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actualizado 24 de junio 2011
Cómo alimentar a 9.000 millones de personas
La ONU prevé que, en 2050, la población del planeta supere los 9.000 millones de personas
Por Gonzalo Fanjul
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La historia de los últimos 15 años es la historia de un fracaso en la lucha contra el hambre. Tras un descenso lento pero continuado del número de hambrientos hasta 1995, el mundo ha ido dando pasos atrás hasta batir récords durante las escaladas de precios de 2008 y 2010, cuando se alcanzó por primera vez en la historia la cifra de los 1.000 millones de personas. De acuerdo con CRECE, la campaña lanzada por Oxfam, este fracaso es el síntoma de un sistema alimentario roto. Se estima que entre el 30% y el 50% de la comida que se produce se pierde como consecuencia del desperdicio de alimentos de los hogares más ricos o de la falta de infraestructura de las economías agrarias más pobres. La incertidumbre ha disparado la presión sobre unos recursos productivos cada vez más escasos. Con el objetivo de conseguir tierra fértil y nuevas fuentes de agua y alimentos, inversores privados e institucionales han realizado desde 2000 más de 1.200 contratos que cubren más de 80 millones de hectáreas de tierra. El 60% de esta tierra se encuentra en África.

La ONU prevé que, en 2050, la población del planeta supere los 9.000 millones de personas. Para entonces, la combinación de más habitantes y una dieta más rica en proteínas habrá incrementado la demanda de alimentos en un 70%, poniendo a prueba la sostenibilidad de unos recursos naturales que ya empiezan a mostrar signos de agotamiento. De acuerdo con los cálculos realizados por Oxfam, el efecto del cambio climático disparará los precios de los alimentos en los próximos veinte años, amenazando la supervivencia de millones de familias que seguirán gastando hasta un 60% de sus ingresos en la compra de alimentos.

La receta contra esta tormenta es una combinación de equidad y ecología: producir más, reduciendo la huella ecológica de nuestra producción y nuestro consumo, y garantizando un acceso más justo tanto a los alimentos como a los factores de producción como la tierra o el agua.

En su informe de campaña, Oxfam desgrana una agenda política de corto y largo plazo que permitiría abordar estos retos. Las prioridades de corto plazo deben centrarse en evitar nuevas crisis alimentarias como la de 2008, lo que implica establecer mecanismos básicos de coordinación y transparencia entre países donantes, productores y compañías involucradas. También exige poner fin al doble rasero de los países ricos en materia comercial, biocombustibles y de ayuda alimentaria.

Pero el reto fundamental está en la trasformación de nuestros modelos de producción y consumo. África, por ejemplo, se enfrenta a una revolución productiva similar a la que experimentó Asia en los años 60 y 70, multiplicando por dos el rendimiento de las tierras cultivables y asegurando su adaptación al cambio climático. Eso no solo implica inversión pública y privada en la pequeña agricultura, sino también marcos regulatorios exigentes para las empresas extranjeras y las élites nacionales, de modo que se garantice el derecho de los campesinos a la tierra y a los recursos productivos. La experiencia de Vietnam y otros países demuestra que es posible lograrlo, incrementando la eficiencia, la equidad y la sostenibilidad de las inversiones.

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