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ACTUALIZADo 27 de FEBRERO de 2009
¿Son identificables los conceptos universidad y empresa?
En una monografía [2] se lee esta definición: “La empresa es la institución o agente económico que toma las decisiones sobre la utilización de factores de la producción
por Manuel Moncada Fonseca
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El concepto "empresa"

A  simple vista,  pareciera inocuo comparar o identificar conceptos como “universidad” y “empresa”  a partir del significado tan abarcador del segundo de ellos. No por casualidad, se suele definir y sobre todo comprender los conceptos no a partir de lo que éstos vagamente encierran, sino de lo que, en la práctica contemporánea, denotan de modo indiscutible y predominante. No es insólito por eso que en Wikipedia [1] aparezca esta definición:

“La empresa es la unidad económico-social, con fines de lucro, en la que el capital, el trabajo y la dirección se coordinan para realizar una producción socialmente útil, de acuerdo con las exigencias del bien común.” Otras acepciones que Wikipedia le da al concepto no hacen más que recalcar lo esencial del asunto, a saber, que el “objetivo natural y principal” de la empresa “es la obtención de utilidades”: desde el ángulo del derecho, se crea con el ánimo de obtener lucro; desde el de la economía, responde a las demandas del mercado. 

Antes de continuar, repárese en el supuesto -porque sólo se trata de eso- de que la empresa capitalista opera en correspondencia con las exigencias del bien común. Ello no ocurre en parte alguna, porque allí donde existe una empresa privada, por lo regular,  el móvil que la orienta es el lucro, como el del conquistador colonial, que fuese de origen español, portugués, inglés o de cualquier otro rincón de Europa, fue siempre el arrebato de las riquezas del aborigen americano y su explotación como mano de obra esclava o servil, jamás su cristianización, ya no digamos su bienestar.

En una monografía [2] se lee esta definición: “La empresa es la institución o agente económico que toma las decisiones sobre la utilización de factores de la producción para obtener los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado […]”.  Y en otra parte de Internet topamos con un sin número más de definiciones del mismo concepto sin que en ninguna parte la educación, universitaria o no, sea abarcada en ellas [3]. Veamos tres de esas definiciones: 

1) “Anthony Jay: Instituciones para el empleo eficaz de los recursos mediante un gobierno (junta directiva), para mantener y aumentar la riqueza de los accionistas y proporcionarle seguridad y prosperidad a los empleados”. (¿Prosperidad a los empleados?).

2) “Diccionario de la Real Academia Española: La entidad integrada por el capital y el trabajo, como factores de la producción y dedicada a las actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios, con fines lucrativos y la consiguiente responsabilidad”.

3) “Isaac Guzmán Valdivia: Es la unidad económico-social en la que el capital, el trabajo y la dirección se coordinan para lograr una producción que responda a los requerimientos del medio humano en el que la propia empresa actúa.” 

Si de cursos sobre empresas se trata, en éstos no se habla de otra cosa que de mercado, con todo lo que eso encierra [4]: -Empresa. Innovación y modelo de negocio; -Contabilidad y documentación comercial; -Empresa competitiva. Organización y liderazgo; -Empresa de producción. Costo de materiales; -Internet. Tu negocio; -Mercadotecnia. Análisis de mercado; -Marketing y BTL, etc.

Finalmente, traemos a colación otra acepción de empresa que difiere mucho de las anteriores; la tomamos del Diccionario Enciclopédico Compact Océano [5] que establece: “EMPRESA f. Acción dificultosa que valerosamente se comienza  […] Intento de hacer una cosa. […] Obra llevada a efecto”.  Y, desde luego, lo que ya sabemos: “Econ. Sociedad mercantil o industrial”.  Si leemos con la debida atención, el acento principal que acá se da al concepto acusado es el de la acción que se inicia,  se intenta ejecutar o se ejecuta. No se hace referencia a lo establecido, a lo perdurable, como sí sucede con el concepto “institución” que, por ello, se ajusta incomparablemente más a lo que define a la universidad.

