Aunque los temores de la izquierda al regreso del PRI no son infundados, en el programa de Peña Nieto se destacan las medidas neoliberales, eso no significa que los 12 años de gobierno del PAN hayan sido inclusivos. Por el contrario, en los últimos 12 años se acentuó en México la precarización laboral y se destapó el problema del narcotráfico con un macabro resultado de 60.000 muertos.
A pesar de que en México el desempleo es sólo del 4,9%, más de un tercio de los trabajadores gana menos de u$s10 al día. Tras la caída de la economía en 2009, se crearon puestos de trabajo con salarios inferiores a la media.
Para revitalizar al sector laboral, Peña Nieto prometió durante la campaña lanzar un Sistema de Seguridad Social Universal que proteja a la población más vulnerable.
El presidente electo se muestra como la cara joven de un partido viejo, que fue uno de los responsables junto con el PAN de profundizar la brecha social.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, en 2011 el 10% de la población más rica ganó 26 veces más que el 10% más pobre, mientras que la cantidad de pobres supera los 40 millones.
Con respecto a la empresa nacional de petróleo, Peña Nieto anunció “que permitirá a PEMEX beneficiarse de mayores asociaciones con el sector privado”. Esto fue interpretado por varios analistas como un proceso de privatización de la compañía, que produce casi u$s40.000 millones anuales en exportaciones de crudo, sólo a los EE.UU.
La supuesta vinculación del presidente electo con las petroleras británicas sería uno de los motivos por los que se pretende privatizar amplios sectores de PEMEX.
Durante el gobierno de Calderón, la utilización del ejército en la guerra narco produjo graves violaciones a los derechos humanos, principalmente contra los migrantes centroamericanos que buscan llegar a la frontera norteamericana.
Durante la campaña electoral, Peña Nieto se refirió al pedido popular de retirar a las fuerzas armadas de la lucha, pero en su lugar propuso crear una gendarmería controlada de origen militar, pero bajo mando civil.
Las instituciones están infiltradas por miembros de los cárteles más poderosos y es muy probable que suceda lo mismo en los partidos políticos. Por eso, no son descabelladas las versiones que aseguran que Peña Nieto haya pactado con los narcos una tregua en algunos Estados a cambio de no perseguirlos, para que disminuya el nivel de violencia.
Washington dejó en México el trabajo sucio de combatir a los cárteles, mientras que al mismo tiempo, el tráfico de armas por parte desde el norte no puede ser detenido porque no existe voluntad política por parte de la Casa Blanca.
La relación de México con los Estados Unidos es muy particular. Peña Nieto opinó que la presencia de tropas o agentes extranjeros vulneraría la soberanía nacional; sin embargo, es sabido gracias a cables de WikiLeaks que miembros de la DEA trabajan junto con el ejército mexicano.
Además, el nombramiento del general colombiano Oscar Naranjo como asesor de Peña Nieto fue bien visto por sectores militares republicanos y también demócratas, por lo que se presume que las relaciones con Washington serán mejores que las de Calderón.
Con respecto a la política comercial exterior, México no debe mirar sólo a los EE.UU. sino que debe abrirse a los países emergentes, como Brasil e India y sobre todo a China, a pesar de las asimetrías con este país que hundió a la industria textil mexicana.
Otro tema de debate fue el monopolio mediático, que benefició al presidente electo; por lo tanto, no se esperan cambios sustanciales.
Sin embargo, Peña Nieto deberá escuchar a los incipientes movimientos sociales que se levantaron, principalmente los familiares de las víctimas de la guerra narco, como también los estudiantes nucleados en el grupo “Yosoy132”.
Es de esperar que el electo mandatario intente contenerlos, para evitar un incómodo foco disidente.
