Rubén Darío: un “panida” magistral - I Parte
Fue el escritor más prestigioso de todos los tiempos
Por Henry Peralta Argeñal 
A los 148 Años del natalicio de Rubén Darío, publicaremos 3 partes interesantes sobre su historia.

Leer Partes 2 y 3

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El pasado 18 de enero del 2015, se cumplieron los 148 años del natalicio de nuestro ilustre e insigne poeta Rubén Darío. Fecha tan memorable que me ha motivado a dedicarle el siguiente ensayo a manera de homenaje.

Sus ideas, su poesía y su legado están vigentes. Su grandeza es interminable. Basta con leer sus poemas más conocidos: “Lo fatal”, “Canto de esperanza”, “Sonatina”, “Caupolicán” o “Los motivos del lobo”, para tocarlo con la mente, para poder sentir su fuerza, su magia, su genialidad y su sensibilidad humana.

Dominó a la perfección el castellano y fue un innovador en su género literario. Tuvo la habilidad innata de crear, inventar e introducir nuevos elementos en el estilo poético y en el idioma español. No en vano se le reconoce como “El padre del modernismo”.

Fue original y demostró ser capaz de dominar otros géneros literarios como el cuento y la novela, incluso los géneros periodísticos. Sí, Darío fue periodista, al igual que representante diplomático.

Pero como todo “titán”, debía tener alguna debilidad o algún defecto, porque era humano: en él anidaban esas dudas existencialistas que carcomen la mente y fatigan el espíritu, las bajas pasiones que aprisionan al hombre y “queman la piel”, “el miedo a la muerte, el “espanto seguro de estar mañana muerto”, “el sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos”.

Por ser visionario e idealista, denunció abiertamente, cual si fuera un apóstol, las injusticias, el culto al dinero y una serie de antivalores que imperaban en Chile –a finales del siglo XIX-.

La problemática y la situación degradante de los marginados y los indigentes en Chile lo impelieron, por ejemplo, a escribir los cuentos de “Azul”: “El Rey Burgués”, “El sátiro sordo”, “El velo de la reina Mab, “La cancón del oro”, “El fardo”, entre otros.

Al igual que todo hispanoamericano en aquel tiempo, tuvo que soportar desaires en Europa, desprecio y burla por parte del “rebaño de tontos”.

Libro tras libro, poema tras poema, ¡Cómo lo elogiaban! Sin embargo, él tenía sed de amor, felicidad, paz y justicia social; y esperó y esperó, mas nunca tuvo fin su anhelar. Esto nos lo da entender en su autobiografía y en muchos de sus poemas: “EL Canto Errante”, “Canción de Otoño en Primavera”, “Yo soy aquel”… ¡Ah!, su miedo por lo sobrenatural. ¡Cuántos nos sentimos identificados con él!.

Al parecer toda la vida pasó atrapado en su reino interior, preso en su mundo de imaginación y estética, la poesía. Buscó refugio en el alcohol cuando sufrió por amor. También luchó por sobrevivir, por no morirse de hambre.

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