| Mi hermano mayor debió ser escritor. O productor de cine o  guionista de series televisivas, o algo relacionado con el mundo del  entretenimiento. Sin embargo decidió, mitad por voluntad propia y mitad por un  derrame cerebral que mandó al otro barrio a papá, hacerse cargo del negocio  familiar, para años más tarde entregarle un anillo de compromiso a su novia y  pasar a formar parte de su muy bonita y no menos disfuncional familia.  Viéndolo así, un hombre de treinta años que todas las  mañanas se monta en una camioneta verde botella para ir a trabajar a su taller  mecánico, ante la mirada de cualquiera pasaría por otro aburrido ciudadano  laborioso sin nada que ofrecerle más que la oportunidad de poner a prueba su  memoria recordando el número de teléfono que vio impreso en la parte trasera de  la camioneta verde botella mientras esperaba que el semáforo cambiara de rojo a  verde, ahora que, minutos más tarde y para su mala fortuna, su vehículo se ha  descompuesto y necesita con desesperación un taller mecánico rápido, eficiente  y a un precio irrisorio; y aquí, en vez de haber un punto y coma, hubiera  aparecido un punto y final para dar por terminado el escrito de esta semana si  la personalidad e imaginación de mi hermano mayor fueran en realidad las del  dueño de taller mecánico, o si el arriba firmante fuera uno de esos famosos  cerdos capitalistas de los que tanto hablan sus amigos, que abusa de sus files  lectores y aprovecha este espacio para hacer publicidad escribiendo el celular  y dirección del negocio de su querido hermano.  "Eres un marica", me dice mi hermano amparado en  sus entrenados nervios de acero mientras observa de reojo como oculto el rostro  entre mis temblorosas manos para no presenciar cómo un muerto viviente, o  Jason, o un muñeco de ventrílocuo poseso por Satanás descuartiza a otra tetona  de curvas peligrosas y apetecibles. En resumidas cuentas, esa es la historia de  mis visitas a Mérida: pasar largas horas frente a un televisor de cien mil  pulgadas presenciando maratones televisivos al borde de la epilepsia y/o del  infarto. Porque "Coco" (apodo que le endilgaron desde niño y ahora  más que nunca le va como anillo al dedo, pues de colocarse una bolsa de papel  estraza en la cabeza mataría de un infarto por igual a niños y adultos del  vecindario) es un fanático de la televisión. Al menos así lo prueban las  paredes de su sala que están tapizadas de DVDs con todas las temporadas de las  series televisivas imaginadas, de la   A a la Z:  Arrested Development, Band of Brothers, Carnivale, Charmed, Desperate  Housewives, Extras, Friends, Gantz, House M.D., Invasión Extraterrestre, Joan  of Arcadia, King of Queens, Los Simpsons, Married with children, Nip/Tuck, The  O.C., Prison Break, 30 Rock, Seinfeld, That 70's Show, Ugly Betty, Veronica  Mars, The Wonder Years, X-Files, Yes Dear; al igual que un incontable número de  películas. Sin embargo, su colección más preciada es la de películas de terror,  "su pequeño tesoro", que resguarda en decenas de carpetas y observa  con ojos igualitos a los de Gollum cuando miraba con oscuro deseo el anillo en  el dedo chato de Frodo.  Su casa es el cine de terror más genial de la ciudad, al  cual he cogido cariño, muy a pesar de que sólo asista para pegar de gritos que  superan por mucho en sonoridad y terror a los de las victimas devoradas por  criaturas demoníacas. Y si al principio de este escrito mencioné que mi hermano  debió dedicarse al mundo del entretenimiento es porque su imaginación es  infinitamente superior a la de cualquier escritor de espectáculos: "¿Te  imaginas que los monstruos existieran en la vida real?", me dice evadiendo  la pregunta que le hice acerca de qué opinaba sobre la aprobación de los  diputados al aumento del precio de la gasolina. "Pues que las mejores  noticias estarían en la sección de Terror", agrega al ver la cara de  incredulidad que puse, y enseguida suelta una retahíla de encabezados de  noticias de primera plana en la sección que acaba de inventarse:  "Banda de Hombres Lobo aterrorizan la colonia Prado  Norte". "Decenas de atractivos adolescentes mueren mientras  dormían: Freddy Krueger principal sospechoso".
 "Festín de cerebros en el zócalo capitalino el día del  grito de independencia por ataque de zombis: el Presidente Calderón sigue  ejerciendo su cargo a pesar de ser una de las victimas".  "Matel retira del mercado muñecos defectuosos: llevaban  incluida el alma de asesinos seriales".  "Fidel Velásquez, líder del PMV (Partido de Muertos  Vivientes) exige ante tribunales tomar nuevamente las riendas del CTM  (Confederación de Trabajadores   de  México)". "El pueblo exige al gobierno viviendas dignas: dos de  cada tres casas del INFONAVIT vienen con al menos un alma en pena".  "México líder en deforestación, tala de árboles y  exportador de estacas a nivel mundial." No me cabe la menor duda que mi hermano cuenta con una de  las mentes más imaginativas de este mundo, y que el escritor de la familia  debió ser él y no yo, sin embargo creo que el mundo real todavía se mantiene  como el lugar más terrorífico de todos, pues ni el monstruo más espeluznante de  John Carpenter le gana en fealdad a Elba Esther Gordillo y ninguna película de  Alfred Hitchcock o Sam Raimi nos paralizaría tanto el corazón como las leyes  que aprueban todos los días nuestros brillantísimos políticos.  |