archivo ENVÍE SU OPINIÓN AVISO DEL MEDIO  

ACTUALIZADo 15 de enero de 2010

Haití, país colapsado
La energía liberada por el terremoto de 7.3 grados en la escala de Richter equivalió a la explosión de varias bombas nucleares y lo hizo en un país no preparado para soportarlo.
por Rafael Isás R.
Compartir
Texto más grande Texto más pequeño Texto más grande Texto más pequeño Texto más grande

Pasan las horas y los días. Las noticias que se dan a conocer revelan, impactantemente, la verdadera dimensión de una tragedia. La energía liberada por el terremoto de 7.3 grados en la escala de Richter equivalió a la explosión de varias bombas nucleares y lo hizo en un país no preparado para soportarlo.

Haití está colapsado, en toda le extensión de la palabra.

Una nación que comparte con República Dominicana la isla de la Española, que a diferencia de su vecina, sus árboles son casi inexistentes, a pesar de que cuando llegaron los primeros españoles era un territorio poblado de bosques exuberantes. Los contrastes son brutales: Dominicana tiene un 28% de su territorio cubierto por bosques, mientras que Haití sólo el 1%.

Esa sobrexplotación irracional de árboles trajo como consecuencia, además de la pérdida de especies de rica madera, erosión de suelos, depósitos espesos de sedimentos en ríos, inexistencia de flora protectora en reservas de agua dulce, y por tanto de energía hidroléctrica potencial, y escasez crónica de lluvias.

Haití es el país más pobre de América, pero no por accidente, sino como consecuencia de haber albergado gobiernos perenemente corruptos que descuidaron por completo la dotación de servicios públicos para la población. De hecho la mayor parte de la gente vive continuamente con problemas crónicos de falta de electricidad, agua potable, drenaje, asistencia médica y escuelas.

Por si fuera poco, y para darnos cuenta de la tragedia actual, es uno de los países más densamente poblados del continente, alrededor de 1,000 personas por kilómetro cuadrado, pues sus 10 millones de habitantes ocupan sólo un tercio del espacio de la isla.

La mayor parte de la gente se dedica a la agricultura de subsistencia; el tamaño de su economía es modesto y consiste principalmente de la producción de azúcar y café, destinados para la exportación. Por otro lado, alrededor de 20,000 trabajadores son empleados en zonas de libre comercio por empresas maquiladoras, sobre todo textileras, que aprovechan la mano de obra barata, pero sin dotar de ninguna transferencia de tecnología.

Existen pequeños enclaves para el turismo foráneo, pero también el país funciona como punto intermedio en el tráfico de drogas procedente de Colombia hacia los Estados Unidos.

Desde hace años, Haití viene sufriendo altos índices de infecciones, como el sida, la tuberculosis y el paludismo.

Las diferencias tan grandes con la República Dominicana tienen que ver con la historia diferente de ambas naciones, las actitudes, las identidades, las instituciones que se fueron formando y, por supuesto, los gobiernos que tuvieron.

Cuando Haití logró su independecia en 1804, era más rica y poderosa que su vecina. Después de una serie de invasiones, los Estados Unidos impusieron ocupación militar en toda la isla, que se extendió desde 1915 hasta 1934. Luego, Haití, en plena época del dictador dominicano, Rafael Trujillo, tuvo una sucesión de gobiernos inestables, hasta que en 1957 llegó al poder el tirano, por todos recordado, Francois Duvallier, mejor conocido como "Papá Doc", el cual terrorizó a la población con su policía secreta. Duvallier, no tuvo interés en modernizar al país, ni tampoco sentó las bases para una economía industrial. A su muerte fue sucedido por su hijo Jean-Claude, "Baby Doc", quien siguió la misma línea que su progenitor, y que gobernó hasta 1986, cuando tuvo que huir al exilio.

Desde entonces, el país ha seguido la ruta de la inestabilidad y su débil economía continuó en franco declive. Como consecuencia de todos estos hechos, se estima que más de un millón de haitianos (10% de la población total) viven en otros países, principalmente en los Estados Unidos.

Haití es tan pobre, tan deficiente en recursos naturales, y con tan poca población educada, que le es igualmente difícil utilizar de manera eficiente la ayuda externa que recibe por parte de otras naciones y organizaciones internacionales.

Todo lo anterior ha colocado a Haití en la lista de estados fallidos y, por si fuera poco, en los últimos años ha sido duramente golpeada por huracanes.

Ahora sufre los daños del mayor terremoto registrado en la isla en los últimos 250 años.

Haití no tiene los recursos para salir de esta tragedia. Su futuro es más incierto que nunca y los daños causados se dejarán sentir por generaciones. Haití necesita la ayuda de todo el mundo. Realmente vive una situación desesperada.

Imprimir
AVISO: La Jornada no puede publicar todas las colaboraciones que se reciben. Las que contengan expresiones ofensivas, reproches de delito, datos errados, o que sean anónimas, no serán puestas en línea. Los aportes atribuidos u opiniones puestas en línea, no representan el perfil ni el pensar del diario, ni de sus anunciantes.
 
   
Inicio | Opinion | Directorio | Agenda | Revista | Video | Galería | Archivo | Comentarios | Suscríbase | Audio | GSA | Mapa del Sitio
© 2009 La Jornada. Una empresa del grupo Arévalo-Garméndez. All Rights Reserved.
Nosotros | Contáctenos | Reconocimientos | Staff | Servicios | Publicidad
Sitio Ganador Arroba de Oro 2006Sitio Ganador Arroba de Oro 2007Angel de la Comunicación: Mejor Periódico DigitalSiteUptime Web Site Monitoring Service