La historia de la iglesia católica recoge  la memoria del Papa veneciano Eugenio IV, proclamado Sumo Pontífice en el año  1431. La carrera política de Eugenio, cuyo verdadero nombre era Gabriela  Condulmer, había sido fulgurante. A los 24 años se había convertido en Obispo  de Siena, a pesar de la repulsa de la clase política en dicha ciudad, contraria  al nombramiento de un obispo extranjero. Poco tiempo después, Eugenio IV  accedió al puesto de tesorero Papal, luego se convirtió en Cardenal de San  Marcos y San Clemente, para posteriormente llegar a Cardenal de la Basílica de  Santa María en Trastevere, antes de convertirse en Papa tras firmar con los  demás cardenales un acuerdo que se parece bastante a los que suscriben los  políticos paraguayos de nuestros días para sus alianzas electorales. El tratado  consistía en que juraba distribuirse con ellos la mitad de las ganancias de la  Iglesia, además de consultarles toda interrogante relacionada con las finanzas  de la institución.  
            De todas maneras, la carrera política de  Eugenio no hubiera sido tan brillante si no hubiera sido sobrino de su  antecesor, el Papa Gregorio XII. Entre pontífices venecianos, la transmisión de  tío a sobrino esta asegurada, dado que el sucesor de Eugenio fue a su vez su  sobrino Pablo II, Papa de la Iglesia católica de 1464 a 1471.  
            La carrera del sobrino de Eugenio IV, cuyo  nombre era Pietro Barbo, fue igualmente deslumbrante. A poco de ser nombrado su  tío Papa, la carrera del futuro Pablo II inició su resplandeciente despegue, de  forma similar al de los sobrinos del clérigo-presidente del Paraguay Fernando  Lugo luego de los comicios del 20 de abril. De archidiácono de Bolonia, Pietro  pasó a obispo de Cervia y Vicencia y finalmente, en 1440, fue nombrado  Cardenal.  
            Cuando el sobrinazgo lo catapultó al  Papado, Paulo intentó deshacerse de los funcionarios del Vaticano que tenían  doble sueldo, mal que fue transmitido hasta nuestros días a los partidos  políticos oficialistas, aunque su osadía provocó una ola de indignación entre  los redactores de documentos papales. En 1466, los poetas y retóricos de la  ciudad levantaron su voz de protesta y la represión no se hizo esperar. La peor  parte se llevó el poeta Platina, quien fue dos veces encarcelado y torturado,  peripecias que lo llevaron a vengarse escribiendo una interesante biografía  sobre Paulo II, el Vital Pontificum. Gracias a ese tratado hoy sabemos que  Pablo sostenía prácticas sodomitas y que su vanidad era tan grande que quiso  adoptar el nombre de Formoso II (hermoso II).  
            Muchos otros Papas medievales criaban a sus  hijos ilegítmos como sobrinos y les daban preferencia, elevando a la mayoría a  cardenales de la iglesia, y a veces lograban perpetuar una dinastía papal.  Calixto III, de los Borja, convirtió a dos sobrinos en cardenales y uno de ellos  llegó a convertirse en el Papa Alejandro VI. El mismo Alejandro VI promovió al  hermano de su amante Julia Farnesio como cardenal, el cual luego se convertiría  en el Papa Pablo III. Este último Papa tampoco se privó de practicar el  nepotismo al promover como cardenales a sus dos sobrinos (de catorce y  dieciséis años).  
            Muchos de estos episodios de la historia  sin duda que fueron ignorados por los estrategas de la Alianza Patriótica para  el Cambio y por sus votantes que llevaron a la presidencia del Paraguay al  Obispo Fernando Lugo. Si en algún momento imaginaron que el nepotismo, el  clientelismo y tantas otras taras institucionales de la política paraguaya  podían revertirse convocando a un mesías emergido de las carpas de la iglesia  católica, demostraron un absoluto desconocimiento de la historia de las  instituciones.  
            Quien un mínimo conoce de tales asuntos  sabe que sólo superan a la Iglesia católica, verdadero hilo conductor de los  proyectos reaccionarios en la historia, los sindicatos y la social democracia  en materia de clientelismo. Han abundado siempre cardenales en el entorno de  los dictadores, apoyos de episcopados a tiranos, arzobispos en la conducción de  golpes militares, ceremonias de jura de ministros y bendición de sables.  
            Sólo superan a la Iglesia católica, un  verdadero hilo conductor de los proyectos reaccionarios en la historia, los  sindicatos y la social democracia en materia de clientelismo, y casualmente  ambos grupos también se encuentran entre los puntales políticos del enviado de  Dios para redimir al Paraguay.  
            No es casualidad, considerando estas  circunstancias, que escandalosos casos de nepotismo y tráfico de influencias  hayan salpicado al clérigo-presidente, obispo de los pobres y teólogo de la  liberación. Primero fue el caso de un sobrino sin formación académica y  dedicado a la venta de automóviles ilegales (sin documentos, presumiblemente  robados en Argentina), oficio conocido en Paraguay como “mausero”, con un  sueldo principesco en un puesto altamente especializado en la entidad binacional  Yacyretá, que administra una hidroeléctrica compartida entre Paraguay y  Argentina. Ahora surge el aprovechamiento subrepticio e irregular de becas  entregadas por el gobierno de Corea por parte de una sobrina del obispo, Mirta  Maidana.  
            Nadie sabe con exactitud el curso que está  haciendo la sobrina en la Universidad de Información y Comunicación de Corea,  sólo que hace poco el Obispo visitó el país asiático para ofrecer garantías a  las inversiones de empresas vinculadas a la Secta Moon.  
            Las autoridades responsables del  otorgamiento de las becas se lavaron las manos, la familia del supremo obispo  rehusó responder a la prensa y solo se sabe que la beneficiaria no tiene  antecedentes de trabajar en el ámbito al cual corresponde el beneficio, destinada  a profesionales del área de la comunicación institucional, la publicidad y/o el  periodismo.  
              Otro de los dilemas que se plantea al  clérigo-presidente es el errático comportamiento de su hermano Pompeyo, al que  quiere impulsar como presidente del Partido Colorado. El caso recuerda por  homonimia al de Pompeyo Magno en tiempos de la república romana, que quiso  nombrar a su yerno Metelo Escisión comandante de dos legiones a pesar de su  conocida ineptitud militar, caso denunciado sin éxito en el Senado por Marco  Antonio.  
            En este caso, es el Pompeyo Magno del  Paraguay el que ha demostrado una absoluta carencia de atributos para liderar  el partido político mayoritario del país, patentizada en su comportamiento  payasesco, su mitomanía ingénita y sus proclamas incoherentes. Combatir estas  aberraciones en Paraguay será especialmente conflictivo, considerando que no  son producto de un cálculo consciente, sino una relación de creencia que  estructura las formas de relación con las prácticas políticas, casi tan fuerte como  la tradición católica a la que cinco siglos de oscurantismo y autoritarismo  permitieron echar raíces.  
          Paraguay, que comparte con Haití el “honor”  de ser los dos únicos países donde un cura católico llegó a presidente mantiene  efectivamente un viejo idilio con la tragedia. Tanto es así que el mismo  Augusto Roa Bastos en una oportunidad sentenció que el infortunio se había  enamorado de su país.   |