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actualizado 11 de nov. 2011
¿Se prepara finalmente la guerra contra Irán?
El poder político suele ser más moderado que el militar
Por Maximiliano Sbarbi Osuna
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Nuevamente, suenan las alarmas sobre una supuesta declaración de guerra contra Irán, pero esta vez parece ser más creíble porque proviene directamente del primer ministro israelí.

En general, el poder político suele ser más moderado que el militar, sin embargo la actual administración de Israel, conformada por el premier Benjamín Netanyahu, el ministro de Defensa Ehud Barak y el ultraortodoxo y racista ministro de Exteriores Avigdor Lieberman, instó a los jefes de las Fuerzas Armadas, del Mossad, del servicio de seguridad Shin Bet, y al jefe de la Comisión de Energía Atómica de Israel a apoyar un ataque contra las instalaciones nucleares Iraníes.

Todos estos actores, excepto Netayahu y gran parte de su gabinete, consideraron imprudente una acción militar contra Irán en este momento de cambios en el mundo árabe y de crisis económica en los países centrales.

Sin embargo, Israel tiene antecedentes de haber lanzado bombardeos quirúrgicos sobre instalaciones nucleares militares en Irak en 1981 y en Siria en 2007. La reacción de ambos países fue el hermetismo absoluto. No hubo una respuesta armada, quizás porque los Estados Unidos apoyaron esas operaciones o tal vez porque Washington no tiene la capacidad para detener a Israel en ese tipo de acciones.

Netanyahu no está solo en este plan. De acuerdo con el diario israelí Haaretz, el 45 % de los legisladores del Parlamento apoyan el ataque, tomando las bancas combinadas de los partidos Shas, del Judaísmo Unido de la Torá, Habayit Hayehudi (Hogar Judío), Yisrael Beiteinu y la mitad de los diputados del Likud.

La declaración de Israel podría ser un método para tapar realidades incómodas, como por ejemplo la proliferación del movimiento de los indignados israelíes, el reciente canje de prisioneros políticos con Hamas, en el que el gobierno israelí fue muy criticado por los conservadores y el desvío de la atención de la construcción de asentamientos ilegales en territorios palestinos, que no se detienen.

La postura de Occidente

Para los Estados Unidos y Europa, promover la demonización de Irán con respecto al ambiguo programa nuclear sería una forma de disimular la enorme crisis económica que genera una gran incertidumbre en el mundo bursátil.

Pero, a menos de un año de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, un respaldo de la Casa Blanca a la acción militar de Israel sólo generaría un apoyo temporal, que luego ante la segura respuesta de Teherán se transformaría en una nueva indignación ante la difícil recuperación económica y los gastos en las guerras de Irak, Afganistán y Libia.

Además, Obama perdería, para su reelección, al ala izquierda del Partido Demócrata, que es su base electoral más fiel. La reacción de Irán provocaría pánico en el mercado del petróleo, lo que impulsaría el incremento del precio internacional.

Aunque la OTAN adelantó que no tiene ninguna intención de intervenir militarmente en Irán, el diario británico The Guardian publicó que Londres aportaría su Fuerza Aérea, buques y submarinos de la Royal Navy con misiles Tomahawk, para evitar una incursión terrestre, si el Pentágono se involucra en la declaración de guerra israelí.

La reacción de Irán

Irán podría bloquear el estrecho de Ormuz por el que fluye casi la totalidad del petróleo de los países del Golfo Pérsico hacia el mundo, pero la posibilidad de una guerra asimétrica sería su estrategia más contundente.

Teherán cuenta con el poder de influir en el Hezbolá libanés, el Hamás palestino y puede desestabilizar a Irak a través de sus milicias chiitas y a Afganistán mediante los grupos insurgentes, precisamente en el momento en que Washington busca reducir su presencia en ambos países invadidos.

El programa nuclear

En Israel, Netanyahu apeló al argumento de que un ataque preventivo evitaría un nuevo holocausto.

Pero, a pesar de que los indicios apuntan a que Israel y Estados Unidos se encaminan hacia una intervención militar, lo que se está elaborando es una presión contra Rusia y China para aplicar nuevas sanciones a Irán dentro del Consejo de Seguridad de la ONU.

La negativa de Moscú y Pekín de sancionar a Siria por la masacre de tres mil personas en las revueltas populares puede volver a repetirse contra Irán.

Sin embargo, en los próximos días la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) presentará un duro informe sobre el programa nuclear iraní, pero evitaría afirmar que Irán está construyendo la bomba atómica para no demostrar parcialidad en la investigación.

Las fuentes de la AIEA son los miles de documentos aportados por varios gobiernos occidentales, lo que junto con la amenaza de guerra podría forzar a Rusia y China a aprobar sanciones antes que una guerra, ya que en Irán están en juego sus intereses económicos.

En 2007, los servicios de inteligencia de los Estados Unidos anunciaron que “estaban muy seguros” de que Irán había detenido en 2003 su programa nuclear bélico, pero dudaron si a partir de 2007 no lo reanudó.

El ataque israelí se vería frustrado, ya que algunos analistas aseguran que Irán está desarrollando su programa nuclear en instalaciones subterráneas cercanas a la ciudad de Qom, lo que volvería inútil un ataque aéreo.

Pero, aunque es cierto que Irán esté desarrollando energía nuclear con fines civiles, su plan militar continúa siendo una incógnita.

Irán no obtuvo respuesta ante su propuesta de que dejará de producir uranio enriquecido al 20 % del isótopo U-235 si algún país le vende combustible para un reactor que se puede utilizar para uso medicinal.

Por eso, Israel busca desviar la atención y conseguir junto con sus aliados de Occidente y a Arabia Saudita un incremento en la ONU de las sanciones económicas al régimen de los Ayatolas, para debilitar a Irán, ante la pérdida de aliados regionales como por ejemplo Mubarak en Egipto.

Si Irán se debilita, Siria quedará más expuesta, y Hamas y Hezbolá verán reducido su poder regional.

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