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actualizado 15 de agosto 2011
Los Distubios de Inglaterra: ¿Por qué?
El inicio de los disturbios
Por Isaac Bigio
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foto cortesía
En la tarde del sábado 6 de Agosto unos 200 vecinos de Tottenham fueron a protestar pacíficamente a la comisaría de dicho barrio inquiriendo acerca de Mark Dugger, un padre de 4 hijos que había sido muerto por la policía, pero antes que oscurezca el hecho que una adolescente reportase que fue golpeada desencadenó una ola de violencia que transformó el norte de la Avenida Principal de Tottenham en un campo de batalla.
En ese momento yo estaba en la parte sur de esa misma calle, aunque nadie allí se daba cuenta de lo que pasaba cuadras más arriba. Nos encontrábamos en el Pueblito Paisa, el mayor mercado hispánico de Inglaterra, preparando los festejos por la victoria que habíamos logrado medio mes atrás cuando logramos anular un segundo intento del municipio y de la súper-constructora Grainger para demoler ésta a fin de construir apartamentos de lujo.

Al día siguiente nos enteramos de los destrozos en esa arteria así como en otras zonas circundantes. El peor fuego que se dio esa misma noche fue el de un almacén comercial de 3 pisos que queda en una esquina, cuya fisonomía es muy parecida a la del Pueblito Paisa. Otro centro comercial hispánico (el Latin Shopping Centre) que queda al frente del mayor área comercial del distrito (Tottenham Hale), y donde celebré mi último cumpleaños, se salvó de ser visitado por quienes saquearon todas las grandes tiendas de enfrente suyo. Cuando visité la zona de los saqueos ello parecía una zona de guerra. La policía tenía acordonada y tomada la parte norte de la Avenida Principal de Tottenham. Para poder ir a visitar a Peny, la propietaria del Tottenham Chances, el centro social y cultural que ayudamos a levantar y que queda al frente de la comisaría, había que dejar todos sus datos personales.

Peny mostraba su desencanto por la situación pensando que tanta presencia policial, más bien, podría provocar otra ola de violencia. Ella, así como otras personas, ven en las nuevas políticas del municipio que aumentan los impuestos y recortan las ayudas sociales un desencadenante. Su espacioso local se había salvado del fuego, tal vez porque la comunidad lo aprecia. Allí, por ejemplo, se dio el primer debate en castellano entre candidatos para las elecciones municipales de Londres y también muchos eventos en la batalla de 4 años para salvar al Pueblito Paisa. Sin embargo, cuando quise visitar a Moaz, mi oculista, no se me permitió pasar. Al caminar por las calles aledañas podía ver que habían jóvenes que andaban con chompas y capuchas, pese al extremo calor, lo cual podría ser una seña de que diversas personas estaban queriendo mostrar su desafío ante los uniformados o estudiar dónde y cuándo provocar otro estallido. Lo que distingue a la ola de violencia que estalló en Tottenham con otras anteriores que nacieron en otros barrios pobres de Londres o Liverpool es que el conflicto, en vez de haberse centrado en el mismo barrio desencadenando varios días de batallas callejeras, se esparció a más de 50 localidades en todo Londres e Inglaterra, donde la confrontación duraba pocas horas y de allí se iba a otra parte.

La chispa se prende por toda Inglaterra

En la noche siguiente uno de los primeros 12 barrios donde ese domingo 7 se produjeron nuevos disturbios fue Brixton. Si Tottenham es el barrio con mayor composición caribeña, latina y africana al norte de Londres, Brixton lo es al sur de dicha urbe. Ambas localidades están conectadas por la línea del metro de Victoria. He vivido muchos años en Brixton donde aún se pueden ver algunas huellas del levantamiento anti-policial que hubo allí hace exactamente 30 años. Esta vez los daños fueron mucho menores pero aún así pude ver que la zapatería Foot Locker, a dos cuadras de donde viví, quedó totalmente quemada.

En la tercera noche de violencia fueron afectados una veintena de barrios esparcidos en los 4 puntos cardinales de Londres. Uno de los lugares más afectados es Clapham Junction, área de clase media donde está la estación de tren con más rieles de Europa, en la cual no se me permitió entrar a la devastada calle donde estuvo mi clínica dental. A partir del martes 9 la violencia dejó de centrarse en Londres para esparcirse por varias de las principales ciudades de Inglaterra (como Birmingham, Manchester, Liverpool, Bristol, etc.). Lo acontecido ha sido una sorpresa para todos, incluyendo los comerciantes hispanos de la misma avenida principal de Tottenham, donde se inició el tumulto que ha afectado a unas 50 localidades en toda Inglaterra. Unos días antes de los altercados Londres festejó el inicio del último año antes de las olimpiadas. Los disturbios sorprendieron al primer ministro británico, al alcalde de Londres y al jefe de la oposición en vacaciones, las mismas que debieron cancelar para retornar a la capital inglesa.

¿Qué puede haber generado tal impredecible explosión?

