Viviendas inseguras o inestables
Se necesita un espacio físico para cubrir la necesidad de seguridad e intimidad de las personas para reconstruir una vida
Por Carlos Miguélez Monroy
El éxito de iniciativas alternativas a los albergues para personas sin hogar plantea la oportunidad de implantar modelos como Housing First, ideado en los años ‘90 en Estados Unidos. Consiste en proporcionar una vivienda estable a las personas sin hogar para que puedan reconstruir su vida y salir de la calle de forma permanente. Este modelo ha tenido resultados positivos en ciudades de Estados Unidos y Canadá.

Dar vivienda a una persona sin hogar cuesta 20.000 dólares al año, mientras que los recursos para una persona que está en la calle cuestan 100.000. Así lo sostiene Ted Clugston, alcalde conservador de una localidad canadiense. En un principio se oponía al plan, pero ahora reconoce su eficacia Medicine Hat, donde casi no se ven personas en las calles. En 2009 había casi 1.000 personas en esa situación. La ciudad de Houston dio hogar a más de 3.500 veteranos de guerra que habían acabado en la calle a causa del estrés post-traumático. Además de un espacio físico, este modelo se puede perfeccionar con la disponibilidad de trabajadores sociales y de especialistas para atender distintas necesidades de personas acostumbradas a perder.

Se necesita un espacio físico para cubrir la necesidad de seguridad e intimidad de las personas para reconstruir una vida de-construida y hecha añicos por problemas económicos que casi siempre se suman a los emocionales. Las personas acaban en la calle casi siempre tras una serie de experiencias traumáticas, por adicciones al alcohol y a las drogas. Abundan casos de enfermedad mental como detonante o como consecuencia de experiencias en la calle. El modelo Housing First parte de que una vivienda digna contribuye al desarrollo integral del ser humano, favorece su pertenencia a un espacio físico y a una comunidad donde poder compartir tiempo libre, cultura, afecto y ocio.

Una vivienda digna no es un lujo ni un objeto para la especulación como pretende la doctrina neoliberal, sino un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por la Carta Social Europea y por constituciones de muchos países, entre ellas la española. Está en juego la dignidad de las personas sin hogar y la de quienes tienen que hacer valer los derechos de todos.




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