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ACTUALIZADo 2 de diciembre de 2009

Román Polanski y el secreto bancario suizo
¿Qué tiene que ver Román Polanski con el secreto bancario suizo?
por Gustavo Adolfo Vargas
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¿Qué tiene que ver Román Polanski con el secreto bancario suizo? A primera vista muy poco, pero sospecho que su reciente arresto por las autoridades helvéticas, más que el estricto cumplimiento de una orden de arresto internacional, fue para congraciarse con los Estados Unidos y que pronto los deje en paz con el asunto del secreto bancario. Más que una coincidencia, la decisión de Berna, se produjo bajo una colosal presión de Washington.

¿Qué propósito cumple Suiza al encarcelar al renombrado director cinematográfico Román Polanski por una orden judicial que data de hace más de 30 años? Desde entonces, la supuesta víctima del delito sexual Samantha Gailey (apellido de soltera) públicamente lo perdonó, y expresó su deseo de que se retiraran los cargos. De manera que la razón para proseguir con el caso ahora no puede tener nada que ver con los derechos o sentimientos de la víctima. Tampoco parece probable que él, siendo casado y padre de dos hijos sin ningún otro registro criminal, repita sus delitos.

El renombrado director fue detenido en Zúrich, donde iba a recibir un premio a su carrera cinematográfica, por una orden de búsqueda y captura emitida por EU en 1977, después de que fuera acusado de tener relaciones ilícitas con una menor de edad. La última vez que Samantha, que lleva ahora el apellido Geimer, de su esposo, habló sobre el caso fue cuando solicitó a un juez de Los Ángeles (California, USA) que revocara los cargos en contra del acusado, petición que fue denegada.

En 2003, cuando Polanski fue nominado al Oscar por “El pianista”, que finalmente ganó, ella volvió a romper su silencio para decir que el director debía tener derecho a asistir a la ceremonia de entrega de los galardones, cosa que no hizo. En un artículo que escribió ella en el diario Los Ángeles Times afirmó: “Juzguen la película, no al hombre”.

Debra Tate, la hermana de la segunda esposa de Román Polanski, la actriz Sharon Tate, dice que su ex cuñado es un ‘’buen tipo’’ brillante y que no cree que tenga un juicio justo en Estados Unidos. Tate dice que Polanski no tuvo sexo por la fuerza con la menor, sino que fue un ‘’asunto consensual’’.

El acusado, de 76 años, fue detenido a su llegada a Suiza, donde el domingo iba a recibir un premio a su trayectoria cinematográfica en el Festival de Cine de Zúrich. Sin embargo, las reacciones a su situación, especialmente en Francia y Polonia, han sido estridentes. Provocó la indignación del ministro de cultura francés y del gobierno polaco, pero sobre todo de numerosos artistas en el mundo, que denunciaron una “trampa policial”.

Pero, ¿por qué Polanski fue detenido ahora y no en cualquiera de sus múltiples viajes a Suiza, donde incluso tiene casa? Según reportes de la agencia Reuters, las autoridades suizas argumentan que en esta ocasión sabían exactamente hora y lugar donde arrestarlo. Además, la fiscalía con jurisdicción en el caso exhibe un presunto listado de todas las ocasiones en que habría tratado de detener a Polanski con anterioridad. En todas ellas el viaje por él anunciado a países “neutrales” se habría frustrado en el último momento o las autoridades locales habrían sido lentas, permitiéndole entrar y salir antes de lograr hacer nada. Se supone que esto ocurrió por ejemplo en Israel.

Muchos se preguntarán extrañados, ¿qué relación puede existir entre el arresto del director franco-polaco y la relación de Suiza con los Estados Unidos, que ha producido tanta polémica? Sencillo, siguen aumentando las repercusiones del acuerdo mediante el cual, tras intensas presiones, Suiza dará a conocer los nombres de presuntos evasores tributarios al gobierno de Estados Unidos.

Lo que está en juego trasciende los códigos legales suizos. Algo inevitable desde la detención del director franco-polaco, el sábado 26 de septiembre, a condición que los bancos suizos compartan el secreto bancario. No es difícil de comprender por qué, bajo la presión implacable de fuerzas interesadas, Berna está haciendo concesiones.

Lo paradójico del caso es que los Estados Unidos, abanderado de los ricos (y en donde en tres estados se pueden mantener cuentas bancarias cuyo titular sea una sociedad anónima, cuyos miembros mantienen su identidad protegida por la ley), ahora reivindica la misma solución de los países subdesarrollados al negociar duramente contra los bancos suizos. La necesidad de dinero en Estados Unidos y la Unión Europea determinó una ofensiva contra los “paraísos fiscales” y puso a Suiza contra las cuerdas.

La crisis financiera global apunta hacia la abolición, o transformación, de los paraísos fiscales y del “secreto bancario”. Estados Unidos y la Unión Europea, contradiciendo sus propios principios, amenazaron con violar “el secreto bancario suizo”.

A pesar de que Singapur se va acercando a Suiza como destino financiero preferido para extranjeros opulentos, el país tiene un prestigio imbatible por razones que van más allá del secreto. Tienen que ver con la estabilidad política, el profesionalismo financiero y, desde luego, el Estado de Derecho.

Sin embargo, Berna ha hecho concesiones en años recientes a la presión internacional. La mayor es la que, aceptando las normas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, suprimirá pronto en Suiza la distinción entre fraude impositivo y evasión tributaria. Eso puede significar, a mediano plazo, que cualquier gobierno extranjero será capaz de confirmar la identidad del titular de una cuenta en Suiza con sólo alegar sospecha de evasión fiscal.

No es difícil de comprender por qué, bajo la presión implacable de fuerzas del G-20 instrumentalizado por los más ricos (G-8), Berna está haciendo concesiones. Los suizos no abandonarán del todo su secreto bancario en lo inmediato, pero puede ocurrir tarde o temprano.

Román Polanski, no es inocente, ya que él mismo se declaró culpable. También puede estar siendo víctima de la misma combinación: las dificultades de Suiza con los Estados Unidos de América por el secreto bancario; el deseo de un juez de derribar a un hombre famoso; un fiscal ambicioso; y la avidez de los medios por el sensacionalismo. El que Polanski se rehúse a ser juzgado en un tribunal de justicia estadounidense sería entendible; no obstante, parece haberle llegado la hora de responder ante la justicia por su supuesto crimen.

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