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actualizado 28 de sept. 2011
Turquía resurge como potencia regional
Turquía ha sustituido a Irán como punto referente para los políticos islamistas de naciones recién liberadas
Por Gustavo Adolfo Vargas*
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País ubicado en Asia y Europa, se extiende por toda la península de Anatolia y Tracia en la región peninsular de los Balcanes, oficialmente conocida como República de Turquía. Limita al noreste con Georgia, al este con Armenia y la República Autónoma de Najicheván (perteneciente a Azerbaiyán), al sureste con Irán, al norte con el mar Negro, al oeste con Grecia, el mar Egeo y Bulgaria y al sur con Irak, Siria y el mar Mediterráneo.

La división entre Anatolia y Tracia está formada por el mar de Mármara y los estrechos de Turquía (el Bósforo y los Dardanelos), que delimitan la frontera entre Asia y Europa, por lo que Turquía es considerada como transcontinental.

Es una especie de encrucijada histórica entre las culturas y civilizaciones orientales y occidentales, debido a su privilegiada posición y ubicación estratégica. Es cuna de grandes civilizaciones y lugar donde muchas batallas tuvieron lugar a lo largo de la historia; es influyente en la zona comprendida entre la Unión Europea en el oeste y Asia Central en el este, Rusia en el norte y Oriente Medio en el sur, adquiriendo cada vez mayor relevancia geoestratégica.

La emancipación de los estados turcos de la Unión Soviética, con los que comparte un común patrimonio cultural y lingüístico, ha permitido a Turquía ampliar profundamente sus relaciones económico-políticas en Asia Central. Mientras, ha seguido consolidando estrechas relaciones políticas y económicas con el mundo islámico, especialmente con los estados de Oriente Medio, Asia Central y Asia Oriental. Durante mucho tiempo, el mundo árabe fue la excepción, mirando a Turquía con desconfianza, nacida bajo el largo dominio otomano.

Por su excelente ubicación geoestratégica, es clasificada como potencia de ámbito regional por políticos y economistas de todo el mundo; tal resurgimiento, bajo el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan, quien nació en Estambul en el seno de una familia descendiente de inmigrantes georgianos; ha estado arraigado en varios aspectos.

Ha demostrado que movimiento islámico, que alguna vez fue radical el Partido de Justicia y Desarrollo, conocido como AKP, puede aceptar las transacciones inherentes a la democracia. Como la Primavera Árabe, ha sido un levantamiento de los musulmanes contra el despotismo, su ejemplo es importante.

No obstante los indudables avances políticos y económicos alcanzados en Turquía, desde la llegada al poder del AKP, diversos analistas han querido ver en el gobierno turco, específicamente en los últimos años, un nuevo y más ambicioso enfoque global de la política exterior turca hacia sus vecinos y aliados.

Turquía ha sustituido a Irán como punto referente para los políticos islamistas de naciones recién liberadas, conscientes de que deben obtener la legitimidad mediante las urnas, en lugar de hacerlo a través del Profeta.

Erdogan ha adoptado una férrea postura respecto a los derechos de los palestinos y, por ello, curiosamente para un turco-descendiente de los odiados otomanos, se ha convertido en el político de Medio Oriente más identificado con el orgullo árabe.

Su caracterización de Israel como “el hijo malcriado de Occidente” y su constante denuncia de ese país por su sangrienta incursión de comandos en aguas internacionales contra el Mavi Mármara, embarcación con bandera turca, ha sido bienvenida. El ataque de Israel a la flotilla de Gaza en junio del 2010 sólo acentúo tal inclinación, originando un enfriamiento de la tradicional relación de cordialidad con el país hebreo.

Turquía que es miembro de la OTAN y repudiado por la Unión Europea, se ha reposicionado de tal forma que ha alimentado a una economía en auge. El país, que ha dejado de ser el borde de Occidente, se ha tornado en el eje de Eurasia.

La tendencia, que se ha patentizado en una actitud más independiente y un cierto acercamiento hacia posiciones defendidas por otros estados musulmanes moderados, ha sido calificada en ocasiones como “neotomanismo”, apuntando con ello a la toma de conciencia por parte de Turquía de su renovada influencia regional y de su peso geopolítico en Oriente Próximo, que se manifestaría en una cierta “orientalización” de sus relaciones exteriores.

Igualmente, el comercio con otros vecinos está en su apogeo, ahora que Turquía adopta el modelo de la Unión Europea valiéndose de las relaciones económicas para extender vínculos políticos. Las relaciones entre Turquía e Israel, hoy desgastadas, aún constituyen un puente entre el mundo musulmán y el estado judío.

Con toda razón, Erdogan exige una disculpa por la innecesaria matanza de ocho de sus ciudadanos a manos de Israel y en presionar al Primer Ministro Benjamín Netanyahu para que deje de andarse con rodeos respecto a Palestina.

En las luchas del siglo XXI, Turquía es potencia clave. Europa debe cesar su mortificación respecto a ella y completar las negociaciones de afiliación de su membresía en la Unión Europea para 2015. Así, aprovecharía los éxitos político-económicos al vincular a Europa con una nación en rápido crecimiento, que ha hecho más que ninguna otra para desvanecer la falsa idea de la incompatibilidad del Islam con un gobierno representativo.

Turquía expulsó al embajador israelí y cortó los lazos militares con Israel ante la negativa del país a disculparse por la redada del año pasado contra la flotilla de asistencia a Gaza que dejó nueve personas muertas, establecida como condición para mejorar sus vínculos diplomáticos.

Por su parte, el Ministro de Relaciones Exteriores, Ahmet Davutoglu, expresó que todos los acuerdos militares firmados entre los ex aliados, quedan suspensos. Otras sanciones a Israel podrían incluir restricciones navales en el Mediterráneo oriental, y respaldo del estado turco a acciones judiciales contra Israel por parte de familias de víctimas que iban en la flotilla. Según sentenció Davutoglu: “Ha llegado la hora de que Israel pague por su postura de estar por encima de las leyes internacionales y despreciar la consciencia humana”.

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