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actualizado 25 de octubre. 2011
¿Desencadenará Grecia una crisis global?
La problemática griega, cada vez adquiere ribetes más peligrosos para la comunidad europea
Por Gustavo Adolfo Vargas*
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Parece probable que las turbulencias económicas precipiten el erosionante proceso del poder de los partidos, cediendo lugar a un periodo de mayor volatilidad y fragmentación política. Evidentemente, la crisis es un acelerador de las dinámicas tradicionales, un factor de desgaste poderoso y transversal. La economía global ha entrado en una fase nueva y peligrosa.

Señales de cambio se acumulan imperiosas: Nicolás Sarkozy, recién perdió el Senado; a lo largo de 2011, Ángela Merkel, ha sufrido seis fracasos en elecciones regionales; Silvio Berlusconi, perdió Milán y otras importantes ciudades en las municipales; y en junio José Sócrates (Portugal), fue destronado del poder.

Tras 10 años en el poder, los conservadores daneses perdieron las elecciones legislativas el 15 de septiembre. Los sondeos son pésimos para los partidos gobernantes en Europa, y muy acentuada en España. Al otro lado del Atlántico: Obama ve peligrar su reelección pese a no tener rivales muy sólidos, hasta ahora.

El nivel de deuda pública de Grecia es inmanejable (150% de su PBI, y aumentó este año diez puntos porcentuales), una economía que está colapsando (su PBI cayó más del 7% este año, impulsando al desempleo hasta el 16%), un déficit crónico del balance de pagos (actualmente del 8% del PBI) y bancos insolventes que pierden rápidamente depósitos.

En Alemania y Francia, los bancos y otras instituciones financieras están fuertemente expuestos a la deuda del gobierno griego, en forma directa a través del crédito otorgado a sus bancos y otros países de la eurozona. Lo relevante de los esfuerzos franco-germanos para posponer un incumplimiento heleno, es que ello induciría cesaciones de pagos en otros países y corridas bancarias en otros sistemas, especialmente los de España e Italia.

Postergar una cesación de pagos, implica ganar tiempo para que las instituciones financieras francesas y alemanas aumenten su capital, reduzcan su exposición a los bancos helénicos no renovándoles el crédito a su vencimiento, vendiendo sus bonos al Banco Central Europeo.

La cesación de pagos por cualquiera de esos dos grandes países les acarrearía implicaciones desastrosas para sus bancos y demás instituciones financieras. El Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera es suficientemente grande para cubrir las necesidades griegas, no así para financiar a Italia y España, caso pierdan el acceso a los mercados privados.

Reequilibrio también implica un cambio global de la demanda desde los países con déficits externos, a aquellos que registran grandes excedentes de cuenta corriente. Sin embargo, este nuevo equilibrio no ha marchado al ritmo requerido y, si las economías avanzadas sucumben a la recesión, no habrá escapatoria para nadie.

Desde que se destapó con Grecia en octubre de 2009, la gestión de la crisis de la deuda soberana del área euro, no ha podido ser peor. Prueba de ello: es la primera vez en la historia que la expectativa de impago de un país que sólo representa el 2% de su PIB y el 0,5% del PIB mundial, puede llegar a desencadenar una crisis casi global.

La problemática griega, cada vez adquiere ribetes más peligrosos para la comunidad europea, pues los mercados de ese continente se hunden, se dispara la prima de riesgo, perfilando así, un tsunami económico en la región, que constituiría una nueva recaída en alguna de las mayores economías del mundo.

Parece inminente una nueva crisis económica financiera en Europa; así como la recesión global, y se estima que tenga lugar en las más grandes economías mundiales. Por tal razón Europa preocupa a Estados Unidos, cuyo temor es que la crisis griega trascienda a todo el Continente, cruce el Atlántico y amenace la endeble recuperación norteamericana. La crisis de la deuda griega, ha puesto de manifiesto los límites de la política del mercado único y, sobre todo, de la moneda única. La contienda política-electoral actualmente está abierta en muchos países europeos y en Estados Unidos, debilitando la capacidad de gestión de las políticas públicas en materia fiscal y monetaria.

Hoy día, privan la incertidumbre y la desconfianza. Las ideas económicas basadas en la racionalidad se pulverizan en medio de la crisis económica, social, política y electoral. Debido a la imperante inseguridad los escenarios no pueden diseñarse de manera clara. Los discursos políticos no acomodan con la realidad de la crisis.

No hay que descartar, la posibilidad de una recaída importante del PIB en Europa y Estados Unidos. El mundo teme que una suspensión de pagos de Grecia desequilibre el sistema financiero europeo, hundiéndolo en una recesión, según el peor de los escenarios considerados.

A lo interno de la eurozona, la tensión suscitada por el manejo de la deuda pública en ciertos países del euro es motivo de zozobra para la economía global. Las economías más avanzadas, desde Estados Unidos a la Unión Europea y Japón, afrontan grandes dificultades de política económica que han puesto a prueba a los gobiernos.

En varios países periféricos de la zona euro, la crisis de deuda pública se manifestó cuando varias economías occidentales apenas empezaban a digerir los excesos de la deuda privada, producto de las primeras turbulencias financieras en 2007, ambos lastres afectan las cuentas de los bancos, catalizadores de tal crisis.

Los líderes de la zona euro esperan alcanzar en su cumbre del 23 de octubre, un acuerdo sobre un paquete de medidas que cubriría la recapitalización de los bancos europeos, un esfuerzo para resolver la crisis fiscal de Grecia, y nuevas propuestas para maximizar el impacto del fondo de rescate.

Numerosos inversionistas y políticos en Europa y el resto del mundo creen que la crisis podría salirse de control sin una acción decisiva, lo que amenaza con el desmoronamiento del sector bancario de la eurozona y los mercados de bonos soberanos, e incluso socavaría el crecimiento económico global.

Parece inverosímil, pero ahora, es la deuda pública la que arrastra a la banca. Si la crisis comenzó siendo de deuda privada, luego se propagó a los bancos y pasó después a las cuentas públicas, otra vez, ha vuelto a mudar de piel metamorfoseándose en una crisis política.

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