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actualizado 2 de enero 2012
El ejemplo de los magos de oriente a la humanidad
El poder de Dios se manifiesta de un modo distinto al poder de los hombres
Por Víctor Corcoba Herrero
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Por vosotros, queridos Reyes Magos, no pasa el tiempo. Siempre sois noticia. Son muchos los sueños humanos afanados en descubrir y en descifrar la firma del creador de este mundo. Al fin y al cabo, somos personas en busca de la luz. Lo fuimos y lo seremos para toda la eternidad. El espíritu creador nos hace ver más allá de las cosas, desvelarnos por los días y las noches que recorremos por la vida, y hasta exponernos a leer los signos de las épocas vividas y aquellas otras que nos quedan por vivir. Vosotros, adorables Magos de Oriente, os habéis dejado guiar por los signos de Dios antes que por los signos humanos. Ellos también fueron víctimas del poder, pero salieron airosos, estaba allí la mano de Dios. Herodes estaba interesado en el niño del que hablaban los Magos, pero no con el fin de cuidarlo, como quiere dar a entender mintiendo, sino para quitarlo de la faz de la tierra. Precisamente, también hoy, las ruedas del poder son las que aplastan al mundo, sobre todo si no se ejercita con buenos propósitos, o sea, con auténtica moral.

Lo primero que debemos alejar de nuestra mente y de nuestro corazón es la rivalidad de unos contra otros. El fuerte tiene que dejar de comer al débil. Irán acaba de anunciar que dispone de combustible nuclear en lugar de anunciar que dispone de servicios modernos de energía para satisfacer las necesidades humanas básicas. Por estos Magos de paz, que descubrieron la sonrisa del niño Dios, no le demos al mundo más armas. La justicia se defiende con la razón y no en campos de batalla. Hablando de violencias, que tantas consecuencias dramáticas generan, el planeta y sus moradores sufren todas las humillaciones, todas las torturas, como jamás. A los hechos me remito. Los hogares del mundo soportan cada día más violencia entre sus miembros. Esto nos lleva a pensar en la complicada situación que viven muchos niños, que no encuentran calor de convivencia entre los suyos, entre los de su sangre.

Ciertamente, todavía hay mucho de Herodes entre nosotros. Por cierto, son numerosos los niños que todavía no están inscritos en los registros civiles de sus países, situación que atenta contra el pleno disfrute de sus derechos humanos, y que favorece su comercialización como si fueran objetos de compra venta. Aquellos Magos de Oriente vieron y siguieron la buena estrella, constataron que aquel recién nacido no se hallaba en lugares de poder, ni en sitio fastuoso, sino en un portal, como hoy tantos niños se encuentran despojados de todos los servicios sociales, sobreviviendo a todas las inclemencias que los poderosos les han obligado. Ha sido, pues, una buena noticia, el reciente protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño, por el que los menores podrán denunciar violaciones de sus derechos ante un cuerpo internacional de expertos.

Realmente, el poder de Dios se manifiesta de un modo distinto al poder de los hombres. En un momento histórico, en el cual el ser humano ha adquirido un poder inimaginable, el deber de actuar éticamente se hace más imprescindible, puesto que el ser humano puede tanto como reconstruir, destruirlo todo a la vez. ¿Cómo podemos reconocer, pues, la estrella de lo justo, del bien y del mal? Los Magos de Oriente, desde la sencillez se encontraron con la humildad de un camino de servicio, al que sólo se puede llegar con los ojos del corazón abiertos. Es la voz de Dios la auténtica estrella que ilumina todas las sendas por las que hemos de transitar las personas. Desde luego, la narración de los Magos de Oriente nos sobrecoge y fascina, más allá del puro sentimentalismo, ya que se nos propone ejemplos a imitar como la humildad y la pobreza del Señor.

Sin duda, la verdadera humildad consiste en estar satisfecho uno consigo mismo y con los demás. Por otra parte, es del mundo de la pobreza de donde salen las grandes hazañas, los talentos más innovadores. El que acepta ser pobre suele tener un corazón grande. El ejemplo de los Magos de Oriente, verdadera luz que ilumina nuestra vida, nos engrandece como hijos de la dulzura. Debemos resplandecer como aquella estrella para atraer a toda la humanidad a la belleza, pues estos Magos son sólo los primeros de una larga lista de seres humanos que en su vida buscan (y rebuscan) los ojos del Creador. Ellos abrieron el camino a la humanidad, partiendo de la inocencia de un niño, que resultó ser Dios. Caminaron alegres, pero por otro camino, el del amor, que no entiende de bienestar, porque la dicha está en el reencuentro con Dios mismo. Esta sociedad, pues, cada día precisa más auténticos buscadores de Luz. El testimonio de los Magos de Oriente, de asombrarse y de ponerse en el camino divino, debe hacernos reflexionar con un corazón sabio, y a la vez, inocente.

corcoba@telefonica.net

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