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actualizado 6 de sept. 2011
Presidente Obama acosado por The Tea Party
La degradación de la economía estadounidense de AAA a AA+ por parte de la evaluadora de riesgo Standard & Poor’s, al parecer no fue una medición objetiva de la economía
Por Gustavo-Adolfo Vargas*
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La última crisis que finalizó con la disminución de la calificación de la deuda por S&P, no se debió al mal desempeño de los legisladores republicanos y demócratas para concertar sobre la deuda pública y el déficit fiscal; sino a la irresponsable campaña de los miembros del TEA PARTY y el resto del partido republicano sobre el techo de la deuda.

Una total obstinación de parte de los congresistas de ese partido (republicanos) fue la eliminación de exenciones impositivas y subsidios a corporaciones. El yerro del partido demócrata, fue aceptar que el enfoque principal se desviara y haber cedido ante el chantaje republicano.

El corazón del distrito financiero de Nueva York, Wall Street, se estremeció con los bruscos altibajos de la bolsa de valores y los temores sobre la salud de la economía global; determina una ausencia de confianza en el sistema financiero y en la conducta de los políticos.

La degradación de la economía estadounidense de AAA a AA+ por parte de la evaluadora de riesgo Standard & Poor’s, al parecer no fue una medición objetiva de la economía, sino un cálculo acertado sobre el mal desempeño de los legisladores republicanos para acordar sobre la deuda pública y el déficit fiscal.

Es embarazoso admitir que el sistema político es “menos estable, menos eficiente y menos predecible” que antes. Los ciudadanos concuerdan con tal apreciación; según un sondeo de CNN, no hay fe en el gobierno federal para lidiar con la economía, mientras la mayoría, espera con ansias las elecciones de 2012, para castigar a los actuales legisladores.

Atribuir sólo a los políticos el desbarajuste, sería indebido. Hace tiempo la desconfianza ciudadana se posó en los sistemas financiero y bancario. Todos presenciaron que semanas después del rescate y de los paquetes de estímulo dispuestos por el Presidente Obama, los banqueros y dueños de Wall Street, nuevamente gozaron de jugosos sueldos.

A tres años de la debacle, los bancos poseen más efectivo que antes, especulan con ganancias fáciles en los mercados financieros, no incentivando el aparato productivo con préstamos a emprendedores y pequeños empresarios.

Si bien es cierto el gobierno no tuvo plena culpa por la crisis de deuda privada, avivada por la burbuja inmobiliaria en 2008, pero no supo apretar las tuercas para que los banqueros se fiaran en el nuevo régimen y tuvieran confianza en el público.

Sin el estímulo del rescate vertido en el aparato productivo, sumado a la deuda pública acumulada desde que George Bush dilapidaba a manos llenas en tres frentes de guerra y reducía los impuestos a los más ricos, no hay que ser versado en economía para percibir el desbarajuste en el que iba a terminar.

A las nocivas decisiones políticas hay que sumarle que la economía no se basa sólo en datos objetivos, sino en créditos de confianza, donde la percepción y especulación, como sucede ahora, pueden inclusive hacer más daño que los bajos niveles de empleo, inversión, consumo y ahorro.

A ello hay que agregarle que del otro lado del Atlántico nadie puede ayudar, los indignados se multiplican y los salvatajes que involucran billones de euros no pueden contener el efecto dominó que amenaza a todos los países del Mediterráneo.

Los Estados Unidos tendrá que remontar solo esta tempestad y es su responsabilidad por los males que ha causado; cuando amaine el temporal, se podrá ver que los presagios de mal agüero, son sólo eso. La prueba está en que pese a la mala calificación de S&P, la primera potencia mundial siguió siendo el oasis donde todos los inversionistas del mundo desean apostar, y depositar en dólares; un hecho quizá explicable en el otrora atractivo del “sueño americano”.

El rescate a los bancos fue aprobado por Bush en octubre de 2008. Entonces, los republicanos se opusieron con uñas y dientes a la reforma del sistema financiero; de esto no tiene culpa la administración de Obama. El Senado de Estados Unidos aprobó por 74 votos a favor y 26 en contra un proyecto de ley para elevar el límite de deuda del país de US$14,29 billones y reducir el déficit presupuestario en al menos US$2,1 billones en un período de 10 años.

Lo que significó una importante victoria para los republicanos, quienes han luchado desde hace tiempo para reducir el tamaño del gobierno estadounidense. Con la votación, el Senado concluyó una intensa disputa política que durante semanas dominó la agenda del Presidente, los líderes del Congreso y los lobbistas en Washington.

En el ínterin, los legisladores republicanos se oponían a la propuesta porque a su juicio no se abordaba de manera suficiente el déficit federal, los demócratas votaban en contra del paquete debido a que este reduciría programas federales que financian la educación y programas de seguridad social para los pobres y los más ancianos.

Una vez aprobado en el Senado, el proyecto fue enviado a la Casa Blanca para ser firmado por el Presidente Barack Obama, cuando estaban a pocas horas de que se cumpliera el plazo y evitar que el gobierno estadounidense se quedara sin dinero con que pagar sus cuentas.

Un fracaso quizá habría generado un incumplimiento crediticio por parte de Estados Unidos, acarreando como resultado drásticas secuelas económicas, lo que lo ha sumido en crisis económico-políticas, sin que se avisten soluciones fáciles ni duraderas, donde tampoco sus aliados pueden superar la crisis.

Un informe publicado por el Departamento de Seguridad Interior (DHS, por sus siglas en inglés) asegura que “la actual crisis económica y la elección del primer Presidente negro ha abonado el terreno para el incremento de los radicales de extrema derecha y su reclutamiento”.

En sus ocho años de gobierno como Presidente de Estados Unidos, George Walker Bush, legó a su país, la crisis económica más considerable que evoca los desastres de la Gran Depresión, seguida de la profunda erosión de valores morales sobre cuya base se establecieron el respeto, la influencia y la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo durante los dos siglos previos.

El Presidente Obama precisó que la guerra de Irak: debilita la seguridad, la posición en el mundo, ejército, economía y agota los recursos que necesitan para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

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