Un sueño de 52 años que sigue inalcanzable en Loma Plata
A 52 años del famoso discurso del Lincoln Memorial, la sombra del racismo aún se cierne sobre olvidados parajes del continente
Por Luis Agüero Wagner
El 28 de agosto de 1963, hace exactamente cincuenta y dos años, cientos de miles de personas se convocaron en el Lincoln Memorial de Washington, para escuchar a un predicador que a los 17 años se hizo ministro baptista, hacer su más célebre y recordado discurso.

Aunque muchos recuerdan aquella alocución de Martin Luther King por su frase “Yo tengo un sueño”, ideas mucho más elaboradas brillaban en el contenido de la célebre pieza maestra de oratoria. "Tengo un sueño: que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo. Nosotros sostenemos como evidente esta verdad: Todos los hombres son creados iguales" decía una de las partes más citadas del discurso, que más tarde sería coreado por el movimiento contra el "apartheid" en Sudáfrica, y en tantos otros escenarios de lucha contra la discriminación a lo largo y ancho del mundo.

En sus palabras iniciales, Luther King recordaba que ya habían pasado cien años desde que el presidente Abraham Lincoln firmara la emancipación de esclavos, pero las personas negras todavía vivían como exiliados de su propia tierra en Estados Unidos. Hemos venido a la capital en cierta forma a cobrar un cheque"..."Nos han dado un cheque malo, sin fondos".

“Cien años después de Lincoln, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra” bramó.

La idea de que muchas veces se sancionan constituciones y leyes que en verdad son cheques sin fondos, me vino esta semana a la mente con la noticia de que los menonitas habían robado el triunfo al líder indígena Anuncio Giesbrecht en Loma Plata. Aunque en el Paraguay hoy se vive en supuesta democracia, y la Constitución niega las desigualdades entre blancos y nativos, la segregación y la discriminación irrumpieron por estas fechas en la agenda política paraguaya con toda su crudeza, demostrando que no existe reserva en oro respaldando las frases escogidas de su credo.

Cuando en el año 2013 el presidente Obama recordó los cincuenta años del discurso de Luther King en la marcha que culminó en el Lincoln Memorial, el 28 de agosto de 1963, reconoció que "porque ellos marcharon, las puertas de la oportunidad y educación se abrieron para que sus hijas e hijos pudieran finalmente imaginar sus propias vidas, más allá de lavar la ropa sucia de alguien o limpiar los zapatos de otro".

Al parecer, los menonitas de Loma Plata no están dispuestos a tolerar que los indígenas liderados por Giesbrecht se dediquen a otros menesteres. Tienen permitido votar, pero no tienen permitido ser declarados ganadores en las elecciones, aunque superen a sus adversarios en cantidad de votos.

Decía Luther King que "No podemos estar satisfechos mientras un negro en Mississippi no pueda votar, y un negro en New York crea que no tiene nada por qué votar". En Loma Plata votar es inútil, no hay porqué votar, y ambas cosas son lo mismo que no poder votar.

Decía el predicador de Atlanta que “los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia”, y otro tanto sucederá en el Chaco paraguayo, donde Anuncio y los suyos han decidido resistir.

"Tengo un sueño...Sueño que incluso el estado de Mississippi, un estado sofocado por el calor de la injusticia, por el calor de la opresión...se transformará un día en un oasis de libertad y justicia” clamaba el luchador por los derechos civiles.

Decía Luther King que había llegado con los suyos a Washington para cobrar un cheque. Explicaba que cuando los arquitectos de la república norteamericana escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Aquel documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Añadía que, desgraciadamente, Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a ciertas minorías. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos les había dado un cheque sin fondos; un cheque que sería devuelto con el sello de "fondos insuficientes".

Es evidente que en Paraguay la letra de la constitución tampoco tiene una reserva en oro respaldando cada una de sus promesas.

A más de cinco décadas, aquel sueño para MIississippi todavía parece inalcanzable para el Chaco paraguayo, y está aún más lejano de lo que estaba en el verano de 1963.




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