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actualizado 19 de agosto 2011
Cartas a un joven revolucionario
Pero basta con hojear un poco lo poco de evangelios que nos permite conocer la censura eclesial
Por Marcio Vargas Aguilar
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No le pido permiso a Rilke (cartas a un joven poeta) porque está muerto y no creo que esté en condiciones de reclamar “derechos” de autor.

Además, hubo un tiempo en que fui joven y las postales de Reiner María me gustaron y sirvieron tanto que las hice mías, y por ello manoseo como propio ese título para iniciar ahora, ya viejo y cansado, una serie de mensajes que distribuiré diario a través de mi humilde medio de comunicación llamado OTRO DIA.

No tengás miedo.

Algunos curas de nuestrro patio parecen creer que esa frase es de Karol Wojtyla (o simplemente Lolek, Carlitos, como le decían sus amigos polacos), lo que podría confundir a alguien en el rìo revuelto de cada día en Nicaragua.

Pero basta con hojear un poco lo poco de evangelios que nos permite conocer la censura eclesial, y veremos que Jesús, recurriendo a las antiguas escrituras, repite eso una y otra vez, hasta el cansancio. ¡No tengan miedo!.

Es también muy usada la frase por los revolucionarios, hasta traducirla al nica en “no se me raje mi compa”.

Después de haber tenido yo el muy dudoso “privilegio” de haber sido testigo y de haber sobrevivido a los desmesuradamente intensos años de la historia contemporánea de la patria de Sandino, historia en carne viva -como diría la poeta Mistral o Godoy sobre la gesta de nuestro máximo héroe nacional-, me siento obligado a gritarle a los muchachos, como vos, que no tengan miedo a nada ni nadie.

Especialmente, a vos, luchador de la juventud patrótica nicaragüense, joven sandinista, no le temás a tus propios errores, pues los viejos sobrevivientes que nos las damos de la gran cosa por estar vivos aún, hemos cometido muchos más errores y más graves que los que puedan cometer hoy todos los jóvenes juntos.

No creás en la santidad de nadie, pues santo sólo Dios (copyriht de Jesús de Nazareth). Incluso, los grandes héroes lo son porque enfrentaron sus errores otra vez y otra vez, para levantarse y seguir en la lucha. Eso es lo que les diferencia de todos los otros, nosotros, los viejos de hoy y los que se quedaron tendidos de cansancio en el largo y doloroso camino.

Y sobre todo, quiero que sepás que la libertad que buscàs y por la que cada día muchas veces te equivocás en el camino a tomar, no es el edén, sino la máxima carga de responsabilidades que puede soportar el ser humano.

Para conquistar la libertad hay que pasar a través de la verdad, y dejame decirte, hermanito, que a eso ¡le zumba!.

Sólo unos pocos han podido continuar a través de los años, y casi literalmente “cabeceando granadas” (copyright del cronista deportivo Tijerino) para despejar ya casi en la línea de gol los ataques del adversario y los propios peligros de faltas defensivas, en el campo de juego de la vida…, en la vera del combate.

Esos son los/las líderes actuales. De ahí nuestro respeto a ellas y ellos. Y nuestro apoyo y nuestro voto, por supuesto.

Pero vos, que sos dueños, no del futuro como pretendemos hacerte creer algunos viejos miedosos de nuestros últimos días, sino que sos dueño del presente y con plenos derechos de generación, uso y propiedad absoluta del cambio de era que vivimos…, por favor, no temás.

Si caés, levantate. Enfrentá la caída, aprendé de ella y seguí después adelante sin volver la vista atrás mientras sembrás el arado en la tierra dura de la revolución.

Si descubrís con asombro que algunos compañeros se te quedan en el camino, tratá de darles ánimos al pasar, pero seguí en tu marcha a paso redoblado.

Si cuando creás que has llegado a la meta, te das cuenta que el camino que escogiste iba torcido, y lleno de abrojos, espinas y filudos gijarros, no te rajés, compita. Seguí adelante sin temor a favor de los vientos de la liberación.

Otra vez y otra vez. En la carne viva de la historia que se escribe a cada momento. Pues basta un instante de lucha, para nacer de nuevo.
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