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actualizado 8 de mayo 2012
El retorno de los conquistadores
El problema puede atizar más el fuego por la manipulación populista
Por Gustavo Adolfo Vargas
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Argentina puso sobre el tapete el tema de las inversiones españolas en América Latina y de la imagen de España. Repsol es una multinacional petrolera integrada minoritariamente por capitales españoles, y su inmensa mayoría por capitalistas extranjeros. El apelativo proviene de la marca de lubricantes que comercializa Repesa (Refinería de Petróleos de Escombreras), cuyo objetivo es alcanzar el prestigio y reconocimiento mundial, la cabeza un holding que evade impuestos en España al estar sus compañías registradas en los paraísos fiscales.

En Argentina, Repsol emplea sus filiales nacionales cual hacen todas las empresas multinacionales, para fijar los denominados “precios de transferencia”, simulando pérdidas donde les conviene y obteniendo beneficios derivados de un tratamiento fiscal y condiciones políticas propicios. Tales efectos pueden ser aún más importantes o significativos cuando la sede del holding se encuentra en un país con una legislación fiscal más laxa y con unos tipos impositivos más reducidos que aquel o aquellos donde operan las compañías del grupo.

La estrategia empresarial respondía a intereses globales y no nacionales; los gobiernos se identifican con los monopolios y el capital financiero, y son intolerantes con las medidas legales. Las empresas con mayoría de capitales españoles en Argentina aportan más ganancias que sus casas matrices ibéricas, depredando indiscriminadamente, sin invertir en el país ni renovar el material desde hace décadas.

Argentina ya estatizó a Aerolíneas Argentinas, derruida por Iberia y por el grupo Marsans, exigiendo a las empresas telefónicas y de electricidad, un eficiente servicio, que estas rehúsan brindar, prefiriendo enviar sus ganancias a España en vez de reinvertirlas.

Además, debe buscar la integración energética con los demás países latinoamericanos, compensando con la cooperación industrial las diferencias existentes en las cuentas de importación-exportación por combustibles, estableciendo controles de cambios, monopolizando el comercio exterior sin abandonarlo en manos de las grandes empresas extranjeras, evitándose así la fuga de capitales.

El problema puede atizar más el fuego por la manipulación populista de parte de algunos dirigentes españoles y dañar aún más la histórica relación entre España y América Latina. “Yacimientos Petrolíferos Fiscales. S. A.”, YPF, debe ser instrumento para el desarrollo nacional, nunca debió ser privatizada y menos aún cedida a Repsol.

Tras la Guerra Civil española, se incorporaron los refugiados políticos, recibidos de forma muy hospitalaria sobre todo en Argentina, Chile, México, Venezuela y otros. Los nuevos visitantes no eran funcionarios, conquistadores o refugiados, sino que arribaron cómodamente en vuelos transcontinentales.

Antes, España había sido juzgada por las personas que se establecían en América Latina, cuya efigie era una mezcla de famélicos inmigrantes venidos de las regiones menos favorecidas de ese país. Ahora, destaca el insólito hecho de una emigración inversa: la de latinoamericanos hacia España, replicando el paradigma histórico.

La idealización de la “Madre Patria”, en las mentes de los descendientes de emigrantes y en las elites políticas conservadoras, se revelan proespañoles. Los latinoamericanos esperarían de las inversiones españolas un perfil más altruista, que el capitalismo anglosajón y europeo. De cierta forma, la actividad económica se vería como extensión de la ayuda al desarrollo.

Al desvanecerse las generaciones inmigradas, los sectores izquierdistas están dominados por jóvenes proclives a un discurso antiespañol, avivado por los reproches anticoloniales. Existe una hiriente ambivalencia interna en las comunidades productoras de emigración; los tiempos cambian y los galeones del siglo XXI llegan a España con inversores latinoamericanos y con inmigrantes en busca de trabajo, a los que peyorativamente denominan “sudacas”.

Los latinoamericanos son conscientes del positivo impacto de las remesas que envían los emigrantes a sus familias; pero se sienten defraudados por las medidas restrictivas que genera la crisis económica y por el trato grosero que reciben. Están decepcionados de las multinacionales españolas utilizadas por el capital anglosajón y europeo, para penetrar Latinoamérica.

El capital multinacional español devasta los recursos naturales y no invierte sus ganancias en mejorar sus compañías. Los latinoamericanos a causa de las dictaduras y otras recientes motivaciones, llegaron a España atraídos por el auge laboral que tuvo con su adhesion a la Unión Europea; sin embargo, cuando entró en crisis, lo primero que hicieron fue deshacerse de la mano de obra latina.

Es absurdo vincular los intereses de Repsol con los de España, habida cuenta que por la constitución de su capital, primordialmente en manos de intereses extranjeros, y por su estrategia empresarial, es irrelevante a los intereses de las familias o de las empresas españolas.

Las cifras revelan el “negocio redondo” de la apuesta por América Latina. Los rubros con mayor presencia española: la banca, las compañías telefónicas y energéticas, al inicio de la presente década reconocieron haber recibido entre el 35 y el 50% de sus beneficios justamente en Latinoamérica.

Esas compañías se convirtieron en verdaderas “multinacionales” en el subcontinente latinoamericano; como otras, Repsol no tiene Patria alguna, la agresividad en ejecuciones de planes revertió en la producción de una etiqueta de negativo perfil. Los “conquistadores” habían regresado.

*Diplomático, jurista y politólogo.

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