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actualizado 13 de octubre 2010

La mediación rusa y sus límites en el Medio Oriente
Cualquier condena rusa del colonialismo judío puede revivir problemas internos
Por Gustavo Adolfo Vargas

El pasado 06 de septiembre de 2010, los ministros de Defensa de Rusia e Israel, Anatoli Serdiukov y Ehud Barak, suscribieron un acuerdo bilateral de cooperación militar, con el fin de incrementar la colaboración recíproca en materia de lucha contra el terrorismo y la proliferación de armas nucleares. Barak declaró que Israel está decidido a intercambiar experiencia en la lucha antiterrorista con el Ejército ruso.

En la reunión, ambos ministros abordaron temas de cooperación técnico-militar y aún se desconocen detalles del acuerdo a largo plazo; sin embargo, oficiales rusos expresaron que Moscú adquirió 12 aviones israelíes no pilotados y adquirirá 36 más, valorados en U$100 millones y que 50 soldados rusos están siendo adiestrados para maniobrarlos.

El presidente ruso, Dmitri Medvédev, decretó la prohibición del suministro a Teherán de un arma clave para su defensa, los cinco sistemas de misiles S-300 que Irán compró a Rusia, cuya entrega permanecía en suspenso. Dichos artefactos podrían neutralizar el accionar de los cazas y bombarderos en un hipotético raid contra las usinas nucleares e instalaciones militares de Irán, contrarrestando su bélico poder.

El carácter estratégico (en un escenario de ataque sionista a Irán) que revestiría el sistema de defensa en manos iraníes, generó constantes presiones a Moscú por parte de EU, Israel y la Unión Europea para evitar que ese armamento llegue a Teherán. Moscú, en una jugada riesgosa, y de difícil pronóstico en las relaciones bilaterales, privó a su vital aliado de una herramienta esencial para su autodefensa, decisión que modifica el escenario de un eventual, ataque USA-israelí a Irán.

En Siria, las antiguas bases navales soviéticas han sido re-activadas, puestas nuevamente en servicio y abiertas a la flota rusa del Mediterráneo, que les ha dado un uso limitado, máxime porque la marina de guerra va a tener que reducirse en el Mar Negro. Todo acontece como si Moscú pretendiera ganar tiempo y posponer el problema israelí. Al parecer, a Moscú le cuesta trabajo consolidar su posición en Medio Oriente.

Cualquier condena rusa del colonialismo judío puede revivir problemas internos. En principio, porque el apartheid israelí se remite al tratamiento de los chechenos, o porque Rusia actúa bajo el peso del complejo histórico del antisemitismo.

Vladimir Putin ha intentado varias veces pasar la página mediante señales de gran simbología como lo es la designación de un rabino en los ejércitos; no obstante, ese tema sigue siendo embarazoso para Rusia. Israel desempeñó un papel determinante en cuanto a armar y entrenar las tropas georgianas que atacaron y mataron a ciudadanos rusos en Osetia del Sur. Rusia aún no asume las consecuencias.

El ministro georgiano de Defensa, Davit Kezerashvili, un hombre que posee doble nacionalidad: israelí y georgiana, había alquilado dos bases aéreas a las fuerzas armadas de Israel, de manera que los bombarderos israelíes pudieran acercarse a Irán y atacarlo. Moscú soportó estoicamente la afrenta, sin tomar medidas de respuesta ante Tel Aviv.

En el Medio Oriente ven con desconcierto esa falta de reacción. Es cierto que Tel Aviv dispone de numerosos contactos entre las elites rusas y que no ha vacilado en crear entre ellas verdaderas redes ofreciendo ventajas materiales en Israel a mucha gente influyente, pero Moscú dispone de muchos más contactos en Israel, con un millón de ex soviéticos emigrados.

El presidente ruso, proveniente de una familia judía convertida a la iglesia ortodoxa rusa, tiene previsto reactivar el Oblast autónomo judío de Birobidyán, entidad administrativa fundada por Stalin en 1934 como alternativa a la creación del Estado de Israel. Lo que otrora fue una república judía dentro de la Unión Soviética, puede servir en el futuro para acoger a los refugiados, quienes serían bien recibidos ya que la demografía rusa está en pleno declive.

En relación con el programa nuclear iraní, son pasmosas las vacilaciones rusas. Los comerciantes iraníes frecuentemente han cuestionado las facturas presentadas por la construcción de la central de Busher. No es menos cierto que los persas se han vuelto susceptibles a fuerza de tener que sufrir la injerencia anglosajona, pero el Kremlin también ha enviado reiteradas y contradictorias señales.

El presidente Medvedev ha conversado con los occidentales y les ha garantizado el apoyo de Rusia en el voto de las sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. En tanto, Putin asegura a los iraníes, que Rusia no los dejará indefensos si aceptan el juego de la transparencia. En el terreno, los responsables se inquieren si los dos dirigentes se han repartido los papeles en función de sus interlocutores como mecanismo de buscar más ventajas, o si la existencia de un conflicto en la cúpula del poder tiene paralizada a Rusia.

Medvedev, en la conferencia de prensa conjunta con su homólogo brasileño del 14 de mayo, declaró que había establecido una posición común con el presidente Obama durante una conversación telefónica: si Irán aceptaba la proposición que se le hizo (en noviembre de 2009) para enriquecer su uranio en el extranjero, ya no tendría sentido el prever la adopción de sanciones en el seno del Consejo de Seguridad.

No obstante, cuando Irán firmó de improviso el Protocolo de Teherán con Brasil y Turquía, Washington viró hacia atrás y Moscú se aprestó a seguirlo, violando así la palabra empeñada. Vitaly Churkin, representante permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad, descartó un elemento medular, en el contenido de la Resolución 1929 al apartar un embargo energético total -pero votó a favor-.

La Resolución, siendo ineficaz, constituye un agravio, no sólo para Irán sino para Brasil, Turquía y todos los Estados no alineados que apoyan la posición de Teherán. Tal resolución transgrede los términos del Tratado de No Proliferación el cual garantiza a todos sus signatarios el derecho a enriquecer uranio, a contrario sensu, la Resolución 1929 del Consejo de Seguridad de la ONU prohíbe a Irán hacerlo.

En forma general, los no alineados, y en forma singular Irán, han interpretado el voto ruso como signo de la voluntad de una gran potencia de frenar que las potencias emergentes logren, la independencia energética que requieren para desarrollarse en el plano económico. Será muy difícil que dejen de un lado tal suceso.

Rusia el país más grande del mundo, tiene una extensión territorial de 17.075,400 Km²., una población total de 142.000.000 habitantes, cuya densidad es de 8,3 habitantes por Km², se extiende por todo el norte de Asia y Europa tornándolo un país transcontinental. Es un Estado laico, donde la libertad de culto es garantizada por la Constitución. Según una ley de 1997, las cuatro religiones tradicionales vigentes, son la Iglesia Ortodoxa Rusa, el Islam, el Budismo y el Judaísmo.

Se estima, que existen alrededor de 20 millones de musulmanes rusos, siendo el Islam la segunda religión con más adeptos. Rusia es el sexto país con mayor cantidad de judíos después de Israel, EU, Canadá, Reino Unido y Francia; por ende, su población comprende diversas religiones. Es el gran desafío que aún no ha podido resolver y le hace enviar señales controvertidas, para mediar en los conflictos de Medio Oriente.

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