archivo ENVÍE SU OPINIÓN AVISO DEL MEDIO  

ACTUALIZADo 19 de noviemBRE de 2009

Nicaragua: Violencia y miseria
Estoy seguro que la mayoría de la sociedad nicaragüense no quiere continuar viviendo en la barbarie
por Sergio Simpson
Compartir
Texto más grande Texto más pequeño Texto más grande Texto más pequeño Texto más grande

La violencia es producto de un estadio animal primario. Me recuerda la lucha entre los especímenes más fuertes para liderar a la manada y animarla en la batalla contra otro grupo para dominar un territorio.

En Nicaragua los cabecillas se enriquecen, no se enfrentan entre ellos, ni se arriesgan en la contienda, nada más se dedican a estimular los instintos básicos de sus seguidores, ofreciendo prebendas, dádivas económicas, e inmunidad por participar en los ataques sangrientos.

Estoy seguro que la mayoría de la sociedad nicaragüense no quiere continuar viviendo en la barbarie, ha transcurrido mucho tiempo, casi toda su historia, sometida a presiones emocionales y miseria económica; por diversas culpas, errores, sin razones, soberbias, y la más inmoral manipulación del ser nica: macho, huevón, y encachimbado.

Violencia es la única opción del nicaragüense cuando demanda sus derechos, y es la respuesta de quien se encuentra en el poder para sostenerse robando. Un ciclo destructivo que hunde más a los pobres y beneficia a la clase dominante.

Vivir terror desde niño

Observé violencia política, la primera vez, a la edad de nueve años, hace cuarenta y dos, durante una manifestación en la vieja Managua, el 22 de enero de 1967, cuando la Guardia Nacional asesinó a casi trescientos manifestantes que rechazaban a Somoza.

Desde entonces conocí la crueldad política, y dos años después, mientras me dirigía al colegio, la sufrí al respirar gas lacrimógeno durante una protesta en la Avenida Roosevelt, la calle central de la capital.

La prensa informaba que una señora aduladora de la familia Somoza, Nicolasa Sevilla, encabezaba una columna de delincuentes y fanáticos para agredir con cuchillos, garrotes y piedras a contrarios al dictador, incluyendo periodistas y edificios de la prensa, sin que la Guardia Nacional se lo impidiera.

La lucha contra la dictadura somocista dejó mucho sufrimiento, miles de muertos y heridos, igual siguió durante la revolución en los años ochenta, y con lo que han llamado democracia no hemos avanzado hacia la tranquilidad y el progreso.

Entre 1990 y 2006, la población sandinista en varias ocasiones se tomó las calles porque le anularon derechos adquiridos con la revolución; los gobiernos liberales privatizaron los servicios públicos y las empresas de los trabajadores, revirtieron la reforma agraria, y negaron los derechos sindicales, entre otros atropellos que ocasionaron muertos y heridos.

También los contrarrevolucionarios, de los años ochenta, expresaron descontento por el incumplimiento de acuerdos que firmaron con el gobierno al momento de abandonar las armas, y algunos de ellos se rearmaron para exigir los beneficios prometidos.

En la supuesta democracia los gobernantes han robado millones de dólares, tantos que ni se sabe exactamente, creando con sus discursos un escenario ficticio de bienestar ensalzando obras de progreso, estado de derecho, falseando la realidad discriminatoria y miserable que experimenta la mayoría de habitantes del país.

Ortega con lo mismo

Al asumir la presidencia Daniel Ortega, con su lema de paz y reconciliación, la oposición tampoco se ha podido manifestar sin que no sea reprimida, incluyendo a quienes siendo sandinistas no ratifican la conducción del mandatario y proponen mejorías retomando principios.

En vez de cumplir su promesa electorera, Ortega responde furibundo ante quienes no aprueban su gestión, critican los desaciertos o sugieren cambios sustanciales; mantiene su recurrente lenguaje gastado, cansado, de la Guerra Fría, fortalece su personalidad autoritaria, manipula: vicios, pasiones y prácticas agresivas.

La violencia oficial promueve reacciones similares de las personas descontentas, y peor aún arrastra a quienes por alguna razón se ven afectadas directa o indirectamente, no necesariamente por una convicción política se vuelven contrarias al gobierno.

Es probable, casi seguro, que los animadores de las batallas no hayan estado en la primera línea de combate, arriesgando la vida por tanto tiempo; algunos ahora viven cómodos, lujosos, barrigones, adulando al señor para mantener un puesto que les engrandece la bolsa; y otros no han superado su personalidad pendenciera.

Recordemos que en Nicaragua, durante el siglo pasado, la lucha por los derechos ciudadanos produjo movimientos armados y revoluciones, culminando con la guerra civil durante la revolución sandinista. Las consecuencias son impredecibles, nadie está seguro aun con escoltas.

Sandinistas por la razón

Llaman a la sensatez quienes no se lucran con la barbarie, quienes no andan en romería detrás de los funcionarios o políticos buscando prebendas o dádivas, quienes desean desarrollar capacidades en paridad de condiciones para mejorar su vida económica y emocional.

Los juiciosos claman por el argumento, la explicación de los fenómenos sociales, las propuestas para vencer la vulgaridad, las ofensas, los golpes y garrotazos. Los reflexivos no pierden la paciencia, sino que tratan de convencer con la teoría y la práctica, con el ejemplo.

Los honestos, por tanto revolucionarios de verdad, quieren un país con iguales oportunidades laborales y financieras, y no se identifican con los manipuladores del sentimiento sandinista que en beneficio propio continúan creando descontento y caos.

Tampoco aplauden o siguen a quienes, desde sus puestos públicos e influencias políticas, han saqueado y siguen robando el presupuesto del país e implementado políticas de Estado para profundizar la injusticia, la desigualdad y la miseria.

Los nicaragüenses, en mayoría, me atrevo a decirlo: queremos argumentos y eficiencia, críticas y correcciones, honestidad y capacidad. ¡No más violencia!

Imprimir
AVISO: La Jornada no puede publicar todas las colaboraciones que se reciben. Las que contengan expresiones ofensivas, reproches de delito, datos errados, o que sean anónimas, no serán puestas en línea. Los aportes atribuidos u opiniones puestas en línea, no representan el perfil ni el pensar del diario, ni de sus anunciantes.
 
   
Inicio | Opinion | Directorio | Agenda | Revista | Video | Galería | Archivo | Comentarios | Suscríbase | Audio | GSA | Mapa del Sitio
© 2009 La Jornada. Una empresa del grupo Arévalo-Garméndez. All Rights Reserved.
Nosotros | Contáctenos | Reconocimientos | Staff | Servicios | Publicidad
Sitio Ganador Arroba de Oro 2006Sitio Ganador Arroba de Oro 2007Angel de la Comunicación: Mejor Periódico DigitalSiteUptime Web Site Monitoring Service