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El Placer

 

El placer tiene su adecuada expresión en la alegría y en el organismo sensible en la risa

Prof. Christian Cazabonne* Texto más grande Texto más pequeño Texto más grande
ACTUALIZADO 18 DE SEPTIEMBRE DE 2008
 

El placer, estado acorde del sentimiento, no es susceptible de definición, pues cuando se refiere a nuestra vida afectiva tiene algo de inexplicable.  El placer y el dolor expresan nuestra respuesta interior a las impresiones que se encuentran en armonía o conflicto con nuestro organismo.  Se puede decir que el placer place o agrada y el dolor duele o desagrada.

El placer tiene su adecuada expresión en la alegría y en el organismo sensible en la risa, y en movimientos totales de nuestro cuerpo y señaladamente del rostro; pero como el placer consiste principalmente en el equilibrio de nuestra sensibilidad subjetiva con los estímulos del medio circundante, no necesita muchas veces exteriorización alguna, pues basta con su contemplación y disfrute, por lo que se dice que el placer es egoísta y que gusta, a medida que es más íntimo, ser disfrutado y no exteriorizado.  Sin duda el hombre generoso gusta ser partícipes a los demás de sus placeres y alegrías, pero muchas veces resulta que sí manifestamos al exterior nuestro placer  y contento lo hacemos por móviles exclusivamente subjetivos (presunción y orgullo) y por despertar en los demás quizás cierta admiración hacia nuestra personalidad.

El equilibrio de la sensibilidad es el principio hacia el cual gravitan todas las emociones y sentimientos, y sólo en esta  línea media, en la cual se contrapesan los elementos en que se ofrece el doble aspecto de su relación, es donde sentimos un estado real de placer y de alegría.  La conciencia de este estado y el reconocimiento del adecuado ejercicio de nuestros órganos sensibles y de la legítima satisfacción de nuestros sentimientos constituye la felicidad. 

Ya se comprende cuán delicados y múltiples hilos, relaciones, aspectos y circunstancias deben contribuir al estado de la felicidad, y cuán difícil es conseguirla.  Como el hombre, en efecto, tiene fines que cumplir inagotables, y como el disfrute es siempre limitado, los deseos y necesidades son insaciables.  En consecuencia, ningún hombre es completamente feliz en la vida, y sólo se consideran tales los que en parte niegan su naturaleza (los tontos); pero importa además no dejarse llevar de apariencias ni arrastrar por ambiciones desmedidas; pues si es cierto que al hombre le está negada en la vida la felicidad completa, no lo es menos que la felicidad relativa, la que consiste en la paz del ánimo y en el equilibrio de la sensibilidad, es también estado a que puede, aunque con grandes dificultades, llegar el hombre, que para ello tiene como característica de su vida la racionalidad.

Aún cuando parece existir diferencia radical entre el placer y el dolor, son dichos estados, merced a la ley de continuidad, solidarios, y no existe línea divisoria entre ellos, sino que el conjunto de la existencia son la mayor parte mixtos de placer y dolor, y aún se corresponden en una escala gradual, que otra vez se siente mejor que se explica.  No existe en el hombre, placer ni dolor enteramente puro; los dos se encuentran mezclados en dosis desiguales por el arte sutil de la naturaleza, y la impresión definitiva en nuestra conciencia  es la resultante, en la cual predomina uno de ellos.

Los placeres  son por onzas, y los males por arrobas;  refrán que advierte que en esta vida son más frecuentes los disgustos y pesares, que los gustos y satisfacciones.

*e-mail: prof.cazabonne@hotmail.fr

 
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