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actualizado 8 de nov. 2011
Larga vida a Naciones Unidas
Naciones Unidas es la organización con el mayor número de resoluciones violadas en la historia de la humanidad
Por Ignacio Pareja Amador
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En la colaboración antepasada dimos un breve recorrido respecto al actuar de Naciones Unidas y sus contribuciones a la historia contemporánea de la humanidad. Esbozamos a grandes rasgos las virtudes de contar con una organización de Estados capaz de mediar las relaciones entre antagónicos, pero que no funge como un gobierno global propiamente, sino como un espacio de expresión y acción legitima de sus países miembros.

Quedaron pendientes por tanto, los retos a los que se enfrenta actualmente la organización, así como los inconvenientes que ha vivido justamente por ser sus mayores financiadores los países más desarrollados, muchos de los cuales participan permanentemente con voz y voto, en el único organismo que tiene la facultad de hacer uso legitimo de la fuerza: El Consejo de Seguridad (CS).

Pero no todos los grandes contribuyentes están en la lista del club selecto de los miembros permanentes, pongámoslo en números: Para 2009 Naciones Unidas recibió una contribución neta de casi 2.5 mil millones de dólares. Cerca del 24% del monto (598 millones) fue financiado por EE.UU, el 16.2% (405 millones) correspondió a Japón, 8.3% (209 millones) a Alemania. De ahí le siguen Reino Unido (161 millones) y Francia (153 millones). China, pese a poseer la segunda economía más grande del mundo, tan sólo contribuyó con 64.9 millones (2.5%), un monto menor a lo que aportan Italia (123 millones), Canadá (72.5 millones) o España (72.3 millones). El miembro permanente que menos financia a la organización es Rusia con 29.2 millones.

En esta breve radiografía podemos darnos cuenta de una de las razones por las que Japón y Alemania demandan la apertura de sus respectivas membrecías en el club de los permanentes. Ambos países no sólo cuentan con un amplio sustento económico que han sabido expresar en términos de liderazgo regional, sino que han demostrado que son naciones que se niegan al uso de la fuerza para incrementar su poder e influencia en el escenario internacional.

En este sentido podemos ubicar a otro par de aspirantes a la lista de quienes pretenden ser miembros permanentes. En el primer caso está la República de la India, quien ha mantenido un crecimiento económico importante (un promedio del 6.4% en la última década) y que arguye que su cualidad demográfica y su poder político regional son argumentos precisos para alcanzar este fin, pese a que sus contribuciones a la organización apenas rondan los 11 millones de dólares.

El otro aspirante es Brasil, quien ha destacado como el líder más consolidado de nuestra región, ampliando su participación diplomática a lo largo del globo y ha resistido a la crisis económica gracias a su diversificación comercial y a la penetración de nuevos mercados en Sudamérica. Esta potencia emergente tiene cualidades substanciales, pero sus aportaciones a la ONU son modestas en comparación con lo que representa el país, pues sólo contribuye al aparato de la organización con 21.3 millones, lo que lo sitúa como el segundo mayor financiador de América Latina después de México (54.9 millones).
Cabe recordar que los parámetros para la elección de nuevos miembros permanentes son la pugna y la piedra angular del debate que se desarrolla respecto a la reforma al Consejo de Seguridad, tema que tendrá una mayor presencia en los años venideros.

Sin embargo, los retos de la organización van más allá del CS. Como mencionamos en el cierre de la columna pasada, Naciones Unidas es la organización con el mayor número de resoluciones violadas en la historia de la humanidad. De las más graves podemos mencionar a quienes se hicieron de manera ilegal de armamento nuclear como Israel, la India, Pakistán y Corea del Norte, siendo los miembros permanentes quienes indirectamente apoyaron a que fuera posible esta nuclearización por fines meramente geopolíticos.

Sin embargo, detrás de todos los intereses, llámense económicos, políticos o estratégicos, el fin de Naciones Unidas nunca ha sido legitimar las acciones de unos en contra de otros, la ONU nació para que el despotismo entre los Estados desapareciera, para que los países se concibieran como iguales, dotando de voz a todos los miembros en una Asamblea General, pero limitando la evidente diferencia de poderío mediante un órgano ejecutor (CS).

Por lo tanto, el gran triunfo de Naciones Unidas ha sido contribuir al alcance de 66 años de paz global, pero si el organismo trasnacional más representativo del planeta no se reforma y no se adapta al nuevo contexto global, puede que su objetivo se desdibuje en algunos años.

La única manera de que los seres humanos convivamos en paz es respetando a las instituciones, sin un orden adecuado, el sistema de fuerzas y poderes puede corromperse, dejando que sean las ambiciones y pasiones de algunos líderes las que definan el destino de nuestra comunidad global, por ello deseamos “larga vida a Naciones Unidas”.

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