actualizado 13 de junio 2014    
El eje del lucro y de la maldad
"En materia de conciencia la ley de la mayoría no cuenta", Mahatma Gandhi
Por Alfredo M. Cepero
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Alfredo M. Cepero/Director de La Nueva Nación.

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Bajo un titular que reza: "Sondeo: electores de Miami-Dade apoyan los viajes a Cuba sin límites", desplegado en la primera página de su edición del 8 de abril, el periódico el Nuevo Herald destaca que: "En general, los votantes de Miami-Dade se mostraron a favor de los viajes sin restricciones a Cuba por un margen de 51-40". Pero, con el objeto de preservar su presunta imagen de objetividad, apunta más abajo que: " Los votantes cubanos nacidos en EEUU estuvieron a favor de los viajes sin restricciones por un margen 61-34, pero los nacidos en Cuba estuvieron en contra 58-36". La firma encuestadora fue nada menos que Bendixen & Amandi International, manipuladora de estadísticas para promover los objetivos de lucro, apaciguamiento y claudicación de Carlos Saladrigas y sus apandillados del Cuba Study Group.

Bendixen lleva más de 30 años en Miami y siempre ha cojeado de la pierna izquierda. Por lo que creer en las estadísticas de éste ideólogo disfrazado de encuestador es como creer en las promesas de Barack Obama o de Fidel Castro. Obama nos prometió que su "Obamacare", además de ahorrarnos dinero en primas, nos permitiría mantener nuestro médico y nuestro plan de salud. Castro dijo a los cubanos que su revolución no era roja sino verde, que no era comunista y una copia de la soviética sino cubana como las palmas. Ya sabemos el costo que hemos pagado por haber creído en esas promesas.

Veamos ahora la otra pata de esta mesa que, para mantenerse erecta, tendría que desafiar las leyes de la lógica, de la historia y hasta de la gravedad. Es un secreto a voces que The Miami Herald y el Nuevo Herald han sido siempre enemigos jurados y solapados del exilio de acero de los primeros años que ni pide ni da cuartel a la tiranía de los asesinos de Birán. Sin embargo, ha hecho causa común con miembros del exilio de poliéster que ha venido a estas playas en los últimos treinta años huyendo del hambre de la tiranía y sin la menor idea de patria, de democracia o de libertad. Por otra parte, el Herald ha llenado su nómina con graduados de esa escuela de periodismo contaminado y arrodillado que es el libelo Granma.

A propósito de este tema, durante mis estudios en la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling, en La Habana de 1955, mis profesores me enseñaron que los periódicos tenían la doble misión de servicio público y de empresa privada. Exactamente en ese orden, primero el servicio y después el lucro. Abundando sobre la fórmula de mis profesores, yo agrego que, en cualquier medio de información donde la preservación de la credibilidad sea el principal objetivo, el servicio público de búsqueda y presentación de la verdad no puede ser contaminado por resabios ideológicos o alterado por intereses empresariales. Sin embargo, para el Herald, no hay derecha que no sea "extrema" ni izquierda que no sea "moderada o progresista". Esa es la conducta que sin dudas predomina en las altas esferas que determinan la línea editorial del Miami Herald. Por eso el periódico está sufriendo la deserción de muchos de sus lectores.

Pero, supongamos por un momento que las estadísticas que ha arrojado esta encuesta fueran correctas. La historia es rica en ejemplos de mayorías equivocadas que llevaron a sus naciones a la ruina, a la guerra y hasta al holocausto. En abril de 1924, el Bloque Nacional, liderado por los fascistas de Benito Mussolini e integrado por liberales, conservadores y católicos, lograron una resonante victoria y obtuvieron las dos terceras partes de los escaños en el Parlamento Italiano.

En las elecciones de marzo de 1933 el Partido Nacional Socialista de Hitler obtuvo el 33 por ciento de los votos superando por un amplio margen a los otros 5 partidos. En solo unos meses, utilizando la manipulación y la represión, los nazis diezmaron a la oposición y dieron el tiro de gracia a la democracia alemana. Quienes fuimos testigos del tsunami de idolatría y estupidez que protagonizó el pueblo cubano cuando el diablo encarnado bajó de la Sierra Maestra no podemos tener duda alguna de que, de haber celebrado elecciones, Fidel Castro habría obtenido por lo menos el 80 por ciento de los votos en 1959.

Sin ir muy lejos y en tiempos más recientes, Hugo Chávez perpetró el mismo fraude sobre el pueblo de Venezuela. En 1998, el golpista Chávez llegó a Miraflores con etiqueta de demócrata obteniendo el 56 por ciento de los votos frente a Henrique Salas Romer. En el 2000 ganó las presidenciales con el 60 por ciento de los votos frente a Francisco Arias. En el 2006 fue reelegido con el 62 por ciento de los sufragios frente a Manuel Rosales. Y en el 2012, bajo acusaciones creíbles de que había cometido un fraude masivo, le robó la presidencia a Henrique Capriles diciendo que había recibido el 55 por ciento de los votos.

Ahora bien, lo verdaderamente trágico es que el eslabón perdido de Sabaneta no dijo mentiras. Dijo bien claro que quería enfilar la barca de Venezuela hacia el mismo "mar de felicidad" por el que navegaban los cubanos bajo el castrismo. Los venezolanos dijeron: "Eso no pasa aquí porque nosotros somos más bravos que los cubanos".

Y efectivamente están demostrando con su heroísmo en las calles y las plazas de Venezuela que son un pueblo genuinamente bravo. Pero se habrían ahorrado mucha sangre, dolor y lágrimas si hubieran aprendido de nuestro error. De todas maneras, sería un ejercicio inútil que beneficiaría solamente a nuestros tiranos que nos pusiéramos ahora a buscar un termómetro que midiera la bravura comparativa entre cubanos y venezolanos. Además, si ambos pueblos estamos purgando nuestras penas y pagando nuestros pecados, lo inteligente y lo práctico es que hagamos causa común para devolver al infierno a nuestros respectivos diablos.

Por otra parte, la verdad incontrovertible es que los soldados de la libertad nunca han perdido tiempo analizando encuestas ni esperado por el apoyo de las mayorías para poner en marcha su misión redentora. Nuestros próceres no lo hicieron. Si lo hubieran hecho, las potencias europeas del Siglo XIX habrían preservado por muchos años el control sobre sus colonias americanas. Ni Washington, ni Bolívar, ni Martí respondieron al llamado de multitudes cuando decidieron arriesgar bienestar, familia y hasta la propia vida retando poderes y potencias que parecían invencibles. La verdad es que fueron tachados de locos y abandonados a su propia suerte, confirmando que las grandes causas son siempre el predio de minorías iluminadas por un ideal. Esta es la situación en que nos encontramos hoy quienes nos enfrentamos a los tiranos que han traicionado los ideales de Washington, de Bolívar y de Martí.

Siguiendo el ejemplo de aquellos grandes hombres, los cubanos que nos hemos impuesto como misión trabajar por una patria iluminada por el sol de la libertad no podemos permitir que nuestra conducta sea influenciada por la insidia y la maldad de los enemigos de la luz. Nuestros principios tienen que ser la vacuna que nos inocule contra los virus de la inercia y de la desesperanza. Sepan quienes están en la labor miserable de cambiar patria por fortuna que están perdiendo el tiempo y que ninguna cantidad de estadísticas manipuladas, de informaciones tergiversadas o de maniobras mercantilistas habrá de restarnos un ápice de energía para luchar por la libertad de Cuba.

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