No podemos dejar de referir, así sea de modo sucinto, que la apología (oculta o franca) a la empresa capitalista sería incompleta sino se acompañara ineludiblemente por la idealización del empresario, al que se dibuja como modelo de conducta. Conozcamos una pequeña muestra de esta nada inocente defensa:

“… para nuestro tiempo es indudable que se requiere un nuevo modo de ser del hombre y, en concreto, un nuevo paradigma del empresario. […] / No cualquiera puede ser empresario. Se requiere vocación de servicio, gusto por la crisis y resistencia para los obstáculos cotidianos porque el trato diario con personas produce fricciones. […]. / Ser empresario implica un gran poder: la responsabilidad. […] Por ello, sus grandes virtudes habrán de ser la resistencia y su capacidad de riesgo.” [6]

¿Abrir universidades a mercados competitivos?

En el lenguaje de no pocos académicos, se hace sentir no la influencia del alma mater sobre el mercado, sino la de éste sobre ella. No asombra así, por ejemplo, que el presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Juan Vázquez [7], afirme que las máximas casas de estudio “se mueven de los centros cerrados a los abiertos, de los mercados protegidos a los competitivos y de los nacionales a los internacionales” y que sostenga “lo mucho que tienen que cambiar, con revisión de instrumentos y objetivos, y de cómo adecuarlas a las necesidades de la sociedad y la excelencia”. Y como si lo afirmado no bastara, el presidente de la CRUE aboga porque “la universidad sea más empresa y las empresas, más universitarias”.

Pero nuevamente estamos ante la necesidad de prevenir que en el mundo de la empresa capitalista y en el de sus adeptos en la academia y en  “otros muchos casos, cuando se habla de “la sociedad” hay que leer el Mercado” [8].

En relación con el tema abordado, las cosas son tan claras para los estudiantes universitarios de España que su rechazo a la  Ley Orgánica de Universidades (LOU) parte de dos cuestiones generales [9]: una de carácter político, por cuanto dicha ley encierra la disminución de la representatividad del alumnado y eleva la importancia de órganos unipersonales (rector, gerente, decanos, etc.); otra de carácter económico, por cuanto se vincula “al proceso de asimilación de la Universidad a un modelo de gestión empresarial”, que representa una amenaza, por ejemplo, para las carreras de Humanidades, cuya financiación puede peligrar de no ajustarse a criterios de rentabilidad que establecen la empresa,  el mercado, los intereses privados. 

La lucha contra la privatización de las universidades, como contra todo lo que implica ese proceso, se hace sentir igualmente en Francia [10], país donde estudiantes, técnicos, profesores e investigadores se encuentran en huelga para protestar contra una serie de "reformas" impuestas por el Gobierno de Sarkozy, reformas cuyas consecuencias ya se asoman: 1000 puestos de trabajo se están eliminando de centros de investigación y universidades; a éstas se les está obligando  a buscar financiación privada; el profesorado se ve afectado con la modificación de sus condiciones laborales y sus tareas; de las universidades que no son sumisas al gobierno se está despidiendo a personal técnico.  

Sin ir lejos, en Nicaragua, sabemos de al menos una universidad adscrita al Consejo Nacional de Universidades (CNU), por tanto subsidiada por el estado, que ha cerrado carreras por no resultar “rentables” para el mercado, para los empleadores, justamente porque pertenecen al campo de las humanidades, como ocurrió con la de Artes y Letras y la de Historia; en otra universidad pública, existe una parte privada y hay una más en la que la enseñanza de la historia ha sido eliminada en facultades como la de medicina.

Así, bajo los marcos del dominio capitalista no hay nada de inocente en lo empresarial, aparezca o no como gestión académica o de cualquier otra índole. Resulta casi inconcebible, en este estrecho marco de cosas, disociar la empresa o lo empresarial de intereses privados, rentabilidad, lucro, explotación y maltrato en todos los órdenes, por mucho que se pregone la llamada responsabilidad social empresarial.

