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actualizado 29 de nov. 2013
Honduras bajo el asedio de los enemigos de la libertad
Por el mismo camino andan Chile y los Estados Unidos
Por Alfredo M. Cepero
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En el breve espacio de cuatro años (2009-2013) Honduras ha recorrido un accidentado camino político que la ha llevado de faro de la esperanza a tierra asediada por los enemigos de la libertad. El 28 de junio del 2009, el entonces Presidente Manuel Zelaya puso en marcha su proyecto de la llamada "cuarta urna" encaminado a modificar la constitución hondureña y permitirle perpetuarse en el poder. Tanto el Congreso como el Poder Judicial le habían advertido que dicho proyecto era ilegal y que desistiera de sus propósitos. Pero, envalentonado por los petrodólares de Hugo Chávez, Zelaya se creyó intocable y se enfrentó al Congreso y al Tribunal Supremo.

Sin embargo, la pequeña Honduras no se dejó intimidar por el poderío del sátrapa venezolano ni por las artimañas de su cipayo hondureño. Los militares hondureños, al mando del General Romeo Vázquez y siguiendo instrucciones del Poder Judicial, arrestaron y deportaron a Zelaya y se pusieron a las órdenes del Presidente del Senado, Roberto Micheletti, designado presidente provisional hasta la celebración de elecciones presidenciales, en cumplimiento de las cláusulas de la Constitución de Honduras.

Los militares, por otra parte, demostraron que no actuaron en forma festinada ni con la intención de adueñarse del poder. Se limitaron a cumplir con el mandato del Artículo 3 de su constitución, el cual estipula: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones ….usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta constitución y las leyes establecen.” También actuaron en total concordancia con la Constitución los magistrados que, en cumplimiento de su Artículo 242, designaron al Presidente del Congreso, Roberto Micheletti, como presidente provisional, en sustitución del depuesto Manuel Zelaya.

Entusiasmado ante el hermoso espectáculo de una Honduras que, a la manera de David, se enfrentaba al grotesco Goliat venezolano, en aquel momento escribí: "El ejemplo de la conducta cívica, valiente y mesurada de las instituciones jurídicas, políticas y militares hondureñas constituye un faro de esperanza para los pueblos americanos. Pueblos asediados por un totalitarismo voraz que tiene su centro estratégico en La Habana, su banco de financiamiento en Caracas y sus tentáculos en los bolsillos de todos los miserables que venden a sus pueblos a cambio de petróleo venezolano".

Los hechos han demostrado hasta la saciedad que lo ocurrido en Honduras el 28 de junio del 2009 no fue, como dijo y sigue repitiendo la izquierda vitriólica, entre ellos Barack Obama, un "golpe de estado". Fue lo que muy bien puede ser calificado de "golpe institucional". Fueron medidas drásticas tomadas al amparo de las leyes hondureñas con objeto de impedir el establecimiento de un régimen totalitario disfrazado de democrático al estilo de la Venezuela de Chávez. Roberto Micheletti y Romeo Vázquez no fueron golpistas sino los salvadores de la democracia hondureña.

Pero los pueblos, y muy especialmente los de nuestra América Hispana, padecemos en forma superlativa de una dolencia que bien podríamos diagnosticar como "ingratitud política". Con la elección de Porfirio Lobo como presidente en el 2009, los héroes de la jornada del 28 de junio fueron depositados en el baúl de los trastos viejos. Ignorando que su ascenso a la presidencia fue posible gracias a la acción de quienes frenaron la traición de Zelaya, Lobo pagó el gesto retirando de inmediato todo tipo de protección al ex presidente Micheletti.

Y, para comprar la simpatía de la chusma que desfilaba en apoyo a Zelaya y financiada por Caracas, Porfirio Lobo, un graduado de la Universidad Patricio Lumumba y un presidente que ha mantenido a Honduras en la pobreza más abyecta y la violencia más alta de este continente, exoneró de cargos de corrupción y traición a la patria al judas hondureño. En aquel momento dije: "Con este perdón, Lobo ha demostrado su desprecio al ordenamiento jurídico hondureño, ha dado tribuna para la agitación doméstica al agente de una potencia extranjera y ha creado las condiciones para que futuros gobernantes atenten contra la democracia de su país".

Lamentablemente, las declaraciones del matrimonio Zelaya y el apoyo obtenido por su coalición en las urnas durante las últimas elecciones parecen haber dado validez a mis preocupaciones de hace dos años. En un acto político hace sólo unos días, Xiomara Castro de Zelaya sacó sus garras de resentimiento y venganza afirmando: "No les quepa duda a los enemigos del pueblo que vamos por la refundación de Honduras". Y sobre la reforma constitucional: "Anhelamos un nuevo Estado, un nuevo ordenamiento jurídico. Nuestro objetivo es la Asamblea Nacional Constituyente".

Con estas declaraciones los Zelaya se suman a la corriente providencialista y totalitaria que se ha extendido por América y que ha hecho del paternalismo del estado benefactor la fórmula de perpetuarse en el poder. Una fórmula que ha echado raíces no solo en países del Tercer Mundo como Nicaragua, Bolivia, Ecuador y, con perdón de los argentinos, la Argentina, que a mediados del siglo pasado fuera la nación más próspera y culta de la América Hispana.

Por el mismo camino andan Chile y los Estados Unidos, dos países donde todavía predominan las estructuras de la democracia y del mercado libre. Por desgracia, la Bachelet y Obama parecen empecinados en cambiar las reglas del juego por medio de una transformación radical de sus respectivas sociedades. Para ello cuentan con la inercia de sectores conservadores que se avergüenzan de su ideología y el respaldo fanático de sectores ignorantes y parásitos que votan con el estómago por los candidatos que les proporcionen mayores prebendas.

Los Zelaya se han aprendido la lección, han pulido el mensaje y se han lanzado a la búsqueda del poder absoluto que les arrebataron hace cuatro años. Si no lo logran esta vez, vaticino que seguirán insistiendo. La venganza es un poderoso motivador y estos personajes parecen tenerlo en cantidades galácticas. Por el bien de esa nación de gente buena y trabajadora hago votos porque el espíritu de amor a la libertad que los inspiró en su gloriosa jornada del 28 de junio del 2009 les dé las energías para enfrentar de nuevo a las hordas totalitarias y fanáticas.

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