La chispa que desencadenó el incendio de la pradera fue un reclamo inicialmente pacifico acerca de las oscuras causas de la muerte de un anglo-caribeño de 29 años. Los familiares y amigos del acribillado Dugger querían saber porqué se le había quitado la vida. Originalmente la policía dijo que él fue un gánster al que se le abatió respondiendo a sus disparos. Sin embargo, se ha verificado que la bala que cayó sobre un auto (y de la que se le hizo responsable a él) emanó de una pistola policial y que Dugger no tenía cargada arma de fuego alguno. Esa sensación de injusticia y de abuso policial derivó en una protesta que desbordó. Hay un tercio de millar de casos en los cuales personas han muerto bajo custodia policial sin que se encuentren a los responsables. Muchos recuerdan casos como los del inocente brasilero Jean Charles de Menezes (asesinado con 7 balas en la nuca el 22 de julio del 2005 a quien se le confundió con un binladenista) y de otros en el cual la policía constantemente dio varias versiones al respecto y no hubo sentenciados.

Desde que en 1981 Brixton fue el escenario de los mayores disturbios negros contra la policía blanca, las fuerzas del orden han buscado limpiar su imagen, aunque muchos oficiales de color y latinos de ésta siguen pensando que ésta les discrimina, y en muchos sectores de la población hay un creciente resentimiento ante las nuevas facultades que la policía tiene para detener y rebuscar a la gente en la calle. El mismo barrio de Tottenham donde el 6 de agosto del 2011 comenzó la ola de violencia inglesa fue el mismo en el cual el 6 de octubre de 1985 se dio otro estallido a raíz de que la afro-caribeña Cynthia Jarrett murió en la víspera cuando la policía rebuscó su hogar. Si bien el gobierno acusa a los desadaptados y a los delincuentes por el vandalismo, éste ha tenido un caldo de cultivo en la forma en la cual la policía ha manejado mal las relaciones inter-raciales y la no esclarecida muerte de Dugger y otras personas.

¿Criminalidad o descontento social?

David Cameron declaró ante el parlamento el jueves 11 que lo que se ha visto en toda Inglaterra no tiene nada de político y si es algo 100% criminal. Es cierto que hay bandas que han promovido saqueos y que hay gánsteres que se han valido de menores de edad para organizar robos masivos. No obstante, es difícil de concebir que Inglaterra, un país que no tiene mafias como la italiana, la estadounidense o la japonesa, sea capaz de tener un hampa que haya podido coordinar disturbios en unos 50 distritos del país.

Hay varios reportes de prensa que afirman que en muchos casos el objetivo de la furia no eran los negocios sino atacar a la policía. Una comisaría de Nottingham fue destrozada el martes 9. Al analizar las decenas de zonas donde se han producido los hechos de violencia se comprueba que todas estas se encuentran en medio o al lado de barrios con mucha pobreza, desempleo y resentimientos étnicos. Varios sectores conservadores le echan la culpa a la cultura de los beneficios sociales en los cuales personas pueden pasarse toda la vida sin trabajar recibiendo ingresos y viviendas de la seguridad social, de que esta forma ociosa de vida genera alicientes para lo criminal, de que la alta cantidad de inmigrantes dispuestos a trabajar más por menos da alicientes a que muchos británicos quieran vivir del Estado o que se ha ido minando a la familia y a los valores del trabajo duro.

La conclusión es que hay que hacer es recortar los beneficios que reciben los 3 a 4 millones de desempleados o enfermos que sobreviven de ellos y darle más poderes a la policía. En el debate parlamentario uno de los primeros tories en pedir la palabra pidió que se habilitara el estadio de Wembley para poner allí a decenas de miles de destapados tal como hace 4 décadas el ejército de EEUU lo hizo en Washington al hacer frente a una marcha contra la guerra de Vietnam. Para el ex alcalde Ken Livingstone el responsable de estos hechos es, más bien, la serie de recortes sociales y la recesión que genera malestar social. Hoy hay un millón de jóvenes desempleados (cuyo porcentaje en el de varias etnias minoritarias llega a la mitad de ellos). Si en los noventas la educación universitaria era gratuita o barata, hoy las matriculas han subido a más de 10,000 euros y se ha eliminado los pagos a los estudiantes.

Sin carrera universitaria, entrenamiento o empleo hay multitudes de jóvenes que no ven un futuro cierto y que, además, son bombardeados por la publicidad en adquirir los últimos artefactos de moda por el consumismo.

De allí que no haya sido casual que gran parte de los negocios saqueados sean tiendas de electrodomésticos, teléfonos, ordenadores y ropa. Los que han participado en esas acciones pertenecen a todas las razas, aunque algo que les distingue en la gran participación de jóvenes (algunos, por ser menores de edad, saben que podrán eludir sentencias) y el provenir de las zonas más marginadas socialmente (aunque hayan atacado locales cercanos donde compran las capas pudientes). Un fenómeno interesante ha sido el de la creación de brigadas espontáneas para limpiar y también de cómo varias comunidades multiétnicas (como los turcos y kurdos de Hackney o los siks, musulmanes y cristianas de Southhall) se unieron para patrullar sus establecimientos o templos.

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