Sobre esta base, tampoco debe asombrar que haya voces advirtiendo contra tendencias semejantes. Así, Philip Altbach [11], del Centro Internacional para la Educación Superior de Boston College, quien llama a hacer un análisis crítico entre beneficio económico y conocimiento, advierte que “muchas empresas están monopolizando el acceso al conocimiento”. Naturalmente, al hablar de empresas, no se está refiriendo a universidades sino a empresas capitalistas. Y aunque no rechaza la idea de una colaboración entre empresa y universidad, para él, ello no debe suponer el olvido de su misión general.

Francisco Javier Merchán Iglesias [12], profesor e investigador en el campo de la enseñanza, en una entrevista que le hiciera Salvador López Arnal, acota que la escuela no es una empresa, pero tampoco la educación es un negocio; no obstante, las políticas del gobierno español se orientan precisamente a eso, lo cual produce numerosos conflictos y situaciones contradictorias. Concluye que la “fe en el mercado y en las formas de gestión empresarial es la que nos conduce a una catástrofe medioambiental y a crisis económicas cada vez más agudas”.  

Procedencia de la idea de transformar la universidad en empresa

Para ahondar la idea que hemos venido enfocando, examinemos ahora la procedencia de la pretensión de transformar a la universidad en empresa.

Pues bien, semejante idea comenzó en 1999, asume Cristóbal García Vera [13], en la ciudad de Bolonia, Italia, cuando los ministros de Educación de la Unión Europea firmaron una Declaración conjunta que inauguró un “proceso de convergencia” supuestamente destinado a facilitar un intercambio efectivo entre titulados de los distintos países europeos, cuando lo que en verdad perseguía era “adaptar los estudios universitarios a las demandas sociales”,  “demandas sociales” que impuso previamente la Mesa Redonda de los Empresarios Europeos (ERT) que, no en vano, es “uno de los grupos de presión más influyentes de la UE” y un espacio que congrega a directivos de grandes empresas multinacionales como Nestlé, British Telecom, Total, Renault o Siemens.  Sobre la base de esta realidad, García Vera, concluye: “Al tiempo que la educación pública primaria y secundaria es sometida a un interesado proceso de deterioro, la Universidad se proyecta como "escuela de negocios" para privilegiados, con la investigación científico-técnica al servicio del beneficio privado y regida por los mismos criterios empresariales de cualquier multinacional”.

Al menos en Nicaragua, para fundamentar la conversión de la universidad en empresa, algunos toman erróneamente de ejemplo el caso de Cuba, ignorando que, en este país caribeño, la naturaleza del poder estatal no hace posible que las empresas se tornen patrimonio y fuente de beneficio de unos pocos. De este modo, en Cuba, el vínculo universidad-empresa se fomenta plenamente, porque la empresa, al igual que la universidad, trabaja en función de responder a las necesidades de la sociedad en su conjunto. Con todo, al hacerse referencia a la consecución de financiamiento alternativo para la educación superior, cubanos como Pedro Horruitiner Silva  [14], advierten que un esfuerzo semejante no debe asociarse “a la transformación de la universidad en una empresa basada en vínculos básicamente económicos con el sector productivo, abandonando sus preceptos fundamentales y convirtiéndose en una institución cuya misión pasa a ser producir ingresos en lugar de conocimientos.”

En la misma línea, Gabriel Corral Basurto [15] sostiene que una universidad es eso y no otra cosa, justamente, por la interacción dialéctica de tres elementos: 1) la libre generación de conocimiento, 2) su libre expresión y 3) su libre difusión. Sin eso y sin compromiso social, la universidad sólo ilusoriamente podría estimarse tal, y lo que pudiera decirse de ella sería un discurso vacío. Rompiéndose este equilibrio, concluye el autor, “la universidad pierde hacia el interior de su propio ser y se desvalora a sí misma”.

