El gobierno colombiano anuncia haber  liberado ilesos a Ingrid Betancourt, a 3 norteamericanos y a 11 militares  rehenes de las FARC. Ello potenciará a Uribe en su pugna con la corte suprema  (que le cuestiona por la ‘ilegalidad’ de su elección o por que el 20% de sus  congresistas están ligados al paramilitarismo) y para poder ir hacia una nueva  elección (con lo cual él quiere extender su mandato que según la constitución  debe acabar en el 2010). También beneficia a McCain (quien fue a Colombia) y a  su estrategia de mano dura ‘anti-terrorista’ frente a Obama (quien pide  entrevistarse con Chávez y congelar el TLC con Bogotá).
                    La ex-candidata presidencial Betancourt  secuestrada por las FARC en el 2002 se convirtió en todo un símbolo  internacional. Chávez inicialmente quiso que las FARC la soltara para que ello  fortalezca su política de mostrar a Uribe como un ‘duro’ y de favorecer que la  guerrilla se ‘legalizase’ para luego poder llegar al gobierno por la vía  electoral (tipo Nicaragua o Sudáfrica). 
                    Tras que Uribe la liberara sin conceder  nada a cambio, su imagen tanto interna como internacional crecerá y la derecha  continental querrá valerse de ello para lanzar una contraofensiva contra los  gobiernos y partidos izquierdistas de la región.
                    Es más, podrá tener cierta incidencia en la  carrera electoral norteamericana pues los republicanos querrán usar ello para  mantenerse en el poder mostrando que la mejor manera de derrotar al  ‘terrorismo’ es con invertir más en inteligencia y con acciones militares. Para  McCain ese debería ser el camino para vencer en Iraq y cazar a Bin Laden.
                    Al igual que en el caso de Sendero Luminoso  en Perú una guerrilla que se desacredita por hacer acciones armadas impopulares  termina debilitando a la propia izquierda y a los sindicatos y ayudando a que  se consoliden fuerzas que quieren una mayor liberalización de la economía.
                    La estrategia de las FARC de negociar su  re-inserción o la libertad de cientos de sus presos sufre un duro revés. Esta  podrá tener nuevas crisis en momentos en las cuales ha cambiado de jefe por  primera vez.
                    Las derrotas de las FARC repercutirán  dentro de la izquierda. Mientras un sector sacará como conclusión que la  violencia individual y aislada conspira contra su ideal de ir hacia una  sublevación de masas, la mayoría de los ‘socialistas’ buscará distanciarse de  toda medida violenta para querer aparecer como ‘moderados’ capaces de ser  buenos demócratas.
                    Uribe querrá convertirse en el presidente  más popular de la región y en un símbolo que utilicen los opositores de Chávez,  Correa, Morales y Ortega para minar al avance de la ‘marea rosa’ en  Latinoamérica. La victoria uribista, por ejemplo, querrá ser usada por la  oposición venezolana para golpear a Chávez en las elecciones regionales  venezolanas o por la boliviana para ir cercando al gobierno (quien acaba de  perder las elecciones de Chuquisaca y está chocando con Alan García).