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actualizado 25 de noviembre 2010

El G-20 y su fallida reunión en Seúl
El encuentro, en el que además participaron ejecutivos de más de 120 compañías internacionales, llevaba la ambiciosa agenda de reformar la economía del mundo para ayudar a asegurar un crecimiento estable
Por Gustavo Adolfo Vargas

El presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak, con una crítica al desequilibrio existente entre el Grupo de los veinte (G-20), inauguró la semana pasada la cumbre de dos días que reunió a mandatarios y líderes de las naciones con la mayor actividad económica mundial.

El encuentro, en el que además participaron ejecutivos de más de 120 compañías internacionales, llevaba la ambiciosa agenda de reformar la economía del mundo para ayudar a asegurar un crecimiento estable y prevenir se repitiese la crisis financiera de 2008.

Sin embargo, no hay una lógica racional del sistema capitalista que coadyuve a sus agentes --desde las grandes corporaciones a los Estados dominantes-- a actuar coherentes con una lógica superior del mismo. Es una de sus paradojas estructurales, la misma que impera entre la dominación global y la expoliación privada.

Es la quinta cumbre de los líderes del G-20, se reunieron en Seúl (Capital de Corea del Sur), casi dos años después de que estallara la crisis financiera mundial, con vistas de concretar un balance de los avances alcanzados en el camino hacia un nuevo orden financiero.

Integrado por los países industrializados y las economías emergentes de mayor peso, el G-20 se reunió básicamente para enfrentar la crisis que ha vaporizado enormes sumas de dinero y amagaba con hacer colapsar varias economías. Instaurado en 1999 a nivel ministerial como respuesta a la crisis financiera que aquejaba a algunos países asiáticos, así como Brasil y Rusia.

Acorde con los tiempos que vivimos, el G-8 y G-20 deben dar paso a la transición hacia un mundo multipolar, en el que surgirán otras potencias económicas globales y en el que la tradicional hegemonía ejercida por los Estados Unidos desaparecerá o disminuirá notablemente.

El colapso del Lehman Brothers Bank, en 2008, fue el detonante de la crisis financiera mundial que reunió de emergencia a los líderes del G-20 en Washington, donde acordaron una gama de medidas para asegurarse de que una crisis de este tipo no se duplicaría.

No obstante, todos los participantes en la cumbre sudcoreana están conscientes que esa voluntad ha decaído. La reforma de los mercados financieros no ha llegado aún lo suficientemente lejos dado que cada gobierno tiene que batallar para sacar adelante la reforma ante su propio parlamento.

Alemania introdujo un impuesto bancario a nivel nacional, pero a pesar de ello, en el G-20 no se logró consenso para incorporar un impuesto aplicable al mercado financiero global. Los europeos han mostrado en Seúl que la vigilancia sobre los mercados ha mejorado al punto de prohibir ciertos instrumentos financieros de alto riesgo y reducir el margen de acción de los “hedge funds”, así como las agencias de rating.

El jefe de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, estima que la cumbre de Seúl tiene lugar en un momento crítico, donde pondrá a prueba la verdadera capacidad de coordinación del G-20 para responder a la economía mundial. “Todos tendrán que aceptar que los desequilibrios globales son motivo de preocupación para todos”, expresó Barroso.

Pese a las promesas, el G-20 todavía está lejos del comercio sin proteccionismo. En primer término sus integrantes buscan ventajas para fortalecer su propia economía y los desequilibrios resultantes se convierten en caldo de cultivo de la próxima crisis. En los balances comerciales de los países, donde se refleja la correlación entre importaciones y exportaciones, acecha el siguiente conflicto producto de la denominada, “guerra de divisas”.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula Da Silva, recomendó a Estados Unidos que conduzca su política cambiaria con más seriedad ya que la misma, acotó, afecta a la economía global. Es que la nueva política del Sistema de Reserva Federal (Federal Reserve System), equivale a una manipulación de la moneda: bajar deliberadamente el valor internacional del dólar y ganar una ventaja competitiva para los exportadores estadounidenses cuyo plan es comprar US$600.000 millones adicionales de títulos del gobierno creando más reservas bancarias (“emitiendo dinero”).

El líder cubano Fidel Castro, en la última de sus “Reflexiones”, cuestiona la representatividad de estos eventos como el G-20 o el Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) inaugurado este mes de noviembre, al recordar que el mundo no está constituido sólo por los países que participan de esas citas.

Las intervenciones realizadas sobre todo por Estados Unidos y China para devaluar su propia moneda y con ello obtener ventajas comerciales han sentado precedente. Otros países como Brasil, Corea del Sur y Japón han seguido el ejemplo, dando lugar a una temeraria carrera mundial.

La quinta cumbre de líderes de países ricos y emergentes, que culminó en Seúl, estaba llamada a dar respuestas, pero fue pletórica de dudas. Su incorporación al puesto de mando mundial, sobre todo, del gigante asiático, trastoca la marcha de las grandes cumbres, antaño cocinadas a fuego lento desde ambos lados del Atlántico.

En los últimos años, los Estados imprimieron más billetes de lo que el Producto Interno Bruto Mundial pudo absorber. Éste es el problema más acuciante planteado por la crisis. Los ministros de finanzas no resolverán el problema en Seúl. Francia asumirá la presidencia del G-20 en Corea del Sur y pondrá el tema en el centro de la agenda, empero lo más importante sigue siendo la capacidad de los países participantes de actuar en consenso.

El G-8 ya no es el eje del poder mundial; y el G-20, por su lado, pretende erigirse en la nueva plataforma de gobernabilidad global. Todo esto se está cocinando en el fermento de la actual crisis económica.

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