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actualizado 28 de mayo 2012
Día de los caídos: honren a los caídos, curen a los heridos, detengan las guerras
Al frente de una protesta pacífica contra las guerras de la OTAN compuesta por miles de manifestantes
Por Amy Goodman
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El general John Allen, comandante de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán, habló el miércoles pasado en el Pentágono. Con cuatro estrellas en cada hombro y su pecho adornado con medallas, Allen declaró que la cumbre de la OTAN celebrada en Chicago, la cual le había provocado una “buena corazonada”, “fue una poderosa muestra del apoyo internacional al proceso de reconciliación dirigido por Afganistán”. A diferencia de Allen, tras la cumbre, muchos veteranos condecorados del ejército estadounidense volvieron a casa sin sus medallas. En medio de un fuerte operativo de seguridad, marcharon hacia el paramilitarizado centro de convenciones en el que generales y Jefes de Estado se habían reunido y lanzaron sus medallas hacia la gran valla que rodeaba el centro de convenciones. Los acompañaban algunas mujeres de la organización Afganos por la Paz y la madre de un soldado estadounidense que se suicidó después de ser enviado por segunda vez a Irak.

Al frente de una protesta pacífica contra las guerras de la OTAN compuesta por miles de manifestantes, los veteranos y veteranas subieron uno a uno a la improvisada plataforma situada a las afueras del fortificado centro, hicieron una breve declaración y lanzaron sus medallas hacia la puerta.

Mientras sonaba la marcha fúnebre, los veteranos doblaron una bandera estadounidense y se la entregaron Mary Kirkland. Su hijo, Derrick, se enlistó en el ejército en enero de 2007 porque su salario de cocinero en un restaurante de la cadena IHOP no le bastaba para sostener a su esposa y a su hijo. Según me dijo Mary, mientras cumplía su segundo periodo de servicio en Irak “acabó por meterse una escopeta en la boca y uno de sus amigos lo detuvo.” Después de eso lo transfirieron a Alemania y más tarde a su base de operaciones en Fort Lewis, Washington.

“Regresó un lunes, después de dos intentos fallidos de suicidio en tres semanas. Lo hicieron pasar la noche en el centro médico del ejército de Fort Lewis. Al día siguiente tuvo cita con un psiquiatra, que diagnosticó que los riesgos de que se suicidara eran de bajos a moderados.” Cinco días después, el viernes 19 de marzo de 2010, Derrick se colgó. En palabras de su madre: “Derrick no murió en el campo de batalla, murió porque en Fort Lewis no le brindaron la asistencia psiquiátrica que necesitaba.”

En la plataforma, el cabo segundo Scott Olsen declaró: “Hoy traigo conmigo las medallas que recibí por mi participación en la guerra global contra el terrorismo, en la operación Libertad Iraquí, mi Medalla por el Servicio a la Defensa Nacional y mi Medalla de Buena Conducta del Cuerpo de Marines. Alguna vez, estas medallas me hicieron sentir bien por lo que hacía… He regresado a la realidad y ya no deseo tenerlas.” De la misma manera que los agentes de la policía anti-motines situados al lado de la plataforma, de los cuales muchos montaban a caballo, Olsen tenía puesto un casco. Actualmente se está recuperando de una fractura en el cráneo provocada por un disparo de bala de goma que recibió desde una distancia muy corta. El incidente no sucedió en Irak, sino durante una manifestación de Occupy Oakland, el otoño pasado, y la herida se la provocó un disparo de la policía de esa ciudad.

En la plataforma, junto a los veteranos, se encontraban tres mujeres afganas que sostenían la bandera de Afganistán. Antes de la marcha, le pregunté a Suraia Sahar, una de esas tres mujeres, por qué estaba ahí: “Estoy representando a Afganos por la Paz. Estamos aquí para protestar contra la OTAN y para instar a todos los representantes de la OTAN a acabar con esta guerra inhumana, ilegal y barbárica contra nuestro país y nuestra gente… Es la primera vez que un movimiento por la paz afgano trabaja en coordinación con un movimiento por la paz de veteranos estadounidenses. Se trata del principio de algo nuevo, de algo mejor: la reconciliación y la paz.”

La noche anterior a la protesta y a la cumbre, el General Allen lanzó la primera bola en el juego de beisbol entre los Medias Blancas y los Cachorros de Chicago, el clásico de la ciudad. Los jugadores dijeron en tono de broma que Allen podrían unírseles en el banco, si dejara su trabajo diurno. Me atrevo a decir que los miembros de Veteranos de Irak contra la Guerra bien quisieran que así fuera.

Después de la marcha y de la acción de repudio de las medallas, me encontré de nuevo con la madre del soldado Kirkland, aún en luto, mientras se abrazaba con su nueva familia: aquellos que protestaban contra las guerras que le habían quitado la vida a su hijo. Le pregunté si tenía algún mensaje para el presidente Obama y para los generales de la OTAN. Y esta tranquila mujer de Indiana no dudó en decirme en su tono suave: “Honren a los muertos, curen a los heridos, detengan las guerras.”

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