Pero esta desvaloración no sólo afecta o puede afectar a la universidad. Ello ocurre igualmente con todo tipo de instituciones que se someten a los designios del mercado. Antes de concluir, para ilustrar brevemente la idea, pondremos dos ejemplos:

1) El del periodismo internacional

Se trata de que si antes este oficio [16] estaba esencialmente en manos de profesionales de la materia, hoy, a escala global, se ve grandemente manejado por empresarios cuyo interés no es la información sino el negocio. Al respecto, son de sobra conocidas las monstruosas tergiversaciones que los grandes medios imperiales de comunicación le imprimen a hechos como la ocupación de los territorios de Iraq y Afganistán o el de la agresión israelí contra los palestinos y otros pueblos del mundo árabe. Son igualmente conocidas las mentiras que esos mismos medios conciben y difunden alrededor de los francos procesos de integración y transformación que hoy se viven en América Latina. A manera de ilustración, aportamos la siguiente información: en el recién celebrado referéndum en Venezuela [17], la opción del “No” tuvo una cobertura mediática del 71%, contra apenas el 29 % de la del “Sí”, pese a lo cual esta última opción se impuso con más del 53 % de lo votos”.

2) El de la microbiología

Sobre el particular, se ha denunciado, innumerables veces, la nociva acción que grandes transnacionales como la Monsanto despliegan en el mundo, silenciando todo aquello que ponga en riesgo sus negocios, sin importarles para nada que sus productos sean o puedan ser, en mayor o menor medida, riesgosos para la salud humana, la biodiversidad y el medio ambiente en general. Así ocurre, por ejemplo, con una investigación secreta efectuada por científicos de dicha transnacional [18] que demuestra que ratas alimentadas con maíz transgénico MON 863 “tenían riñones más pequeños y variaciones en la composición de su sangre”; hecho que no se registró en los roedores que fueron alimentados con alimentos no transgénicos. La misma empresa [19], puede contaminar los campos, introducirse en propiedad ajena para recoger muestras y de constatar o de simplemente afirmar que allí crece alguna planta genéticamente modificada, procede a demandar al granjero aduciendo que  la cosecha le pertenece. Con eso, la Monsanto logra hacer dinero fácil ante la impotencia de aquél para luchar en su contra en los tribunales. Más aún: impide a todo el mundo comprar, recoger y guardar semillas normales.

El fenómeno de la desvaloración que hemos ilustrado arriba no es del todo nuevo: Marx y Engels ([20]) ya habían advertido, desde 1848, que el capitalismo convierte a las diversas profesiones en sus servidores asalariados.

Concluyamos

Llamar “empresa” a la universidad, en sentido coloquial o casual no es reprochable ni malo en sí mismo, pero insistir en ello, volverlo permanente, se torna contraproducente o sospechoso en un mundo en el que las transnacionales están detrás de la “jugada”, aunque después parezca que esa “jugada” ha aparecido por sí sola y se ha ejecutado por sí misma, sin que los poderosos de este mundo la apadrinen, la impulsen y difundan. Consecuentemente, en un mundo en el que el pensamiento dominante inculca hasta los tuétanos la devoción hacia la empresa y el empresario, no resulta nada inocente la idea de llamar empresas a las universidades.

Por lo mismo, las instancias de educación deben mantenerse fieles a su identidad, sin que ello las lleve a estancarse o aislarse; por el contrario, deben mostrar permanente disposición a transformarse, a ser emprendedoras. Pero, lejos de la pretensión de llamarse empresas (cosa distinta a ser emprendedoras), las universidades deben considerarse instituciones de educación y no otra cosa que las lleve o pueda llevar lejos, muy lejos, de su esencia y, por ende, de su razón de ser. No se debe hacer de ellas nada que las vuelva parecidas al mercado capitalista, ni a nada que a éste le sea consustancial; nada que las aleje de la humanidad y sus intereses cardinales.

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