Para comenzar, y por respeto a los derechos  intelectuales y de autor, debo mencionar que el título que escogí para este  artículo de opinión es derivado del original “El Arte Supremo de la Viveza” del  Dr. Sergio Ramírez Mercado, para el cual recomiendo al lector su lectura en el  enlace http://www.ideay.net.ni/index.php?s=15&articulo=271 y en el que Sergio expone magistralmente – como sólo él sabe hacerlo – ese mal  común que asalta a nuestros países latinoamericanos: el descaro, la viveza;  vista desde su forma más simple como el no hacer una fila, no pagar una cuenta  que nos corresponde, hasta niveles inimaginables como burlar a todo un país en  un proceso de elecciones presidenciales o a los fanáticos haciendo trampas al  deporte de alto nivel.
                  Pues bien, sin que parezca comercial  publicitario ni nada parecido, debo citar lugar, fecha y hora para respaldar la  veracidad de lo que quiero expresar acá. El pasado domingo 24 de agosto  mientras mi novia y yo teníamos alrededor de 25 minutos haciendo fila en una de  las salas de cinemas Galerías esperando la tanda de las 07:20 p.m. de la  película “Se Busca” – o “Wanted” en inglés – se apareció Levi Luna, a quien todos  conocemos por dirigir el programa televisivo 8 Deportivo, y sin más ni más e  ignorando la fila de personas que muy pacientemente esperaba la hora de la  película, abrió la puerta y entró con su pareja a la sala de cine;  afortunadamente un muchacho de los que trabajan para los cinemas se percató de  ello, lo siguió y le solicitó que se saliera porque la tanda anterior aún no  había terminado, además de que había una fila de personas esperando para poder  pasar y que por favor se sumara a ella.
                  Levi salió de la sala con la muchacha que  lo acompañaba, y lejos ambos de mostrar un poco de respeto por quienes hacíamos  la fila, se quedaron ahí mismo cerca de la puerta de la sala sin siquiera dar  la cara a quienes pensábamos – por lo que acabábamos de ver – que ellos eran  unos de esos “vivos” de los que habla Sergio en su reseña. Llegó la hora de la  tanda de las 07:20 p.m., los señores de servicio dieron la señal de que ya  podíamos pasar a la sala y, muy flagrantemente, Levi Luna con su acompañante  fueron los primeros en entrar muy apuradamente buscando pasar por  desapercibidos. Como yo era de los primeros en la fila le hablé y le dije que  por favor hiciera fila, que simplemente tuviera consciencia de que la gente  había esperado paciente y ordenadamente y que él debería hacer lo mismo;  la muchacha, su acompañante, mostró una  expresión combinada de asombro y molestia conmigo por mi reclamo, Levi por su  parte me respondió de forma literal “Si quiero hacer la fila la hago, sino no,  y no quiero hacerla”, insistí una vez más diciéndole que debería dar el  ejemplo, que todos debemos hacerlo como buenos ciudadanos, pero que él por ser  una figura pública (de una u otra manera) era llamado a ser uno de los primeros  en dar el ejemplo, a lo cual volvió a replicar “No sé si el ejemplo que estoy  dando es bueno o es malo, realmente no me interesa”, solo le respondí que el ejemplo  era pésimo y ahí lo dejé, pues inmediatamente me di cuenta que no valía la pena  intentar hacer entrar en razón y consciencia a alguien que se las da de “vivo”  y que no reconoce sus errores.
                  Esto no es nada personal en contra de Levi,  apenas tenía referencias de él por su profesión como periodista y comentarista  deportivo (valga mencionar que tales referencias eran buenas), pero realmente  es una decepción el comportamiento que mostró ante una situación que demandaba  respeto y sensatez de su parte. Ahora cuento con una referencia más de su  persona.
                  Espero que esto sea tomado como lo que  pretende ser: una crítica constructiva, y Levi no siga con sus ínfulas de “me  vale” y “qué bueno soy burlando a los demás con mi viveza”, ese Arte Supremo de  la Viveza que hasta es visto como una virtud en Latinoamérica, como lo señala  Sergio Ramírez, cuando en realidad no es sino algo vergonzoso que deberíamos ir  eliminando de nuestras infamantes costumbres con algo tan sencillo y difícil a  la vez como lo es la educación.