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actualizado 17 de junio 2011

 

Con la comida no se juega
Un valioso consejo que algunos han debido olvidar
Por Javier García Ropero
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Los precios de los alimentos continuarán en niveles altos durante lo que resta de 2011 y también en 2012. Así lo sostiene la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que en su último informe alerta de la escalada de un 37% en los precios de los productos básicos en un año. Además, Oxfam prevé que en el año 2030 su coste habrá subido entre un 120% y un 180%. Una situación que puede crear aún más dificultades a los países empobrecidos. Pero, como suele ocurrir, no todo el mundo pierde.

El cambio climático, la subida de los precios de los combustibles o una demanda elevada que no puede satisfacerse con los recursos disponibles son algunos de los factores que provocan esta situación. La escasez o abundancia de lluvias pueden provocar la destrucción de cosechas de maíz, trigo o arroz. El alza en los precios del crudo conlleva a producir una mayor cantidad de biocombustibles, fabricados con productos como el maíz o la caña de azúcar. En el caso del maíz, su valor se ha incrementado en un 74% durante el primer trimestre de 2011 en comparación con el mismo período del año anterior. A ello también contribuye el descenso de la producción, sobre todo en Estados Unidos, primer exportador mundial, que ha retrocedido a niveles de hace treinta años.
Ese descenso de las existencias conduce a modestos aumentos en los niveles de producción. Para este año, la FAO espera cosechas récord de cereales que, sin embargo, apenas cubrirán la demanda. Pero no sólo se ven afectados los productos agrícolas. La producción carne ha alcanzado niveles récord en mayo, y su producción sólo crecerá en 2011 un 1% respecto a 2010, pese a que la demanda aumenta en mayor proporción cada año.

La volatilidad predominará en la evolución de los precios durante los próximos meses. Pueden mantenerse estables, dentro de sus altos niveles actuales, o continuar subiendo. Sin embargo, el daño ya está hecho. Y los que más lo sufren son los países empobrecidos y que gastan el 80% de sus ingresos en alimentos, y que tendrán que gastar en 2011 hasta un 30% más en importaciones que en el año pasado por el encarecimiento de los precios. Desde que se iniciara la escalada de precios en junio de 2010, 44 millones de personas han caído bajo el umbral de la pobreza. Según el Banco Mundial, 1.200 millones de personas ya viven en esta situación, número que podría incrementarse en diez millones si los precios de los alimentos crecen otro 10%, y en 30 si lo hacen en un 34%.

Son los damnificados de un escenario en el que no todos salen perdiendo. Oxfam relata que las grandes compañías relacionadas con la comercialización de alimentos han incrementado sus beneficios, así como los supermercados y las empresas de semillas y de fertilizantes. Pero no son los únicos. La FAO advierte que es preciso vigilar y mejorar la transparencia de unos agentes que están en la sombra, pero a la vez muy presentes: los llamados “mercados de futuros”.

A ellos acuden productores, que aseguran una cantidad de dinero anticipándose a posibles adversidades como lluvias que podrían arruinar sus cosechas, y los especuladores. En éste caso, el “inversor” adquiere derechos sobre un determinado bien, por ejemplo maíz, a un precio inferior del que espera que tenga en un futuro. La situación actual de subida continua de los alimentos es un escenario ideal, ya que el precio al que compre hoy el maíz será, con toda probabilidad, inferior al que pueda venderlo en un futuro, por lo que obtendrá un beneficio. Y no se trata de pequeñas cantidades. La FAO explica cómo en los momentos de mayores repuntes de los precios estas operaciones afloraron de manera considerable, mientras que en los momentos de pequeñas bajadas la situación era contraria: de vender a otros especuladores que, a su vez, preveían que los precios volverían a subir estableciendo así un bucle especulativo difícil de parar. “Con la comida no se juega”, suelen decir las madres a los niños más rebeldes en la mesa. Un valioso consejo que algunos han debido olvidar.

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