una ética, puesto que inevitablemente sus propuestas tienen destinatarios, a los cuales favorecen o perjudican de una manera u otra. Por ello, todas las ideologías políticas llevan implícita una justificación deontológica de sus planteamientos.

Las ideologías, al definir la organización social, señalan el papel del Estado, establecen las relaciones de producción y de propiedad, fijan los límites de la autoridad pública y los linderos de la libertad personal y todo ello, sin nunca poder prescindir de la ética. ¿Para quién se gobierna y a favor de quién se hacen las propuestas económicas? Es ahí donde radica la ética de las ideologías políticas.

El divorcio entre la ética y la política ha causado mucho daño a las sociedades y, si hay una acción humana que, por su trascendencia social, debe estar rigurosamente sometida a la ética, ésa es la política. Hay, además, una crisis de valores, una ausencia de principios y una falta de autenticidad en las posiciones que hacen juego de la política, cuando se deja al margen la ética, algo por demás contraproducente.

No hay duda de que las luchas políticas son luchas por alcanzar el poder y conservarlo, para realizar con él el orden social que se considera adecuado. Empero, todas las acciones humanas deben estar regidas por la ética, y con mayor razón la de conducir los destinos de los pueblos. Resulta indispensable reivindicar el carácter misional de la política y reconciliarla con la ética.

En la opinión de Hans Küng, uno de los grandes pensadores contemporáneos, debemos utilizar el poder económico y político para servir a la humanidad, en lugar de desperdiciarlo en implacables batallas por la dominación. Debemos desarrollar un espíritu de compasión por quienes sufren, prestando especial atención a los niños, los ancianos, los pobres, los discapacitados, los refugiados y quienes se encuentran abandonados.

Por sobre todo, debemos asimismo cultivar el respeto mutuo y la consideración, de manera de alcanzar un equilibrio de intereses razonables, en lugar de pensar sólo en un poder ilimitado y las inevitables luchas de competencia. Debemos valorar un sentido de moderación y modestia, en lugar de una insaciable sed de dinero, prestigio y consumo.

En la avaricia los seres humanos pierden sus “almas”, su libertad, su compostura, su paz interior, y con ello lo que los hace humanos”. Todo esto muestra que la reflexión sobre los valores éticos comunes, una ética global, se necesita hoy y con más urgencia que nunca.

*Jurista, Politólogo y Diplomático.

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