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actualizado 12 de abril 2011

Latinoamérica ambientalista, más allá de las ideologías
El ser humano, tiene la capacidad de reinventarse así mismo y el Planeta requiere esa metamorfosis
Por Lenin Cardozo

Latinoamérica ha sido muy desafortunada copiándose los modelos políticos de Europa. En definitiva, todo lo que nos copiamos nos sale mal, con tendencia a lo pésimo. Fuimos felices, antes de que llegaran los hombres a caballo al continente. De venerar a la naturaleza pasamos hacer monárquicos. Luego republicanos a ratos, capitalistas, nacionalistas, socialcristianos, socialdemócratas, socialistas puros, comunistas utópicos o clásicos, imperialistas, anti imperialistas o pro de alguien, de alguna cosa teníamos que ser, en fin, nos cuesta mucho ser nosotros mismos.

Y no conformes con los conocidos fracasos de estos enfoques (ya llevan varios de ellos hasta 100 años de “ensayo”), la creatividad nos dio por resurgir muchas de estas arrugadas ideologías, colocándoles como novedad o elemento “fashion” que ahora son del siglo XXI. Es decir relanzamos “la marca”.

Los mismos europeos concluyen, que el mundo no ha sido mejor en esa supuesta distinción entre derecha-izquierda. El filosofo italiano Norberto Bobbio, ha sido reiterativo al expresar que la vieja izquierda estatal había privilegiado la igualdad (que no consiguió) sobre la libertad (que sí pisoteó). Donde la derecha tradicional ha seguido defendiendo que lo que importa es la libertad (que buscan siempre controlar), pues la igualdad, además de inalcanzable, es indeseable pues cierra el paso a las fuerzas económicas del mercado. Y a su vez, la nueva izquierda ha sostenido la necesidad de combinar libertad con igualdad.

El Sociólogo ingles Anthony Giddens, igual expresa que las ideas de la vieja izquierda son ya obsoletas; y las de la nueva derecha también han fracasado. Aunque sostiene que la división derecha-izquierda es insuficiente porque deja de lado problemas vitales; reconoce que se resiste a desaparecer. No basta apelar a un centro-izquierda para resolver los problemas, pues hay cuestiones que necesitan políticas radicales. Y concluye, que el socialismo estatal como el neoliberalismo globalizador han fracasado. En definitiva, este plato de espagueti ideológico solo lo entienden los europeos.

América, como continente, trae ya en sus genes una cosmovisión ambientalista, que viene de sus ancestros indígenas, y en el siglo XX, las primeras acciones que interpretan con valentía la defensa de la naturaleza, surgen de la zaga del Greenpeace, en Vancouver, al oeste de Canadá. Hippies ecologistas, llamaron la atención del mundo al protestar con independencia, sin compromisos partidistas ni vinculaciones con las ideologías existentes, las pruebas nucleares en el pacifico. Luego la intolerancia y el hostigamiento, de quienes gobernaban ese país para la época, obligo a la mayoría de sus fundadores a refugiarse en Europa. Era demasiado sospechoso, en plena guerra fría, protestar para defender el planeta.

La propuesta ambientalista, no es la tercera vía, ni es el nuevo traje de una izquierda o de una derecha que ven disminuidas sus ofertas electorales. Tampoco, es una secta o alguna nueva religión. Es la única vía, para valorar la vida. Vivimos nuevas realidades que exigen a gritos nuevas estrategias. Es replantearse un cambio en nuestro contrato social sectario por un contrato natural incluyente. Requerimos códigos de ética globales. Cambiar ese conservador “sentido común”, por un sentido ambientalista.

El ser humano, tiene la capacidad de reinventarse así mismo y el Planeta requiere esa metamorfosis. Ser un ambientalista implica respetar la convivencia entre nosotros mismos, en armonía con todas las especies y proteger nuestro único hábitat, la Tierra. Pero igual es una postura comprometida, firme y activista. No actuamos como el avestruz, que ante la incomprensión o el peligro mete su cabeza en un hueco, para eludir la realidad.

Protegernos como especie y a la naturaleza, es el desafío.

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