El Presidente de la Asociación de Combatientes de los años 60, Guillermo Fabio Mejía Cardenal, envió un pronunciamiento sobre la acción del 27 de Diciembre de 1974 cuando un comando sandinista irrumpió en la residencia del ex Ministro de Somoza, José María Castillo Quant, en la cual fueron liberados varios de los prisioneros políticos sandinistas que permanecían detenidos entre ellos el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra.

La acción de gran envergadura fue analizada en su contexto por los miembros de la Asociación de Combatientes de los años 60 que enviaron el siguiente análisis de la situación política que se vivía en ese entonces. Aquí el texto íntegro:

Saludo a Diciembre Victorioso

El 27 de Diciembre de 1974 una escuadra de 13 hombres precariamente armados reduce a la impotencia al enemigo Somocista que disponía, de gran poder económico y de un poder militar que incluía miles de hombres, cañones, tanques, aviones y fusiles de gran poder de fuego, afirmaba en ese entonces el comandante Carlos Fonseca. Mientras duró la acción, el poder en Nicaragua fue ejercido por el FSLN; la audacia, decisión, arrojo, y en suma la justicia y superioridad moral del causa de Sandino propinaba a la dictadura, el más duro golpe que hasta entonces había sufrido, iniciando la ofensiva que habría que aniquilarla el 19 de julio de 1979.

La acción exitosa concluyó con la publicación de comunicados revolucionarios en todos los medios de difusión del país incluso los gobiernistas y lo que es más importante la liberación de presos políticos, entre ellos, miembros de la Dirección Nacional de la Organización, el comandante, hoy presidente José Daniel Ortega Saavedra, José Benito Escobar, los Compañeros Julián Roque Cuadra, Oscar Benavides, Lenin Cerna Juárez, Jorge Sinforoso Bravo, Jacinto Suárez Espinoza, Manuel Rivas Vallecillo.

Terminaba así una etapa de lucha, en donde forjaron con su sangre patriótica tantos caídos como loe héroes del Bocay: Julio Oscar Romero, Julio Buitrago, el internacionalista Patricio Arguello Ryan, Igor Ubeda, Casimiro Sotelo, Edmundo Pérez, Roberto Amaya, Hugo Medina, Leonel Rugama, Roger Núñez, Mauricio Hernández Baldizon, David Tejada, Silvio Mayorga, Otto Casco, Francisco Moreno, Fausto García, Carlos Tinoco, Carlos Reyna, Noel Arguello, Orlando Castillo, René Tejada, muertos en una secular represión que se extendía en áreas rurales y urbanas; en las ciudades entregan sus vidas: Selim Chible, René Carrión, Marcos Rivera, Aníbal Castillo, Alessio Blandón, Enrique Lorente, Luisa Amanda Espinoza, Juan José Quezada, Jonathan González, Oscar Turcios, Ricardo Morales Avilés, Mauricio Duarte y tantos otros.

Pero veamos cual era la situación que vivía el pueblo de Nicaragua en ese entonces. La Juventud vivía asediada por el régimen, era prácticamente delito ser joven y más aun ser Universitario. Los que se pronunciaban contra la dictadura eran objeto de persecución, exilio, encarcelamiento, tortura y muerte.

Por otro lado estudiar era privilegio de pocos, el joven que hoy goza de paz y tranquilidad; en ese tiempo tenía tres opciones: 1) Luchar contra Somoza, 2) Ser de una conducta Honesta y rectilínea - que era considerado por el comandante Carlos Fonseca como un acto de heroísmo - y 3) Caer en la delincuencia.

Hoy están abiertas las puertas a la alfabetización, al estudio - aun a niveles superiores-, el deporte, el desarrollo del arte, las ciencias etc.

Lo que se vivía en el campo era triste y dramático. En ese tiempo lo que esperaba el campesino era el despojo de su parcela -si la poseía- el destierro y el hambre. Si protestaba era la muerte. No existía la menor posibilidad de programas de desarrollo, como el que el comandante, Daniel está impulsando. Ni Somoza ni los gobiernos oligárquicos de derecha pensarían en paliar, la necesidad como un proyecto de Hambre Cero, Bono Productivo y Usura Cero, por ejemplo.

Ahora veamos que pasaba con la niñez; si lograba nacer, moría de inanición; vivía si sacaba a los flácidos senos de su madre las pocas gotas de leche que ella le podía proveer. Si lograban sobrevivir, no tenían el espacio que tienen hoy en día, de salvarse del flagelo de la miseria, las enfermedades, los vicios y la delincuencia.

El derecho al goce de juegos infantiles no era siquiera un sueño, de estos le llegaban noticias de que existían en los países desarrollados.

Ni pensar en un convite abundante en las Purísimas, mucho menos, un parque de diversiones y ni hablar de juguetes navideños.

La salud y la educación gratuita, ni imaginárselo. Ni Somoza menos aun la derecha intentaron ponerlo en práctica.

Por lo demás la población en Diciembre del 74 (aun sobrecogida por los efectos del devastador terremoto que asolo la capital a finales de 1972) se entregaba a la memoria de sus muertos en medio de las tensiones de una existencia material, irreparablemente fracturada por el hambre, la escasez, la intemperie de hogar, las enfermedades y sobre todo el sentimiento de impotencia ante los escandalosos desafueros cometidos por los poderosos y por el ejercito personal de Somoza, mas las especulaciones con el hambre, el hurto de la ayuda internacional al pueblo de Nicaragua, que pronto pasó a manos de altos militares y funcionarios del régimen de Somoza; diez mil muertos, más de cincuenta mil heridos y alrededor de doscientos mil damnificados, no eran motivo dramático, para sensibilizar a quienes con afán de lucro desmedido buscaban consolidar aun mas su poder y aumentar su incalculable fortuna.

Las bandas militares y civiles de la tiranía hurgaban afanosamente entre las víctimas y los escombros humeantes, el tributo ignominioso que se cobraban como ejército de ocupación.

Esta era la realidad que vivía Nicaragua, cuando el comando “Juan José Quezada” irrumpe en la residencia de un ministro Somocista exclamando “esta es una operación política militar, manos a la cabeza y contra la pared, somos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, VIVA SANDINO”.