LA JORNADA

El Coloso Dennis Martínez

Hemos sido pequeñitos desde siempre no podríamos negarlo, aunque con uno que otro ruido sonoro como para ser vistos por el resto del planeta

Las medallas emocionales y cicatrices en el alma que tengo por la vida transitada no ensombrecen el amor por el polvoriento camino que me llevaba a la casa que habité en mi primigenio Estelí. Tampoco sesgo la memoria sentimental que agrupa aquellos irrepetibles episodios de mis mocedades. Por ello no me es difícil sentirme mecido por la emoción de ver un estadio como el Dennis Martínez en Managua.

Lo soñado se vuelve realidad

Creí impensable una historia de tal magnitud y menos vivir para contarla. El impacto es brutalmente dulce. Un hecho increíble como aquel encumbramiento de un niño prodigio nacido en Metapa que rápidamente se convirtió en una referencia intemporal de alcance mundial para la literatura universal, el celebérrimo Rubén Darío.

Hemos sido pequeñitos desde siempre no podríamos negarlo, aunque con uno que otro ruido sonoro como para ser vistos por el resto del planeta. Argüello por ejemplo imantó la geografía nuestra proyectándola en una época sin internet ni redes sociales, colocándonos en el alto relieve del mapa mundi. Alexis fue nuestra mejor posesión por largos años, tan venerado por todos nosotros como la virgen de Guadalupe en México y Maradona en la Argentina.

Sin precedentes

Esta obra sin paralelo en la historia del béisbol nicaragüense luce como nuestro Empire State neoyorquino. Las imágenes que me llegan tienen una carga profunda de admiración por lo conseguido, es una maravilla que satisface y por mucho cualquier expectativa para un país como Nicaragua donde la escasez pulula y la distancia entre ricos y pobres es tan inmensa como el océano atlántico.

No escondo la pasión ni perfumo el impacto visual que me causan esos millones de dólares cuidadosamente invertidos entregados por el gobierno chino y embellecidos colosalmente a lo largo y ancho de la estructura para beneplácito de los nicaragüenses. Hay un movimiento telúrico interno de alta intensidad que hace cimbrar mi cuerpo, aún después de haber visto monumentales joyas como el Yankee stadium y el Marlins Park de Miami.

¿Cómo no conmoverse?

El Estadio Dennis Martínez de inminente inauguración me provoca un asomo de lágrimas. No soy indiferente al contagio que causa desarmante alegría. Ver tantos millennials atestando boleterías atraídos por la suntuosa instalación, eriza los vellos de la piel. Ojalá se cuide, se le de el mantenimiento requerido que es clave para su durabilidad a través del tiempo. Pero sobretodo es preciso el trato lleno de compromiso del público para que este luzca resplandeciente y fresco como la pintura que lo cubre hoy.

La arquitectura lleva el nombre de Dennis Martínez, merecido homenaje para el más grande beisbolista que ha parido Nicaragua, ganador de 245 juegos en toda su carrera, cifra que le acredita como el latino con mayor número de victorias en las grandes ligas.

Más allá de la curva…

Después de ver las instantáneas no dudo en hacer míos los versos del poeta Fernando Pessoa: “Hay suficiente belleza en estar aquí y no en otra parte.”

*Artículo desde Los Ángeles, California, USA.

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