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actualizado 1 de marzo 2012
Wall Street: ¿Un gobierno oculto?
Hay un círculo dirigente en Estados Unidos de América (EUA), educado en su tierra natal
Por Gustavo Adolfo Vargas*
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Considerado el corazón histórico del distrito financiero, Wall Street, es el principal y permanente hogar de la Bolsa de Valores de Nueva York. El término es usado para designar tanto al mercado financiero estadounidense como a instituciones financieras.

Se trata de un viejo estereotipo procedente de la proverbial y tradicional tutela de intereses y vínculos de las élites de Wall Street, con los sectores del gobierno y organismos internacionales. Las más recientes críticas se enfocan en problemas estructurales del centro financiero, y en la falta de intención de cambiar hábitos bien arraigados, sus establecimientos resisten la vigilancia y regulaciones del gobierno.

Hay un círculo dirigente en Estados Unidos de América (EUA), educado en su tierra natal, con un conjunto de valores idénticos, entre otros: que la democracia capitalista requiere de un marco estable para funcionar, identificado por muchos investigadores como poderosa “oligarquía”. Su democracia es prisionera de un gobierno secreto que manipula la esencia misma del Estado, disponiendo a su antojo la riqueza financiera del país, sin que institución alguna sea capaz de someterla.

Imprimiendo billetes indiscriminadamente y creando riqueza de la nada, esta elite sin escrúpulos, ha asolado la economía de los Estados Unidos. Ha inflado la burbuja especulativa más grande de la historia mundial, al punto de amagar la extinción del dólar como reserva internacional.

Según la ley de libertad de información, mediante una solicitud, el público hoy tiene acceso a más de 29.000 páginas de documentos de la Reserva Federal (Banco Central) y a 21.000 transacciones adicionales ocultas deliberadamente. Ciertamente, Wall Street y Washington, utilizan un gobierno secreto, distante del status democrático. Los instrumentos revelan que altos funcionarios del gobierno, deliberadamente ocultaron al Congreso y al público la dimensión real de los rescates de 2008-2009, enriqueciendo a unos pocos y favoreciendo intereses de firmas gigantescas.

Los rescates furtivos de Wall Street, totalizaron 7,77 billones (millones de millones) de dólares, 10 veces más de los 700.000 millones del TARP (Troubled Asset Relief Program) un programa del gobierno de Estados Unidos que compra activos y acciones de instituciones financieras para fortalecer su sector financiero, y que fue aprobado como ley por el presidente George W. Bush el 3 de octubre de 2008.

También, financiaron fusiones de bancos, de modo que los principales crecieron aún más, permitiéndoles acrecer sus trabajos de cabildeo. Henry Paulson (Secretario del Tesoro de Bush), informaba al Congreso y al público, que sólo se requerían reformas menores para proteger del colapso a Fanny Mae (Federal National Mortgage Association) y Freddie Mac (Federal Home Loan Mortgage Corporation).

Secretamente, Paulson se reunió con destacados administradores de hedge funds (los fondos de cobertura) de Wall Street (entre ellos sus ex colegas de Goldman Sachs), alertándolos de estar a punto de nacionalizar las gigantes compañías hipotecarias, una acción que erradicaría prácticamente el valor bursátil de las compañías. Tal información era de inmenso valor, pues permitiría que los hedge funds vendieran abiertamente Fannie y Freddie, ganando una fortuna con ello.

Timothy Geithner, Jefe de la Reserva Federal de Nueva York, arguyó contra los esfuerzos legislativos del senador demócrata de Delaware, Ted Kaufman, para limitar el tamaño de los bancos ya que el tema resultaba “demasiado complejo para el Congreso y esas decisiones deberían ser manejadas por gente que conoce los mercados”.

En tanto Geithner, conocía de los enormes préstamos furtivos, al senador Kaufman se le ocultaba este hecho. Nadie del Congreso fue informado, ni aún Barney Frank, redactor de legislación clave sobre la reforma bancaria. Los grandes bancos pedían ayuda (en secreto); pero, afirmaban a sus inversionistas, al público y al Congreso que todo iba bien.

Jugaron y perdieron. Según reglas del capitalismo ideal, debieron sufrir cierta destrucción creativa (el valor de sus acciones excluido por la bancarrota y sus administradores reemplazados). El sistema bancario debió reorganizarse íntegramente, en vez de ello, las inmensas irregularidades recibieron veladas recompensas.

Paulson, Secretario del Tesoro (ex jefe de Goldman Sachs), se arriesgó a asistir a una reunión secreta con administradores de gigantescos fondos de cobertura (hedge funds), muchos de quienes solían trabajar en Goldman Sachs. Antes de informar al Congreso y al público, el funcionario de finanzas más importante de la nación, brindó información confidencial a esas elites, sobre la inminente absorción de Fannie and Freddie por el gobierno.

Es alarmante el crash inducido por Wall Street y la reacción del gobierno. Revelaciones de Bloomberg News, sugieren que el gobierno secreto de Wall Street, siente un profundo desdén por lo que subsiste de su democracia. Obviamente, las elites financieras creen que no se puede confiar en que el Congreso haga lo correcto, incluso cuando es comprado y pagado para que lo haga por los mismos bancos que supuestamente regula.

La arrogancia y la corrupción financiera es nociva para los valores democráticos. Muchos estadounidenses recelan de su gobierno y son pocos los que votan, con sobrada razón, pues creen que la democracia, tal como la conocen, es un fraude. Wall Street no podría haber escrito un mejor guión para conservar su dominación.

* El autor es Diplomático, Jurista y Politólogo.

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