Las trabajadoras y trabajadores, estudiantes, que hoy luchan contra la Troika y la austeridad en Portugal y en Europa, tienen algo que celebrar
Era el 25 de abril de 1974, una rebelión militar daba fin a la dictadura derechista que gobernó Portugal durante más de 48 años. El gobierno de Marcello Caetano, sucesor del sempiterno Salazar, era expulsado del poder. Iniciaba el llamado período de la “Revolución de los Claveles”.
Habría que ubicar a la revolución portuguesa en el contexto político internacional en el cual se desarrolló. Las revoluciones coloniales culminaban en procesos independentistas, ensayos de otros modelos de construcción política y las relaciones entre países, en medio de dramas e inalcanzables quimeras.
En Europa, la cadena de agitación anti-sistémica, que comienza en el 68, se exterioriza en el cuestionamiento del modelo de desarrollo imperante que busca nuevas formas de entender y construir la democracia. Todo ello influyó decididamente en Portugal.
Durante las décadas de los sesenta y setenta, Portugal vivió un proceso de expansión económica bastante vigoroso, similar al español, si bien menos explosivo. Para un sector de la burguesía, era necesario acelerar la conexión económico-política con Europa, un proceso de homologación que le vinculara al espacio europeo, y actualizase las formas de gestión del poder político, buscando vías de integración de las clases subalternas que no alteraran la estructura de propiedad, pero que permitiesen ciertas libertades y espacios para organizar el disenso.
No obstante, otro sector se aferraba a los mecanismos de dominación del estado corporativo, con una posición estática marcada por su dependencia de los mercados coloniales y su temor a ser absorbido por los capitales extranjeros. A la sombra, una incipiente movilización del mundo del trabajo y del área estudiantil se perfilaba en la vida del país, paralela al desarrollo económico.
A finales de los sesenta, un nuevo movimiento obrero se forma a través de la movilización, fundándose la Inter-sindical, origen de la futura CGTP, principal sindicato de Portugal. En 1973, más de cien mil trabajadores participan en huelgas. Se suceden las ocupaciones de facultades y las luchas de los estudiantes de enseñanza media.
Recordemos que toda la vida social en Portugal estaba signada por un duro conflicto armado, cuyo objetivo era mantener las colonias africanas (Angola, Mozambique, Guinea, Cabo Verde, y Santo Tomé y Príncipe), implicando para ello al 10% de la población activa.
Un conflicto sufrido por las clases populares y los países colonizados, que también erosionaba el dominante rol de la élite gobernante, empeñada en zanjar el conflicto colonial desde una perspectiva militar, alternativa que superaba a un país de las dimensiones y recursos de Portugal, y sin duda, en un escenario donde la descolonización era ya un irreversible proceso a nivel global.
Tan frágil equilibrio entre fuerzas sociales antagónicas instaura la sensación de “fin de ciclo” en la sociedad portuguesa. Desde principios de los setenta, la clase dominante ya no podía gobernar como hasta entonces y, a la vez, las clases dominadas rehusaban seguirlo siendo.
Un significativo sector del ejército portugués, organizados en el MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas), abre una crisis en los aparatos del Estado, pero su acción desata toda la energía y ansias de libertad latentes en el pueblo portugués; indudablemente, respondían a un movimiento de cambio mucho más profundo que subyacía en la sociedad.
La revolución portuguesa obtuvo importantes mejoras para las clases populares, pero quizás muchas menos de las que aspiraba, sin terminar con el dominio de los banqueros y empresarios. Francisco Louça, en su último libro “Os burgueses”, hace un recorrido histórico por las familias más ricas de Portugal: siguen siendo los mismos que antes de la revolución.
El simbólico peso que deja el 25 de abril y la Revolución de los Claveles son enormes, con continua presencia en todo el panorama político. Las trabajadoras y trabajadores, estudiantes, que hoy luchan contra la Troika y la austeridad en Portugal y en Europa, tienen algo que celebrar, sin caer en la nostalgia sino de cara al futuro.
*Diplomático, jurista y politólogo.