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actualizado 21 de junio 2010

Jóvenes que ni estudian ni trabajan
El 80% de los jóvenes declara sentirse satisfecho con su vida, pero el virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de un grupo numeroso de jóvenes
Por Herminio Otero*

Muchos jóvenes y no tan jóvenes viven en la “incertidumbre vital”. ¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Los sociólogos detectan la aparición de un nuevo modelo de actitud adolescente y juvenil: la de “los Ni-Ni”, jóvenes que ni estudian ni trabajan.

La prolongación de la adolescencia provoca que los adultos sigan demandando estar sobreprotegidos, como hijos únicos. Pero los jóvenes Ni-Ni “no están cómodos, sino frustrados, aunque traten de engañarse”, dice el sociólogo Javier Elzo. Representantes de ese 10% han sido protagonistas de un programa de televisión. Durante tres meses, 10 jóvenes, de entre 16 y 25 años, alejados de sus familias aunque en contacto con ellas, viven un proceso de reeducación terapéutica, lejos de las circunstancias que han hecho que su proceso de socialización no sea el óptimo. Alguien los llamó “cuadrilla de zánganos en prime time”. Pero viéndolos, nos damos cuenta de que realmente algo a nuestro lado no marcha bien.

El programa se inspiraba en los datos de una encuesta. El 54% de los jóvenes españoles entre los 18 y los 34 años dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado.

Acorralados por la falta de perspectivas laborales y la incertidumbre en la pareja, la Generación Ni-Ni busca vivir el aquí y ahora. Muchos jóvenes piden que los padres paguen su manutención, alojamiento y ocio, y que “papá” Estado se haga cargo de la educación: así se infantilizan al no asumir sus responsabilidades.

En España son ahora más de 700.000 jóvenes los que vienen casi exclusivamente del dinero de sus padres, pero el problema no es sólo español: más de 50 millones de jóvenes latinoamericanos están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. En México, por ejemplo, 7 millones de jóvenes ni trabajan ni estudian, no porque no quieran, sino porque no pueden, lo que supone una verdadera marginación y exclusión social, pues se ven obligados a mantener una situación forzada de ocio. Un ocio frustrante, obligatorio, impuesto, incómodo, improductivo y, por supuesto, angustiante y doloroso. Y en Argentina, son el 20% de los jóvenes entre 14 y 24 años (alrededor de 1,2 millones) los que no estudian ni trabajan. Lo malo es que la mayoría tampoco busca empleo, “una generación de jóvenes pasiva, desilusionada y sin motivaciones por el futuro”, según resume Eduardo Cazenave, profesional de la Fundación Proyecto Padres.

“Fueron beneficiados y nacieron con increíbles adelantos tecnológicos y con un desarrollo de los medios de comunicación como no existió épocas atrás. No encuentran modelos a los cuales seguir ni desafíos para alcanzar”.

Además de examinar a los jóvenes, debemos proceder a evaluar a la propia sociedad. Los jóvenes actuales han recibido muchas cosas y con gran facilidad, han vivido en entornos protegidos hasta los treinta años y han mantenido una separación muy clara entre el ámbito del estudio y el del trabajo. Se lo ha permitido la sociedad y lo han alentado los gobiernos, pensado que no tenían que pasar las penalidades de sus padres y abuelos. Pero ahora por primera vez, la calidad de vida de los hijos de clase media puede ser inferior a la de los padres.

Y eso es un problema. Muchos jóvenes están muy preparados y se sienten satisfechos con sus vidas, pero a la vez se sienten vulnerables y perdidos y no aciertan a vislumbrar una salida airosa ni a combatir este estado de cosas. Viven tiempos inciertos y, con la crisis, lo ven todo más oscuro. Crecieron en un ámbito familiar de mejora continuada de nivel de vida y ahora ven cómo se han deteriorado las condiciones laborales: sienten en carne viva la precariedad, el infraempleo… Y ven que no se valora la formación.

Con todo, el 80% de los jóvenes declara sentirse satisfecho con su vida, pero el virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de un grupo numeroso de jóvenes.

Alain Touraine sostiene que “los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva que se acaban rompiendo… No están sólo desorientados; es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detrás”. Los jóvenes y adolescentes protagonistas parecen desconocer lo que significan conceptos como honestidad, esfuerzo, sacrificio, responsabilidad, compromiso y superación.

(*)Periodista y escritor
www.telefonodelaesperanza.org

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