LA JORNADA

Berlín, un mes después del atentado

Berlín, 17 ene (dpa) – Hoy en día, flores frescas y velas recuerdan el ataque terrorista perpetrado el 19 de diciembre en la plaza Breitscheidplatz de Berlín.

Ha pasado casi un mes desde que el joven tunecino Anis Amri embistió con un camión a la multitud que se congregaba en un mercado navideño. El ataque segó la vida de doce personas y dejó heridas a unas cincuenta.

Tras la conmoción inicial, la capital alemana parece haber regresado rápidamente a la normalidad. En el día a día, los ciudadanos tienen incluso la sensación de que poco ha cambiado, pero en el ámbito político se ha percibido un giro en las últimas semanas.

Los ministros de Interior y Justicia, Thomas de Maizière y Heiko Mass, respectivamente, dejaron de lado las diferencias que se derivan de su pertenencia a distintos partidos (la Unión Cristianodemócrata -CDU- y el partido socialdemócrata -SPD, en ese oden) y acordaron un paquete de medidas para actuar con mayor contundencia contra potenciales amenazas terroristas.

“No podemos prometer a los ciudadanos una protección total frente a actos terroristas, pero sí podemos hacer todo lo posible para evitar que se repita un caso Amri”, declaró el responsable de la cartera de Justicia.

Para ello, el Ejecutivo se ha comprometido a acometer reformas legales que permitan intensificar la vigilancia contra presuntos islamistas y ha anunciado la introducción de las tobilleras electrónicas para ejercer un mayor control sobre peticionarios de asilo a los que las autoridades consideren capaces de perpetrar un ataque.

La rápida reacción institucional ha ido acompañada de una mayor presencia policial y de la puesta en marcha de numerosas medidas de seguridad, especialmente, en la celebración de eventos multitudinarios.

Los viajeros que conocen Alemania se han sorprendido en los últimos días al ver a agentes fuertemente armados en los aeropuertos.

Los amantes de la música que acudieron a la reciente inauguración de la Filarmónica del Elba tampoco salían de su asombro al verse obligados a sortear los bloques de hormigón colocados en las inmediaciones del imponente edificio.

De cara a la celebración del carnaval, en ciudades como Colonia, se pondrán también en marcha dispositivos de seguridad que otrora se tildarían de exagerados en el país centroeuropeo.

A pesar de que este no ha sido el primer atentado terrorista perpetrado en Alemania presuntamente en nombre de la milicia Estado Islámico (EI), sí que ha sido el primero en causar víctimas mortales, lo cual ha servido para otorgarle un carácter totalmente diferente.

El verano pasado, otros dos ataques, también cometidos por peticionarios de asilo y que se atribuyeron al EI, confirmaron que la amenaza islamista se cernía sobre Alemania.

La pesadilla se hizo realidad. El atentado en un concurrido mercado navideño en el centro de Berlín golpeó no sólo a los alemanes, que desde hacía tiempo temían que algo así sucediera, sino también a la canciller Angela Merkel, criticada desde hacía meses por su polémica política de refugiados.

La mandataria ha mantenido en este tiempo un perfil más bien bajo, evitando la sobreexposición en un año en el que aspira a ser reelegida como canciller y ha dado un mayor protagonismo a sus ministros.

Ellos han tenido que responder a las críticas de las que fueron blanco las autoridades, a quienes se les escurrió el autor del atentado pese a haber sido catalogado como peligroso y contra el que pesaba una orden de expulsión.

En Alemania, a diferencia de otros países que se han visto golpeados por el terrorismo, no se ha celebrado un acto de Estado en recuerdo de las víctimas. Su memoria fue honrada un día después del ataque con la celebración de un sencillo servicio ecuménico al que acudió el Gobierno en pleno.

El Ejecutivo se muestra por el momento cauto, respetando el deseo de anonimato de los familiares de las víctimas, cuya identidad todavía no ha trascendido a la esfera pública. Desde instancias oficiales han empezado a pagar las primeras indemnizaciones a los allegados de las víctimas.

Pero, ¿se sienten los allegados lo suficientemente respaldados por sus representantes públicos? En declaraciones al diario “Tagesspiegel”, la compañera sentimental de uno de los heridos que permanece grave calificó la atención prestada por el Estado como “entristecedora e indigna”.

En la Iglesia Memorial de Berlín, situada en la misma plaza en la que se perpetró el atentado, todavía permanece a disposición del público un libro de condolencias.

El párroco del templo, Martin Germer, no sabe aún si volverá a celebrar una misa en recuerdo a las víctimas. “No sabemos si les haría bien a los parientes de las víctimas. Sus deseos deben prevalecer y no los de los políticos”, concluye el religioso.

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