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actualizado 16 de enero 2012
La legitimidad del G20
Aunque parezca injusto o realista, los países son distintos en términos de poder
Por Ignacio Pareja Amador
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Casi siempre tendemos a equiparar lo que sucede en las sociedades modernas con lo que ocurre con los países. Pretendemos que haya igualdad entre los desiguales, exigimos que todas las voces se escuchen, cuando es el poder en sus distintas formas el que define la estrategia, el plan o la política global que domina. Son realmente escasos los espacios donde los intereses de las naciones con menor poder se ven representados. Podríamos decir que en la arena internacional se vive una dicotomía especial, donde la –mayoría- de países del mundo tienen el peso político de una –minoría-, ya que no son quienes toman decisiones con potencial global, sino todo lo contrario, casi siempre son un puñado de países los que dirigen el rumbo del buque mundial.

El argumento que sostiene esta idea de segmentar a los países de acuerdo a su poder (milicia, economía, población) se separa de los postulados modernos de la democracia, pero aunque parezca que rompe con este dogma político, la democracia no está presente en el sistema internacional, simplemente porque no existe un gobierno mundial, un ente elegido de forma representativa por la comunidad global para poner orden en el mundo.

Lo más cercano a esto son las Naciones Unidas, en cuya Asamblea General se deposita la representatividad de casi todos los países existentes. Sin embargo, este foro no tiene una cualidad vinculante, por lo que sus resoluciones no son obligatorias, son meras recomendaciones que los países pueden o no aceptar de acuerdo a su voluntad. Además el órgano con mayor poder en la organización, cuya tarea es velar por la paz y la seguridad internacionales, es el Consejo de Seguridad, cuyos miembros permanentes han hecho uso legitimo de la fuerza en nombre del mundo entero, repartiendo sólo 10 lugares de manera temporal a los demás Estados del mundo.

Vale aclarar que aunque parezca injusto o realista, los países son distintos en términos de poder, no pueden ser iguales más allá de lo jurídico, más allá de los foros donde se tratan problemáticas no vinculantes. Sin embargo, esto no debe entenderse como una pauta para ignorar las necesidades de los Estados de menor poder, sino al contrario, se les debe dar voz y apoyo por medio de otros actores, que bien pueden ser de la misma región, socios comerciales importantes o como en el caso de los países latinoamericanos, naciones hermanas con metas y retos similares, sobre todo en materia de estrategias en pro del desarrollo.

No debemos ignorar que siempre ha habido problemas a la hora de determinar qué cualidad de los países es la que debe ser determinante para tener una membrecía en los clubs mundiales: ¿Acaso lo es el volumen de la población, o el tamaño de la economía, o el aparato militar, el territorio, los recursos, las afinidades políticas o qué?

Muchas de estas cuestiones son inherentes a los países, no se ha trabajado por ellas, otras representan solo un interés individual. Quizá la formula más correcta debe tomar en cuenta una cualidad adicional: El apoyo que se brinde a favor de la humanidad más allá de las fronteras nacionales. Nos referimos a la materialización de proyectos que procuren el avance y desarrollo de los Estados menos favorecidos, un curriculum de ayuda a quienes menos tienen es una cualidad más valiosa para nuestra especie que todas las armas nucleares existentes, porque introduce a los Estados que desean formar parte del diseño global, a una carrera donde todos ganan: Los que reciben el apoyo y quienes lo aportan para ser parte del “club” de arquitectos que construyen parte de los esquemas normativos mundiales.

En estos tiempos de crisis, un “club” de países que tendrá gran incidencia en el sistema internacional será el G-20, un bloque conformado por los principales países industrializados y algunas economías emergentes, quienes a mediados del año se reunirán en México para tratar diversos temas de índole global como la crisis económica europea, la restructuración de las normas del sistema financiero internacional (FMI, BM), cuestiones de empleo, etc.

La reunión reviste gran importancia para el diseño de lo que será el esquema de la economía mundial. Sin embargo, los retos de la misma tienen distintos niveles. Antes que todo los países asistentes deberán alcanzar un acuerdo sobre las medidas a emprender para dar solución conjunta a los temas mencionados. En caso de colegiar un pacto, éste deberá tener la suficiente legitimidad para ser aceptado por la colectividad mundial, ambas tareas son subsecuentes y no representan necesariamente el éxito para resolver los problemas globales. Para los latinoamericanos esta reunión significará de manera adicional una oportunidad para comprobar la legitimidad que tienen México, Brasil y Argentina como representantes de la región, cuyo deber será indiscutiblemente velar por el interés de las naciones latinoamericanas.

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