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actualizado 25 de nov. 2013
JFK y la ingravidez del mito
"El pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben"
Por Germán Gorraiz López
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JFK sentó el precedente de ser el primer presidente católico y el presidente electo más joven de los Estados Unidos (43 años), pasando a la Historia como icono de su generación y quedando su frase (”ich bin ein berliner”) como herencia para las generaciones posteriores.Dotado de un innegable carisma personal, telegenia y poder de la palabra, con la ayuda inestimable de la primera dama Jackie, JFK dejará su impronta personal en la decoración ramplona de la Casa Blanca y en la hierática vida presidencial americana (rememorando el espíritu de Camelot) gracias a su glamour, independencia personal y al extraordinario impacto mediático de sus viajes e intervenciones públicas.

Así, el famoso debate televisivo Kennedy-Nixon de 1960 en el que 70 millones de espectadores presenciaron el primer debate presidencial transmitido por televisión en la historia de EEUU, marcaría el inicio del uso de los medios audiovisuales por parte de los candidatos presidenciales para mediante el impacto mediático suplir el desconocimiento de su programa electoral por parte de los electores o la simple inexistencia del mismo.Asimismo, representaría la transición del final de la postguerra a los albores de la globalización, aplicando medidas keynesianas como bálsamo ante la recesión económica que recibirá como herencia ( 5 millones de parados al empezar su mandato), medidas que sin embargo resultarán claramente ineficaces y favorecerán en la mayoría de los casos a las clases altas (reducción de impuestos).

Por otra parte, su innegable atracción por la Política Exterior, le llevó a elegir como vicepresidente a un político sureño con contrastada experiencia para contrarrestar su juventud e inexperiencia política,( el senador por Texas, Lyndon B. Johnson), quien se ocupará de las tareas domésticas y deberá asumir la presidencia del país por motivos trágicos así como hacer cristalizar las iniciativas inconclusas de su predecesor en un posterior mandato presidencial,(Ley sobre Inmigración y Nacionalidad, promovida por Edward Kennedy (1965), condenando de paso al ostracismo político al partido republicano inmerso en luchas intestinas.

En cuanto a su relación con Israel, a pesar de contar Kennedy con el apoyo explícito del lobby sionista para lograr su elección presidencial, (recibió 500.000 dólares para su campaña, y el 80% del voto judío) y tras intervenir ante el AIPAC para garantizar el tradicional apoyo incondicional de EE.UU a Israel así como autorizar la primera gran venta de armamento estadounidense a Israel en 1963, su mandato se caracterizó por un enfriamiento de sus relaciones con Ben Gourion. Así, Laurent Guyénot en su artículo ”Kennedy, el lobby y la bomba”, (Red Voltaire, 2-5-2013), afirma que desde el inicio de los años 1950, el Primer Ministro israelí Ben Gurión, había emprendido la fabricación secreta de bombas atómicas, desvirtuando así la finalidad primigenia del programa de cooperación pacífica” Atom for Peace”, iniciado durante el mandato de Eisenhower.

Además, Kennedy se había comprometido a favor del derecho al regreso de los 800.000 palestinos expulsados de sus casas y de sus poblados en 1948 (nakba) , por lo que la delegación de EEUU ante la ONU presentó el 20 de noviembre de 1963 una propuesta de implementación de la Resolución 194, aunque ya no tuvo tiempo de contrastar las reacciones del Gobierno israel pues fue asesinado 2 días después, magnicidio que proporcionó a Israel la luz verde del Presidente Johnson para culminar su proyecto nuclear.

Por otra parte, recordar que hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central para el gobierno de los Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono, pero el looby financiero y la industria militar (ambos fagocitados por el looby judío) no pudieron resistir a la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente refractario a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos (la CIA paralela).

En consecuencia, su sucesor, el Presidente Kennedy, inició su mandato relevando al legendario Director General de CIA, Allen Dulles e intentó asimismo sustituir al mítico Hoover del FBI por Edward Kennedy y desinfectar el establishment de los virus patógenos inoculados por los lobbys de presión, en un vano intento de lograr la entronización del reino de Camelot para varias generaciones tras la nominación de Robert Kennedy como Fiscal General.

Kennedy era consciente de la dificultad de luchar contra la CIA ,organización que sería “de facto” la verdadera detentora del poder en la sombra al estar enquistada profundamente en todos los aparatos de poder de los EEUU ( fagocitados a su vez por el lobby judío) y que habría declarado al Presidente Kennedy como su ”bestia negra” tras el conocido fiasco de la invasión de la Bahía de Cochinos(abril,1961) y del desenlace de la Crisis de los Misiles (Cuba,1962), en la que las negociaciones entre Kruschev y Kennedy anularon el plan de la CIA de invadir la Isla.

A pesar de todo y fiel a su espíritu rebelde, Kennedy prosigue con su cruzada de reconvertir la CIA en un aparato controlable por el poder político y poco antes de partir para Dallas, comentó a sus íntimos asesores:”Tenemos que enfrentarnos a la CIA...”, y el mismo día enviaba al periodista francés Jean Daniel a Cuba para transmitir a Fidel Castro la posibilidad de una solución pragmática y asumible por ambas partes. Ello suponía un claro órdago al exilio anticastrista y a la CIA, por lo que sus dirigentes procedieron a la gestación de una trama endógena que se encargó del Golpe de Mano contra la legalidad democrática del sistema político estadounidense que culminó con el Magnicidio de Dallas (Texas,1.963).

Dicha trama sería una auténtica obra de ingeniería laberíntica que tendría como cerebros a la citada CIA y al Mossad israelí y como colaboradores necesarios al exilio anticastrista en Miami así como al FBI de Hoover y que tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el “Poder en la sombra”,quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU, según la confesión realizada por el primer Ministro israelí Ariel Sharon al entonces Ministro del Exteriores Shimon Peres en octubre del 2001: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben” y logrando de paso que JFK alcanzara la ingravidez del mito.

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