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actualizado 18 de mayo 2012
El fuerte lazo que une Brasil con Angola
Las relaciones entre la ex colonia portuguesa y el gigante sudamericano son cada vez más importantes y redituables. Dilma Rousseff continuó la gestión en diversas naciones de África iniciada por su predecesor Lula
Por Maximiliano Sbarbi Osuna
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La presencia de Brasil en África, con características diplomáticas, económicas y de desarrollo alimenticio y tecnológico, no es reciente, sino que se intensificó desde la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder en 2003. La locomotora sudamericana tiene relaciones con numerosos países africanos, pero son dos naciones con las que desplegó un mayor entendimiento: Angola y Sudáfrica.

A la primera se acercó por razones lingüísticas e históricas, pero no fue sino hasta 2002 que los lazos se estrecharon por la cruenta guerra civil que vivió Angola desde su independencia de Portugal en 1975. Con respecto a Sudáfrica, la relación se da en dos foros: el bloque de los BRICS y el grupo IBSA (India, Brasil y Sudáfrica). El país más industrializado de África se convierte en la puerta de entrada de Brasil al continente, ya que esa nación tiene intereses comunes en reforzar la alianza Sur-Sur. De esta manera, ambos socios mantienen acuerdos industriales, comerciales y militares.

Además, la crisis internacional redujo las ayudas provenientes de los organismos multilaterales de crédito y de los países más desarrollados, lo que derivó en una reducción de las misiones alimentarias, educativas y de salud. Por eso África busca una alianza con Brasil.

Asimismo, la penetración brasileña no es percibida de manera invasiva, como la europea, estadounidense y china, por eso es recibida como una cooperación entre iguales, aunque por supuesto los intereses de ambas partes son diferentes, y además Brasil mantiene una evidente superioridad en varios aspectos.

La africanidad está presente en la cultura popular brasileña: más de la mitad de sus habitantes son descendientes de africanos. La base de las relaciones la estableció Lula, con su visita a 25 países africanos y por haber recibido a 28 gobernantes de esa región. Por su parte, la presidenta Dilma Rousseff continúa en la misma senda de acercamiento mutuo.

Días atrás, en un seminario organizado por el banco brasileño de desarrollo BNDES, Lula se refirió al incremento de relaciones con África: “El PBI del continente africano crece hace diez años a tasas robustas y puede crecer casi 6% en 2012. La llamada clase media supera ya los 300 millones de personas. Más de 430 millones de africanos usan celular.”

A través de Embrapa, el organismo que desarrolla tecnologías para elevar la productividad agrícola, Brasil transfiere desde 2006 la experiencia en cultivos en zonas tropicales. Además, utiliza la seguridad alimentaria como base de las relaciones con las naciones africanas.

Sin embargo, el desarrollo conjunto de biocombustibles podría interpretarse como una contradicción, ya que por un lado Brasil ayuda a estimular la agricultura golpeada por la desertificación africana y por otro lado utiliza las tierras para producir combustibles orgánicos.

Por otra parte, Angola sufre la desigualdad comercial en productos alimenticios con respecto a las industrias sudafricanas, que son más poderosas que los pequeños productores locales. Sin embargo, el monopolio sudafricano fue quebrado por Brasil al apoyar a las industrias angoleñas, con mano de obra local, y promover la penetración de supermercados brasileños, lo que benefició a los consumidores de aquel país.

En la conferencia del BNDES, la petrolera Petrobras, la minera Vale y la constructora Odebrecht, prometieron más inversiones para África en los próximos meses. Por su lado, Petrobras está presente en siete países africanos, mientras que Vale, la mayor productora mundial de hierro, está establecida en nueve naciones con inversiones por 7700 millones de dólares.

El acercamiento de Brasil a África no responde solamente a una supremacía industrial, de la cual se beneficia, ni a la cooperación en diversas áreas, sino también como una apuesta geopolítica para liderar el ámbito lusófono, desplazando al malherido Portugal, y como posicionamiento estratégico de potencia emergente en una región en la que compite, comercialmente y por la explotación de materias primas, con los países desarrollados y con China.

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