Era difícil de imaginar hace tan solo un año, ver una Europa amenazada por los propios europeos. La invasión silente y bulliciosa viene de las entrañas revolucionarias de una juventud que se esperanzó en el cambio, no un cambio doctrinario, sino un cambio de vida, de mejoras profundas en la inversión pública que les permitiera tener algo digno y sagrado para todo ser humano, como es un empleo decente para cubrir necesidades económicas e intelectuales.
Hoy los desocupados se convierten en una fuerza homogénea y organizada a través de redes sociales como Twitter y Facebook, es allí donde se gestan las nuevas revoluciones, sino veamos los casos de Egipto y Jordania. La fuerza arrolladora del descontento popular le acaba de pasar una carísima factura el desgobierno impopular de Zapatero y el PSOE, quienes perdieron importantes plazas políticas en España. Ahora la ola se vuelve codiciosa y camina con pasos agigantados hacia Paris y Roma, muy cerca ya de Alemania y Holanda.
Los gobiernos deben de entender que existe una ley suprema que garantiza o deslegitima la permanencia de los estados y los gobiernos y es aquella descrita por Tito Livio, como la “ley de la necesidad”. Esta ley suprema está inspirada en las leyendas de la Roma antigua, y tiene mucho que ver con dos elementos básicos del sostenimiento del ser humano, la alimentación y la vivienda. Cuando uno de estos dos elementos falta, el ser humano se convierte en un Ciclope o Gladiador, capaz de cualquier locura o hidalguía.
Latinoamérica no parece escapar a esta ola de cambios y ya lo vimos en la consulta popular en Ecuador en mayo 07 de este año, y las elecciones legislativas en Venezuela en el año 2010 donde a pesar del control omnímodo de los dos estados en los medios de comunicación, la represión política y la falta de garantías electorales, la mitad de los ecuatorianos y los venezolanos dijeron NO a sus gobiernos. Fue un NO basado en principios, más no en oposicionismo voluntario. Detrás de estas victorias ciudadanas no hubo un liderazgo político fuerte, sino que fue el producto del descontento popular cada día creciente y compulsivo.
La ola de cambios pronto llegara a una buena parte de nuestros países, donde sus gobiernos no parecen miran con atención las columnas de humo que soplan desde occidente. La gesta revolucionaria que comenzó en el mundo Árabe, se encuentra paseando por Europa, pero con pasaje comprado hacia América latina.