Rubén Darío: un “panida” magistral. II Parte
Especial del 148 Natalicio de Rubén Darío
Por Henry Peralta Argeñal 
Una de las fotos más famosas del mundo de Rubén Darío.

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Foto
Rubén y su “yo”

Citando lo que expresó Anderson Imbert (Prólogo a autobiografías) refiriéndose a la Autobiografía de Rubén, reproduzco el siguiente fragmento que me ha llamado sobremanera la atención, puesto que, considero, se le describe quizás con mucha certeza:

“Comidas, licores, lujos, arrimos políticos de dudosa moral (…), errabundez, compasión por sí mismo, sensibilidad para los honores que se le atributan: todo esto queda acentuado porque así era Darío en el momento de componer su Vida. En estas páginas desordenadas el lector recobra la imagen de Darío: hombre manso, sincero, generoso, impráctico, ecuánime, comprensivo, capaz de buen humor, sin más vanidad que la necesaria para dedicarse a la poesía”.

Se dice que en su momento Darío señaló que lo tildaban de “raro”. Curiosamente, quien fue capaz de escribir maravillas de grandes intelectuales de la época, en Los Raros, era uno de ellos. Tenía una facilidad para describir y resaltar las virtudes humanas e intelectuales de otros escritores, como si fueran sus hermanos. ¡Claro!, comprendía a los de su “especie”, ya que pensaba y sentía lo mismo que ellos.

Sobre su vida, se puede decir en pocos párrafos que estuvo llena de triunfos y amarguras, como le acontece a todo ser humano. Si nos referimos a esos hechos que dan cuenta de las amarguras sufridas, podemos mencionar en primer lugar que fue separado de sus padres desde muy niño.
Como ya se mencionó, toda su vida luchó por sobrevivir, pues, el deseo que le expresó al presidente de El Salvador, Rafael Zaldívar: “Quiero tener una buena posición social”, fue inalcanzable. Ni sus poemas, ni las alabanzas, ni las amistades, ni el trabajo de diplomático le dieron riqueza en abundancia.

Continuando con este recuento de sus amarguras, cabe mencionar la desilusión amorosa con su Garza Morena, Rosario Murillo, de quien se despide al partir de Nicaragua rumbo a Chile, en 1883, de la siguiente manera:

“… te conocí tal vez por desgracia mía, mucho te quise, mucho te quiero. Nuestros caracteres son muy opuestos y no obstante lo que te he amado se hace preciso que nuestro amor concluya…pongo a Dios por testigo que el primer beso de amor que yo he dado en mi vida fue a ti…”

Otro gran golpe sentimental fue la muerte de su esposa Rafaela Contreras, que lo marcó profundamente, hiriéndole lo más profundo de su ser, lo cual expresa claramente en “El poeta pregunta por Stella”.

Ni mencionar su primer viaje a París, con el que tanto había soñado -a punto de que cuando hacía sus oraciones rogaba a Dios que no lo dejase morir sin conocer París y que, cuando pisó tierra parisiense, creyó hollar suelo sagrado- este mismo terminó convirtiéndose en una pesadilla para él.

Por eso, de su segundo viaje a dicha ciudad expresa peyorativamente: “Y me volví a París. Me volví al enemigo terrible, centro de la neurosis, ombligo de la locura…”

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